Entrevista a Silvio Acosta, integrante de la comisión interna de Acindar
– ¿Cuál es la situación actual en Acindar?
Actualmente, el 80% de la planta está paralizada. Esto implica que alrededor de 600 compañeros se encuentran suspendidos, en el marco de un acuerdo que firmamos el año pasado y renovamos este año. Ese acuerdo nos ha permitido, hasta ahora, frenar los despidos que la empresa venía planteando —y sigue planteando—, en un contexto de fuerte caída de la producción.
Nosotros pasamos de producir 1.200.000 toneladas anuales a alrededor de 600.000 toneladas en los últimos dos años, es decir, la mitad. Por eso la empresa argumenta que “sobra gente”, y las suspensiones vienen funcionando como un freno a los despidos.
– ¿Cuáles creen ustedes que son los motivos de semejante caída en la producción?
Principalmente, la causa es la caída de la obra pública, que se redujo en casi un 40%, además de una baja general en el consumo de la construcción privada.
Y si bien todavía no es la causa principal, ya empieza a impactar el ingreso de acero desde China, Turquía y Brasil. A eso se suma la apertura total de importaciones. Como decía el Gral. Manuel Savio, “el acero es la madre de todas las industrias”.
Por ejemplo: si entra una cubierta de auto del exterior, eso es un problema porque esa cubierta contiene alambres de acero que antes se fabricaban acá. Lo mismo ocurre con un colchón importado, que también incluye resortes hechos con acero local. Así podríamos dar infinidad de ejemplos de cómo la apertura indiscriminada afecta la producción siderúrgica nacional.
Hoy en la Argentina, el modelo productivo está enfocado en desarrollar la minería, Vaca Muerta, el litio y el agro. Nosotros no decimos que esos sectores no deban desarrollarse, pero el gobierno plantea que el resto de la industria debe “arreglárselas” y competir. Eso es absolutamente falso. No es cierto que el desarrollo industrial dependa de la apertura y la competencia externa.
El problema es que el gobierno, en lugar de proteger e impulsar la industria nacional y el empleo, acomoda las condiciones para que las empresas extranjeras se queden con el mercado interno, destruyendo la producción local. Y eso ocurre porque necesita dólares que luego busca fugar para beneficiar al sector que representa.
Esa lógica nos lleva a una recesión brutal y al cierre masivo de empresas. Estamos yendo hacia una situación muy parecida a la de los años 90, que acá en la zona se recuerda bien con el cierre de SOMISA.
Todo esto golpea el ánimo de los compañeros, por la incertidumbre de no saber cómo sigue esto. Hay muchos trabajadores con deudas acumuladas en tarjetas de crédito, aumentaron los casos de estrés laboral, y hay un número creciente de carpetas médicas por causas psicológicas derivadas de esta situación.
– ¿Qué proponen ustedes? ¿Cómo ven una salida posible?
Nosotros entendemos que esto no es solo un problema de los metalúrgicos. Afecta también a las pymes y a toda la producción regional. Si no se define un cambio de modelo productivo que proteja a la industria nacional, esto se va a complicar cada vez más. Por eso, creemos que es un deber de todos defender la industria y debatir colectivamente cuál es la mejor alternativa.
Si me preguntás a mí, la salida pasa por volver a fabricar lo que ya supimos hacer en Argentina: barcos, vagones de tren, vías férreas y muchas cosas más.
Porque no se trata solo de salir a luchar o no; el problema es mucho más profundo. Hace un mes tuvimos un conflicto importante: pasamos cuatro días en la puerta de la fábrica peleando por nuestra paritaria, que viene atrasada desde hace un año. Si bien tenemos un acuerdo interno, a nivel nacional no está cerrado.
Para que se entienda la magnitud del problema: durante la pandemia entraron 100 compañeros para cubrir al personal licenciado por enfermedad. Cuando la producción empezó a caer el año pasado, esos 100 contratados fueron los primeros en salir. Nos reunimos con varios de ellos para saber cómo estaba su situación actual y, de esos 100, solo dos tienen empleo formal: uno en una estación de servicio y otro en un supermercado. El resto está “changueando” — o como se dice ahora— o convertido en “emprendedor”: manejan Uber, hacen delivery, venden comida o productos por aplicaciones. Lo que antes llamábamos desempleo, hoy se disfraza con otros nombres.
Creemos que la salida está en una gran unidad de todos los sectores productivos y sociales, por soberanía, trabajo, producción y justicia social.