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HISTORIA INDEPENDENCIA

Hasta romper todas las cadenas

Por Facundo Guerra

1816

La revolución atravesaba una situación crítica. Tras la derrota de Napoleón en la batalla de Waterloo, retornaban los reyes absolutistas, entre ellos Fernando VII en España, decidido a restaurar su dominio sobre las colonias americanas. En el continente, habían sido aplastadas las revoluciones en México, Caracas, Quito, Nueva Granada y Chile, y el Ejército del Norte, al mando de Rondeau, había sufrido su peor derrota en Sipe-Sipe. Es interesante pensar en los contextos difíciles para la lucha revolucionaria que nada es imposible cuando el pueblo ubica que hay un verdadero proyecto emancipador. “Al pueblo que quiere ser libre, no hay poder humano que lo sujete” (Güemes).

Sean eternos los laureles

Manteniendo encendido el fuego del sur, Artigas había recuperado la Banda Oriental y, en 1815, declaraba la independencia en el Congreso de los Pueblos Libres. Mientras tanto, Gaspar Rodríguez de Francia sostenía la resistencia en Paraguay. La revolución se mantenía viva gracias a la heroica resistencia de Güemes y los pueblos del Alto Perú, que llevaron adelante la famosa guerra de guerrillas. Los gauchos e indígenas “infernales” detuvieron siete invasiones realistas. De los cien caudillos que lideraron la “Guerra de las Republiquetas” (Azurduy, Padilla, Arenales, Warnes, Cumbay, Camargo, entre otros) sobrevivió menos de una docena. De los dos mil afrodescendientes que integraron el Ejército de los Andes, regresó menos del 10 %. “Un día se sabrá que nuestra patria fue liberada por los pobres, y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros, que ya no volverán a ser esclavos de nadie” (San Martín).

Traidores a la Patria I

Ante la ofensiva realista, la élite criolla (que solo aspiraba a romper los lazos con España pero mantener intactas las estructuras de explotación feudal y esclavista) buscó múltiples formas de entregar la revolución al mejor postor. Alvear, siendo Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, llegó a ofrecer estos territorios como colonia al Imperio británico. No fue el único intermediario: también hubo negociaciones con portugueses, franceses y otros poderes imperiales. Esta tradición cipaya y vendepatria, lamentablemente, conserva una profunda y persistente continuidad histórica.

Congreso de Tucumán

La corriente combativa presionaba para declarar la independencia. San Martín escribía al diputado por Mendoza: “¿Hasta cuándo esperaremos para declarar nuestra independencia? ¿No es cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y escarapela nacional y, por último, hacer la guerra al soberano de quien se dice dependemos, y permanecer a pupilo de los enemigos?”. En el Congreso, Belgrano propuso establecer una monarquía dirigida por los descendientes de los incas, consideraba a parientes de Túpac Amaru, el líder de la gran revuelta contra el imperio español. El 9 de julio se firmó la declaración de independencia de España, y el día 19, en sesión secreta y ante la presión de San Martín y Güemes, se agregó la fórmula “y de toda otra dominación extranjera”, cerrando el paso a los invertebrados de la dependencia. El Congreso no fue solo una declaración política: terminó de otorgar el respaldo central (en soldados y recursos) al plan continental de San Martín, con la creación del Ejército de los Andes, un ejército interterritorial e intersectorial, compuesto por argentinos, chilenos, originarios y afrodescendientes. También esbozó la posibilidad de un gobierno de los Estados Unidos de América del Sur, anticipando, años más tarde, la propuesta de Patria Grande impulsada por Bolívar.

Revolución inconclusa

La izquierda de Mayo tenía un proyecto de Nación verdaderamente independiente. “Seamos libres, que lo demás no importa nada”, pensaba San Martín, soñando una independencia de toda dominación extranjera. Una independencia que pusiera fin al régimen autoritario de unos pocos, tal como advertía Moreno: “No se trata de mudar de tiranos, sino de destruir la tiranía.” Una Nación que fomentara la industria y distribuyera la tierra, como proponía Belgrano: “No exportemos cuero, sino zapatos.” Una Nación federal, sin esclavitud y con igualdad, donde “los más infelices sean los más privilegiados”, como sostenía Artigas. Sin embargo, ese proyecto integral fue derrotado por la élite criolla terrateniente y feudal, que bloqueó el desarrollo de una Nación verdaderamente soberana y moldeó el país sobre las bases del latifundio y la dependencia.

