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ECONOMIA

Algunas consideraciones sobre la inflación.

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Puede leerse en un artículo realizado por el gran economista argentino Horacio Ciafardini (revista el Porteño 1984) que la inflación es un proceso de aumento sostenido y generalizado de los precios, pero la clave de ésta es que los distintos precios aumentan con ritmos e intensidad diversa. De aquí el viejo dicho que los precios suben por el ascensor y los salarios por la escalera, siendo este último uno de los principales precios de la economía, el de la fuerza de trabajo.

De lo dicho se desprende uno de los principales efectos que tiene la inflación, el de abaratar el precio de la fuerza de trabajo. En particular durante los últimos 6 años (y más atrás también) los salarios y jubilaciones han ido aumentando nominalmente, pero siempre (o casi siempre) por debajo del ritmo al que aumentan los precios de los bienes y servicios; es por ello que cada vez mas los ingresos de los asalariados sirven para adquirir menos productos, “le sobra demasiado mes al sueldo”.

Sobre las causas que generan los procesos inflacionarios existen distintas doctrinas. Una de las que actualmente se encuentra en boga, y con mucha prensa, acusa a la emisión monetaria como el responsable de la misma. Esta, se basa en la teoría cuantitativa del dinero, la cual se encuentra próxima a cumplir 500 años. Fue pensada en y para una sociedad por completo distinta de la actual, en esa época el dinero era el oro o la plata y el nivel de actividad (producción) se mantenía relativamente estable año tras año.

Esta postula que la cantidad de dinero (M) multiplicada por la velocidad de circulación del mismo (V) es igual a la cantidad de transacciones (Q) multiplicado por sus precios (P), y se simboliza en la ecuación M*V = P*Q. Si la velocidad de circulación es relativamente fija, al igual que la capacidad productiva de una sociedad, cada incremento del metálico generaba condiciones para un aumento generalizado de los precios. Por ello en el siglo XVI (años 1500) el aluvión de oro y plata, ingresado en Europa a través de España, dio lugar a las observaciones que fundaron esta teoría. Además que el saqueo de los pueblos originarios de América abarataba enormemente el tiempo social necesario para la obtención de los metales preciosos.

La corriente hegemónica en el pensamiento económico, habitualmente identificada como neoliberal, adopta esta doctrina y más allá de algunos pocos refinamientos interpreta la realidad social actual a la luz de la misma. De aquí que se exponga al déficit fiscal como causante principal de la inflación, dado que el mismo se terminará financiando con un aumento en la cantidad de dinero circulante[1]. A lo largo de nuestra historia han sido varios los pretendidos intentos de combatir a la inflación con recetas acordes a esta línea de pensamiento; todas han fracasado. La más reciente fue durante la gestión macrista con la implementación de las metas de inflación[2] (inflationtargeting) por parte del Banco Central (BCRA), ante la evidente impotencia en contención de precios de esta estrategia el gobierno no dudo en complementarla con otras mediadas no oficiales[3] que también fracasaron y como resultado han terminado por acelerar el ritmo y nivel de aumentos de precios.

Otro de los posicionamientos actuales parte de negar totalmente la influencia de la cantidad de dinero y del déficit fiscal en la inflación. Parte de la idea que este este fenómeno se debe casi exclusivamente a la puja distributiva entre los distintos sectores sociales. De allí las medidas que han impulsado se centran en poner topes a los aumentos de precio (precios máximos, acuerdo de precios, tope en los aumentos salariales, prohibición de exportación, etc) sin intervenir directamente en la producción; pero a la cual terminan por afectar de la peor manera. Dado que estas medidas al ser generalizadas golpean en mayor proporción a los pequeños y medianos productores generando condiciones para un aumento de la concentración y centralización de la producción. Con lo cual este tipo de política antiinflacionaria también ha fracasado, siendo hoy la base de sustento para las teorías más reaccionarias.

La economía política clásica al igual que la marxista han tratado de responder a 4 grandes interrogantes sobre la organización social. ¿cuánto se produce? ¿qué se produce? ¿cómo se produce? y ¿cómo se distribuye lo producido socialmente?

La corriente de pensamiento hegemónica en economía se centra casi exclusivamente en la primera. Importa solo el cuanto, se aduce que lo demás es secundario. A través de los mercados y el intercambio se puede acceder a los distintos productos (no importaría el qué), que este mecanismo excluiría a los “ineficientes” (no importa el cómo), y la distribución depende de la participación de cada uno en la producción, y por lo tanto si esta aumenta, aumentaría también la cantidad que cada sector obtiene. Otra corriente de pensamiento, criticando justamente las “fallas del mercado” y/o por motivaciones políticas sostiene que es crucial un esquema distributivo distinto del actual, pero dejan inalteradas las bases sobre la cual se asienta actual distribución de ingresos; es decir que no resuelve el problema, tan solo (si es que lo consigue) se obtiene una breve mejora momentánea.

Una verdadera política antiinflacionaria debería contemplar los cuatro interrogantes fundantes de la economía política como ciencia. Es importante cuanto se produce y como se distribuye, pero esto no es independiente de las otras dos cuestiones centrales: que es lo que se produce y (sobre todo) como se produce.

Sirve de ejemplo una advertencia realizada por un tradicional periodista político; dice C. Pagni en el oligárquico diario La Nación (26/10/2021) “¿Qué relación hay entre la emisión monetaria y la inflación? Sobre eso hay una enorme discusión entre los economistas. Pero los que forman precios, los que toman decisiones económicas, los que tratan de cubrirse de la inflación creen que hay una relación directa entre emisión e inflación.” Traducido: en un país dominado por monopolios, mayoritariamente extranjeros, y mercados fuertemente cartelizados, es decir con actores con “poder de mercado” (fijar precios), todo aumento en la cantidad de dinero en circulación -antes que aumentar la producción o mejorar la distribución de los ingresos- genera condiciones para que se den nuevos aumentos en los precios.

Es por ello que cualquier plan antiinflacionario que busque beneficiar a las mayorías debe, además de las distintas regulaciones y cambios financieros, tributarios, comerciales, etc, basarse en la transformación de la estructura económica productiva, en la desmonopolización de los mercados y en un fortalecimiento de la soberanía nacional.


[1] Sobre las causas que originan el déficit en las cuentas públicas y sus posibles soluciones hay mucho por debatir, pero esto puede ser motivo de otra nota.

[2] De marnera breve y esquemática se puede decir que dicha política se basó en quitar pesos de circulación a través del ofrecimiento de una elevada tasa de interés.

[3] Como por ejemplo la contención del tipo de cambio, “planchar el dólar”. Esto, además, permitió el famoso “carrytrade” y una de las más fabulosas tasas de ganancia en dólares en el mundo, a través de las especulación.

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