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CIENCIA SOBERANÍA

En defensa de lo nuestro: Ciencia Argentina para el desarrollo de un país soberano

Por José Octavio Carloni (*)

La semana pasada, la titular de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, Alicia Caballero, anunció a las autoridades universitarias del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) que, por al menos dos años, no se iniciarán nuevas investigaciones científicas en el país, lo cual causó un fuerte impacto en la comunidad científica. Es que ya no solo se trata de un ajuste de recursos, sino directamente del cierre de investigaciones. A su vez, esta decisión desconoce el mandato de una ley nacional, la ley de financiamiento del sistema nacional de ciencia (ley 27614) que obliga al financiamiento estatal a las investigaciones de base.

Este ataque a la Ciencia e Investigación por parte del gobierno de Javier Milei no es nuevo. Seguramente, todos recordamos las frases y los términos con los que el ahora presidente se refería de manera peyorativa al Conicet y a otras instituciones públicas de Investigación: “Eso tiene que quedar en manos del privado… que se ganen la plata sirviendo al prójimo como la gente de bien”; “El Conicet tiene más empleados que la NASA y produce menos”; “¿Qué productividad tienen? ¿Qué han generado los científicos?”. Pero esas frases, que parecían ser solo una munición más en el arsenal discursivo que desplegó el entonces candidato contra todas las instituciones de carácter público, pasaron a convertirse, desde el 10 de Diciembre del pasado año, en medidas concretas de ajuste que fueron asfixiando paulatinamente al Conicet, universidades y demás instituciones públicas de Ciencia e Investigación.

Como Milei parece desconocerlo cuando pregunta “qué han generado los científicos” y como el objetivo de esta nota es, entre otras cosas, dar a conocer el enorme valor de nuestros científicos e investigadores, ya para querer y defender algo primero hay que conocerlo, creo necesario repasar los principales avances científicos argentinos de los últimos años, para tratar de dimensionar el tremendo impacto que va a tener esta medida sobre el desarrollo de nuestra Patria.

#1 VACCIMEL

Es la PRIMERA VACUNA aprobada contra el melanoma cutáneo EN EL MUNDO. La vacuna ya fue aprobada por la Anmat, que ahora evalúa el producto presentado por un laboratorio que está a cargo de la producción. Instituciones a cargo: Instituto Leloir y Conicet

 #2 DIABETES

Una nueva terapia para recuperar la función de los riñones. Científicos argentinos desarrollaron un tratamiento que, a través de células madre extraídas del cordón umbilical, posibilitaría la reparación del tejido afectado de los riñones y no sería necesaria la diálisis o el trasplante. Instituciones a cargo: Conicet, la Universidad Nacional de Morón y la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires.

 #3 VACUNA CHAGAS

Se espera que en los próximos dos años se empiece a probar en humanos y, en caso de que los ensayos sean exitosos, se aplique de manera masiva. La importancia es central ya que se estima que el Chagas afecta a 1.3 millones de personas. Instituciones a cargo: Conicet y la Universidad Nacional de Buenos Aires.

#4 CÁNCER

Científicos lograron desarrollar un potente tratamiento para el cáncer a partir de anticuerpos monoclonales anti-MICA. La intención de este descubrimiento es que se pueda realizar una inmunoterapia que retrase el crecimiento de los tumores. Instituciones a cargo: Conicet.

#5 EL LANZADOR DE SATÉLITES TRONADOR II

Estaría listo en 2029. Seis años parece mucho, pero los satélites que se lancen a través de Tronador II podrán prestar servicios estratégicos como Internet, telecomunicaciones o análisis ambientales que permitan combatir el cambio climático en el país. También, se podrá prestar servicio a la región y Argentina pasará a formar parte de las diez naciones (la única en Latinoamérica) que realizan el ciclo espacial completo: no solo diseña sus propios satélites, sino también los enviará al espacio.

Instituciones participantes: La Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), la empresa estatal Veng, las universidades nacionales de La Plata y de Mar del Plata.

A su vez, Argentina es el único país de la región que ha desarrollado su propia vacuna contra el Covid-19: “Arvac: Cecilia Grierson”. También hemos construido y lanzado satélites de comunicaciones y diseñado y construido reactores nucleares de última generación que no sólo se han exportado, sino que generarán un suministro nacional de radioisótopos para uso médico crucial. Somos el décimo (10) país del mundo en número de empresas de biotecnología, un logro sorprendente que promete grandes avances en medicina y agricultura. Y así podríamos seguir un largo rato. Todos estos avances fueron posibles gracias al apoyo del estado a la investigación básica. Como expresaron los 68 premios nobel que firmaron la carta dirigida a Milei: El desarrollo económico y social de las sociedades modernas y la creación de riqueza a partir de los recursos naturales de un país están estrechamente ligados a una fuerte inversión pública en ciencia y tecnología.

Ante semejante evidencia, cabe preguntarse: ¿Cuál es el motivo detrás del desprecio y del ajuste de Milei hacia la Ciencia e Investigación Nacional? ¿Realmente cree que los científicos son inútiles que no producen nada y que usan plata del estado para investigar cosas que en nada contribuyen al desarrollo de la Nación? ¿Será que, al igual que las universidades públicas y los jubilados, la ciencia es para el presidente una variable más a ajustar para cumplir a rajatabla con su tan preciado equilibrio fiscal? ¿O hay en realidad un motivo mucho más triste y lamentable para los destinos de nuestra Patria, que tiene que ver con subordinar nuestro país a las exigencias de las potencias imperialistas y profundizar nuestra dependencia a cambio de cierto respaldo internacional a su gobierno y de las famosas “lluvia de inversiones” que nunca llegan?