Traidores a la Patria II

Existe una línea histórica de traición que va desde Rivadavia y Alvear hasta Milei. El actual presidente aglutina la peor tradición cipaya. El año pasado, habría declarado: “El mejor recurso para defender nuestra soberanía es reforzar nuestra alianza estratégica con Estados Unidos.” Lo dijo en presencia de la generala norteamericana Richardson, quien afirmó que nuestra región es importante por el litio, el agua y las tierras raras, como quien se relamía ante el bocado. Con el fascismo dependiente de Milei vuelven a emerger los planes de colonia que intentaron llevar adelante sus antecesores vendepatrias. Las muestras son múltiples: I) Enviar la recaudación de oro a los bancos de Inglaterra, ¡del país ocupante e invasor de parte de nuestro territorio! II) Nueva escalada y entrega del patrimonio nacional a través de privatizaciones y del RIGI, que le otorga beneficios sin precedentes a los capitales extranjeros para el saqueo de nuestro territorio y riquezas, lo que hace crecer la disputa entre las potencias imperialistas. III) Reducción de aranceles a las importaciones, que quiebra la industria nacional y las economías regionales, dejando a Tierra del Fuego como una zona inviable para la producción, pareciendo cumplir una promesa secreta con la generala Richardson. IV) Reforzar el endeudamiento externo con las estafas del FMI; Argentina debe pagar más de 10 mil millones de dólares anuales, equivalente a la construcción de 200 mil casas por año. V) Y, sobre todo, como quedó demostrado el último 2 de abril, legalizar la ocupación en Malvinas al reconocer el derecho de autodeterminación de los kelpers. Finalmente, es sumamente preocupante que el presidente ate a nuestra Nación a los planes e intervenciones genocidas que están llevando adelante Estados Unidos e Israel.

Concluir lo inconcluso

En 1947, Perón realizaba un acto en la Casa de Tucumán para declarar la independencia económica, con el objetivo de “romper los vínculos dominadores del capitalismo foráneo enclavado en el país”, porque, como decía el líder justicialista, “sin independencia económica no hay posibilidad de justicia social.” Sin embargo, casi ochenta años después, la declinación de la soberanía avanza. La dependencia penetra cada poro de nuestra sociedad: deforma la economía, saquea nuestras riquezas y busca colonizar nuestras mentes. La consecuencia es clara: desigualdad, hambre y pobreza. Esta dependencia se estructura en base a un sistema oligárquico e imperialista, sostenido por instituciones podridas, como ha quedado en evidencia con la proscripción de la presidenta del PJ. En el marco de la crisis del sistema global, es una forma de dependencia atravesada por diversas expresiones de fascismo y guerras. Clara Zetkin, la gran dirigente comunista, presagió: “El fascismo no es más que la expresión de la desintegración y decadencia de la economía capitalista”. Milei es producto de esa decadencia, pero en su versión de barbarie fascista dependiente. La reacción del capital solo podrá ser frenada por la reacción popular. Como sostuvo Mao: “la revolución impide la guerra, o la guerra trae la revolución”. Parafraseando a Gramsci, hay que hacer nacer lo nuevo para terminar con los monstruos de la dependencia. No hay posibilidad de independencia económica sin soberanía política, y no hay soberanía política sin una segunda y definitiva independencia integral. Como en 1810, la salida no germinará en los palacios, sino en las calles. Hagamos realidad los sueños de los patriotas de Mayo.

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BANDERA BELGRANO HISTORIA

Jirones de Belgrano

Por Carlos del Frade (*)

(Nota publicada en pelotadetrapo.org.ar)

A la vera del Paraná, Belgrano desafía el universo, el poder de la soberbia Buenos Aires y en la batería de nombre prohibido, “Independencia”, iza el pabellón. Doscientos doce años han pasado. ¿Qué queda de aquella guerra por la independencia y la felicidad? ¿Qué queda de Belgrano en la vida cotidiana del pueblo argentino? Jirones…

El 27 de febrero de 1812, una de las cabezas más lúcidas de habla hispana, segundo promedio en la historia de la Universidad de Valladolid, cabalga al frente de mil quinientos muchachos que no saben leer y escribir.

Manuel José Joaquín del Corazón Belgrano sabe que tiene que contagiar algo parecido a lo que entiende como significado de la palabra esperanza.

Esos pibes no saben nada de revolución, independencia ni tampoco perciben la idea de un futuro mejor.

Él, sin embargo, está enamorado de tres palabras que le van a consumir la existencia en poco tiempo: revolución, independencia e igualdad.

Pero ellos, esos chicos que jugarán y perderán la vida por esas palabras que no saben qué quieren decir, necesitan algo que los motive.

Y una vez más, como ya lo había hecho en Curuzú Cuatiá, enarbola otra bandera.

