Por Luca de Rico (*)
“El Estado Nacional garantiza vacunas gratuitas en centros de salud y hospitales públicos de todo el país”, reza un cartelito en cualquier cartón de leche, por encima del Calendario Nacional de Vacunación.
El vergonzoso acto en el Congreso organizado por el PRO donde un hombre “demuestra” que la vacuna contra el Covid-19, enfermedad que mató a millones de personas, lo “imantó”, nos alarma de la contradicción de que, a cargo del propio Estado, está un sector político que niega la utilidad de las vacunas y reniega de las regulaciones sobre los productos de sus amigos farmacéuticos, a costa de la salud del pueblo.
De esta manera, como indican los últimos boletines epidemiológicos del Ministerio de Salud, aumentaron en el país los casos de enfermedades prevenibles por vacunas, como el coqueluche (103% y siete bebés fallecidos en una semana), el sarampión y la rubéola (1650%). Los 124 muertos por fentanilo en medicamentos contaminados que dejó la desregulación de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica también fueron consecuencias letales del abandono del Estado.
Durante años, Argentina fue vanguardia mundial en materia de salud pública. El Calendario Nacional de Vacunación, además de ser muy abarcativo, iba acompañado de campañas de prevención de enfermedades y promoción de vacunas, además de una política en la que el Estado buscaba activamente a los niños para su vacunación. Actualmente, el Ministerio de Salud no se mueve para promover o aplicar medidas sanitarias, y el gobierno de Milei hasta desfinancia las investigaciones que le valieron a nuestro país y al mundo técnicas y descubrimientos que siguen utilizándose hoy en día en todas las especialidades médicas.
Un Estado presente o ausente implica ventajas o desventajas materiales muy importantes. Se ausenta cuando busca expandir las ganancias de una minoría (la clase dominante), escindiéndose de los problemas, dejando a los menos favorecidos a merced de las injusticias de los más poderosos e interviniendo alevosamente en favor de los que ganan siempre cuando esto no alcanza.
Este es el modelo de todas las experiencias neoliberales de la historia, incluida la Argentina de la dictadura, la de la previa al 2001 y la de 2023 a la actualidad. Controlado por la burguesía intermediaria, tiene como consecuencias la profundización de la desigualdad, la expansión de la pobreza y la pérdida de soberanía ante los imperialismos.
Un Estado presente controlado por la burguesía nacional, como el primer peronismo, amplía los derechos y el bienestar de la mayoría; controlado por los trabajadores, como China hasta 1978, asegura la plenitud de derechos y la retribución justa para todos los ciudadanos.
Para lograr objetivos populares, el Estado debe meterse en los asuntos sociales, políticos, económicos, culturales, ambientales e internacionales del territorio que controla. En otras palabras, cumplir con su rol organizador, pero velando por los intereses de los sectores mayoritarios, para alcanzar la cercanía al pleno empleo, el crecimiento de los salarios y el consumo y la mejora de las condiciones laborales.
Además de la democratización del bienestar, esto implica la toma de decisiones respecto a los asuntos de interés nacional, como la estatización de los recursos naturales y las empresas estratégicas, la industrialización, la nacionalización del comercio exterior y la lucha contra la penetración imperialista. En otras palabras, un Estado presente en favor de los intereses mayoritarios tiene como condición necesaria la defensa de la soberanía de su país.
Quiénes dirigen el Estado determina si el pueblo argentino tiene salud o coqueluche.
(*) Luca de Rico. Estudiante de Comunicación Social. UNR.