Es que por más que busquen ocultarlo, disfrazarlo, o distraernos con el bombardeo mediático cotidiano, es cada vez más evidente que en todas las medidas de Milei hay una clara intención de entregar el país y sus recursos y profundizar nuestra condición de país dependiente. La venta de centrales hidroeléctricas, las desregularizaciones en la Hidrovía, el RIGI, el recorte a la educación pública y el desmantelamiento de las instituciones de la ciencia e investigación son solo algunas pruebas de esto. De hecho, el recorte a la ciencia que realiza este gobierno cipayo y entreguista es un ejemplo bien claro para entender la vocación de servidumbre que tiene Milei hacia el poder económico internacional, porque el ajuste que hace no afecta a los proyectos científicos que buscan maximizar las ganancias de las grandes cerealeras y agroexportadoras extranjeras o de empresas como Bayer y Monsanto, sino únicamente a los becarios, científicos e investigadores que pueden llevar adelantes proyectos en pos del progreso de nuestro país. Esto demuestra que para Milei la contradicción no es ciencia sí o ciencia no, sino qué ciencia y al servicio de quién.

El objetivo de este gobierno parece ser cada vez más claro: aplastar toda posibilidad de desarrollo soberano de la Argentina. Lo que debería entender este gobierno, que construyó su épica a partir de la palabra “libertad” y que supo entusiasmar con ese concepto al 55% de los votantes, es que hay una contradicción antagónica entre los conceptos de “dependencia” y “libertad”, porque en términos de Nación no hay libertad posible sin ejercicio pleno y cotidiano de la Soberanía.

En este sentido, la decisión del gobierno de recortar las nuevas investigaciones es repudiable y debería despertar no solo la indignación de, por lo menos, toda la comunidad universitaria y científica, sino la preocupación de toda la sociedad sobre el futuro del país. No por una cuestión meramente ideológica, sino por una cuestión esencialmente práctica: frente a un mundo en constante crisis social-económica-ambiental, en el que los países empiezan a virar hacia nacionalismos y proteccionismos, reforzando las fronteras y sistemas de defensa, priorizando las industrias locales y sus empleos; frente a un mundo amenazado por la posibilidad de nuevas epidemias y pandemias debido a las mutaciones de virus y al aumento de la resistencia antimicrobiana de los organismos patógenos y frente a un mundo con una disputa creciente entre las distintas potencias mundiales por los recursos naturales de países dependientes como el nuestro, no parece muy inteligente recortar las investigaciones y desmantelar las instituciones públicas de ciencia y tecnología, que representan la única posibilidad de desarrollo del país y de valorizar el trabajo argentino.

En un mundo como el que nos toca transitar es estratégico invertir en ciencia y educación. No hay uno solo de todos los países que Milei admira (Irlanda, Estados Unidos, Alemania, Israel) que no lo haga. Detrás de los grandes avances científicos de la historia reciente puede verse la mano del estado ayudando a esos proyectos. Es necesario que el gobierno dé marcha atrás de manera urgente con esta medida, ya que cortar las investigaciones del país puede generar atrasos y consecuencias que requerirán años en ser revertidas. Si el problema es cómo financiarlas, deberá por un momento ser fiel a sus promesas de campaña y avanzar de una vez y por todas con aquello que tanto predico y por lo que, sin dudas, lo votó la gran mayoría: ajustar a la casta. Pero a la casta de verdad, la que nunca pierde. La que crisis tras crisis vemos salir fortalecida. El argumento de “no hay plata” ya no es válido. Hay plata en la partida millonaria para la SIDE; hay plata en las evasiones fiscales de las agroexportadoras de bandera extranjera; hay plata en las grandes fortunas que aportaron de manera extraordinaria en la pandemia; hay plata en los 1200 terratenientes que tienen en posesión el 40% del territorio argentino. En síntesis, plata HAY, solo hay que tener la voluntad política de buscarla.

Como sociedad, tenemos el deber de luchar para hacerle entender al gobierno que una victoria electoral (siempre transitoria) no le da el derecho a Milei, ni a nadie, de atentar contralo más preciado de nuestra historia y lo que, en definitiva, constituye lo que somos como Nación. Porque, además de ser el país del Diego, de Messi y el Papa, el nuestro es el país de Milstein, Leloir y Houssay. El nuestro es el país de ARSAT y ATUCHA. El nuestro es también el país del Balseiro y del Conicet, la institución científica con más prestigio del continente. El nuestro es el país de la Educación Pública que es la envidia sana de nuestros hermanos latinoamericanos. Y, sobre todo, aunque nos quieran hacer creer lo contrario, el nuestro es un país profundamente orgulloso de su pueblo y su potencial creativo. Y eso quedó demostrado en la histórica marcha del 23 de abril, donde más de un millón de personas confluimos en las calles para defender no solo la historia y el legado de nuestra Ciencia y Educación Pública, sino algo más importante aún y que le da sentido a ésta: el futuro de nuestra Patria y de sus hijos.

Esta es una semana clave, en la que se discute en el Congreso de la Nación la Ley de Financiamiento Universitario y en la que, espero, se va a discutir también en las aulas y los pasillos de cada Facultad, en los bares, en las calles y en cada lugar de trabajo el valor y la necesidad de una Educación y un sistema científico y tecnológico apoyado por el Estado. Espero que los argumentos expuestos en esta nota aporten a dicha discusión y contribuya a que cada vez seamos más los que afirmamos que sin Educación, Ciencia e Investigación Pública, no hay futuro.

 

(*) José Octavio Carloni Estudiante Universitario de Medicina – Consejero Superior de la UNR por la agrupación ALDE

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