A la vera del Paraná, desafía el universo, el poder de la soberbia Buenos Aires y en la batería de nombre prohibido, “Independencia”, iza el pabellón.

Doscientos doce años han pasado de aquel hecho. ¿Qué queda de aquella guerra por la independencia y la felicidad? ¿Qué queda de Belgrano en la vida cotidiana del pueblo argentino?.

Jirones…

Jirones…

“A consecuencia de la proclama que expedí para hacer saber a los naturales de los pueblos de Misiones, que venía a restituirlos a sus derechos de libertad, propiedad y seguridad de que por tantas generaciones han estado privados, sirviendo únicamente para las rapiñas de los que han gobernado, como está de manifiesto hasta la evidencia, no hallándose una sola familia que pueda decir: ‘estos son los bienes que he heredado de mis mayores’, y cumpliendo con las intenciones de la Excelentísima Junta de las Provincias Unidas del Río de la Plata y a virtud de las altas facultades que como a su vocal representante me ha conferido, he venido a determinar los siguientes artículos con que acredito que mis palabras, que no son otras que la de su Excelencia, no son las del engaño, ni alucinamiento, con que hasta ahora se ha tenido a los desgraciados naturales bajo el yugo del fierro, tratándolos peor que a las bestias de carga, hasta llevarlos al sepulcro palpando con ver su desnudez, sus lívidos aspectos y los ningunos recursos que les han dejado para subsistir.

Primero:

Todos los naturales de Misiones son libres, gozarán de sus propiedades y podrán disponer de ellas como mejor les acomode, como no sea atentando contra sus semejantes.

Segundo:

Desde hoy los liberto del tributo, y a todos los treinta pueblos, y sus respectivas jurisdicciones los exceptúo de todo impuesto por el espacio de diez años.

Tercero:

Concedo un comercio franco y libre de todas sus producciones, incluso la del tabaco con el resto de las Provincias del Río de la Plata.

Cuarto:

Respecto de haberse declarado en todo iguales a los españoles que hemos tenido la gloria de nacer en el suelo de América, les habilito para todos los empleos civiles, militares, y eclesiásticos, debiendo recaer en ellos, como en nosotros los empleados del gobierno, milicia y administración de sus pueblos.

(…) Séptimo:

A los naturales se les darán gratuitamente las propiedades de las suertes de tierra, que se les señalen que en el pueblo será de un tercio de cuadra, y en la campaña según las leguas y calidad de tierra que tuviere cada pueblo su suerte, que no haya de pasar de legua y media de frente y dos de fondo.

(…) Décimo séptimo:

Respecto a que las tierras de los pueblos están intercaladas, se hará una masa común de ellas, y se repartirán a prorrata entre todos los pueblos, para que unos a los otros puedan darse la mano y formar una provincia respetable de las del Río de la Plata.

Décimo octavo:

En atención a que nada se haría con repartir tierra a los naturales, si no se les hacían anticipaciones así de instrumentos para la agricultura como de ganados para el fomento de las crías ocurriré a la excelentísima junta, para que se abra una suscripción para el primer objeto, y conceda los diezmos de la quatropea de los partidos de Entre Ríos para el segundo; quedando en aplicar algunos fondos de los insurgentes, que permanecieron renitentes en contra de la causa de la Patria a objetos de tanta importancia, y que tal vez son habidos del sudor y sangre de los mismos naturales..

(…) Vigésimo Séptimo:

Hallándome cerciorado de los excesos horrorosos que se cometen por los beneficiarios de la hierba no solo talando los árboles que la traen sino también con los naturales de cuyo trabajo se aprovechan sin pagárselos y además hacen padecer con castigos escandalosos, constituyéndose jueces en causa propia, prohíbo que se pueda cortar árbol alguno de la hierba so la pena de diez pesos por cada uno que se cortare, a beneficio la mitad del denunciante y para el fondo de la escuela la otra…”, hecho en el campamento de Tacuarí, el 30 de diciembre de 1811.

Uno de los textos más hermosos, profundos y actuales de la historia argentina. Una especie de mapa que debe contrastarse con la realidad social y política de cada provincia del país. Uno de los documentos menos difundidos de Belgrano.

No es por casualidad. Todo lo contrario.

Dos clases

“Se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; la una dispone de los frutos de la tierra, la otra es llamada solamente a ayudar por su trabajo la reproducción anual de estos frutos y riquezas o a desplegar su industria para ofrecer a los propietarios comodidades y objetos de lujo en cambio de lo que les sobra. El imperio de la propiedad es el que reduce a la mayor parte de los hombres a lo más estrechamente necesario”, escribió Manuel Belgrano, en “La Gaceta”, del primero de setiembre de 1813.

“…el vestido de los héroes de la Patria, siempre tirados y siempre en trabajos  y poco menos que desnudos”, escribió Don Manuel en una de sus 370 cartas reunidas en el llamado “Epistolario Belgraniano”, recientemente editado.

El párrafo hace mención a sus compañeros de armas. Los describe como héroes de la Patria. Son anónimos. Pero ellos son los héroes. Los protagonistas de la historia.

Para Belgrano, entonces, el sujeto social son las masas anónimas, las que combaten en el interior en pos de una nación americana.

“Llora la guerra civil y destruidora en que infelizmente está envuelta la América”, se lamentaba el dirigente que había sido educado en España en medio de las privaciones económicas propias y las de toda su familia. Se recibió de abogado, volvió y a los 24 años ya era secretario del consulado en Buenos Aires.

Ya estaba “hecho”, según el malversado sentido común de estos tiempos.

Sin embargo repetirá una y otra vez un concepto político existencial desmesurado. Una infranqueable intransigencia contra toda forma de corrupción.

“Ofrezco a VE la mitad del sueldo que me corresponde, siéndome sensible no poder hacer demostración mayor, pues mis facultades son ningunas y mi subsistencia pende de aquel, pero en todo evento sabré también reducirme a la ración del soldado, si es necesario, para salvar la justa causa que con tanto honor sostiene VE”, dijo e hizo el abogado economista  transformado en militar.

“No quiero pícaros a mi lado…Lo mismo es morir a los cuarenta que a los sesenta, no me importa y voy adelante, quiero volar, pero mis alas son chicas para tanto peso”.

¿Cuál era el vuelo que quería remontar Belgrano?.

¿Qué cielo imaginaba para esas masas miserables que lo seguían?.

¿Por qué le achicaron las alas al general?.

Dice y repite que en las revoluciones “los que las intentan y ejecutan, trabajan las más de las veces para que se aprovechen los intrigantes… es la época de aprovecharse”. Pero él no se aprovechó. Estuvo siempre a la orden de los distintos gobiernos que se hicieron cargo de un país todavía enemigo de sí mismo. De una colonia que quería cambiar de dueño y formar parte, relaciones carnales mediante, con la potencia hegemónica de entonces, Gran Bretaña.

“Entré a esta empresa con los ojos cerrados y pereceré en ella antes que volver la espalda…”, confesó y fue fiel a esas palabras.

Palabras refrendadas con hechos. Palabras de un político refrendadas con hechos.

Un compromiso hasta la locura

Compromiso. Como así se le llamaba a la coherencia en los años setenta del siglo XX también en estas tierras de América latina.

Un compromiso que lo llevaba a la locura.

En Vilcapugio, Belgrano estaba “parado como un poste en la cima del morro, con la bandera en la mano, parecía una estatua”, narran los historiadores. Allí estaba, en medio del desbande, sosteniendo la bandera por la que había sido juzgado.

¿Por qué ese hombre que había logrado un difícil, pesado y fatigoso ascenso social se exponía a la muerte en un sucio campo de batalla?.

También sostienen los cronistas oficiales que Belgrano, en  la retirada de Vilcapugio, se ubicó en la retaguardia y cargó un fusil y cartuchera de un herido.

Estaba cargado de ideas y proyectos. Enamorado de un país inventado en las mesas de cafés clandestinos antes de que estallara el 25 de mayo.

“Crea V que es una desgracia llegar a un país en clase de descubridor”, dijo en una clara demostración de inteligencia y modestia.

Allí se juega el destino de sus sueños. Las ideas de un grupo de una incipiente clase media que tomó el cielo por asalto y que no entendía que allá lejos, a través de ríos y pampas, allá en el interior, se pensaba y se creía en otras cosas. Será un choque para Belgrano, Castelli y los otros revolucionarios. Eso es lo que connota esta primera impresión de Don Manuel cuando se entrevista con la gente de carne y hueso del país que tendrá que descubrir. “Esta gente son la misma apatía; estoy convencido de que han nacido para esclavos”, dijo.

Repitió en abril de 1818: “todo es país enemigo para nosotros, mientras no se logre infundir el espíritu de provincia, y sacar a los hombres del estado de ignorancia en que están, de las miras de los que se dicen sus libertadores, y de los que los mueven para satisfacer sus pasiones”.

Fuente: “Los caminos de Belgrano”, del autor de esta nota.

 

(*) Carlos del Frade. Periodista. Diputado Provincial Frente Amplio por la Soberanía.

Ilustraciones: Pablo Lobato

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