Por Luis Molinas (*)
Este 9 de diciembre se cumplen doscientos años de la Batalla de Ayacucho.
El combate, que culminó el largo proceso de liberación de América del Sur de la dominación española.
En 1824, habían transcurrido más de 300 años desde la conquista.
300 años de crueles matanzas y brutal opresión de los pueblos originarios.
Y por eso mismo, 300 años de resistencia y lucha permanente por la libertad.
Finalizando el siglo XVIII, en 1770, se desató la más formidable de esas insurrecciones bajo el mando del cacique TUPAC AMARU, José Gabriel Condorcanqui, que alcanzó a la mayor parte de América del Sur. Mas de 100.000 hombres y mujeres sublevados/as hirieron profundamente el dominio español, particularmente en los virreinatos del Perú y el Rio de la Plata.
La sublevación profundizó al máximo la resistencia de otros sectores criollos y negros, también sometidos. Nada fue igual después del grito final: “Volveré y seré millones”.
La lucha siguió con picos como la insurrección de Chuquisaca (Sucre) el 25 de mayo de 1809, seguida de la de La Paz (16 de julio), ambas en el Alto Perú, hoy Estado Plurinacional de Bolivia.
También el territorio actual de Perú fue sacudido por una serie de alzamientos. En 1811 en Tacna se subleva Fco. De Zela, en 1812 Huánuco se levanta bajo las órdenes de un originario (Ara) y en 1814 se conmueve el Cuzo con los Pumacahua. Y la declaración de la independencia de Cangallo.
Casi quince años de lucha sin tregua del pueblo peruano. De sus hombres y sus mujeres: Micaela Bastidas (al mando de tropas), Brígida de Ochoa, Ventura Ccalamaqui (originaria), María Parado de Bellido (mártir), entre las miles de ignoradas por la historia.
A lo que se suma el desembarco en Paracas del Ejercito Libertador argentino chileno al mando del General San Martin que acelera el proceso independentista.
Primero Lima y después Cuzco, los bastiones del imperio español, herido por las luchas en su territorio de los liberales de Riego contra Fernando VII y los invasores franceses, tambalean.
Bolívar y Sucre, triunfantes en la Gran Colombia, desde el norte. Los restos del Ejército Libertador por el Este. Y la lucha de republiquetas de los 200 caudillos del Alto Perú (Güemes, Juana Azurduy, Warnes, los Lanza, etc), que presionan desde el sur. Obligan a las tropas de élite del imperio español, veteranas de las guerras europeas a presentar las batallas decisivas.
Primero en Junín el 6 de agosto de 1824, donde se produce una gran victoria. A 4000 m sobre el nivel del mar, en las alturas de donde salió a raudales el oro, la plata, el mercurio, para mantener el atrasado feudalismo español.
Para volver a encontrarse los ejércitos patriotas y realistas en los alrededores de la centenaria ciudad de Ayacucho. Entre 6000 y 8000 hombres por bando. El patriota con 4000 combatientes de la Gran Colombia, 2000 peruanos, 1000 chilenos, unos pocos centenares de argentinos y un puñado de voluntarios ingleses con el General Miller.
Allí se logró el triunfo que aseguró la independencia de América del Sur del imperio español. Si bien la guerra tendrá todavía algunos episodios como la batalla de Tumusla (Potosi) el 1 de abril de 1825, la caída de los puertos del Callao y Chiloé (1826) , el levantamiento de Aguilera en Vallegrande en 1828.
Habían sido necesarios 300 años de resistencia y quince años de guerra sin cuartel para que los ejércitos de criollos, originarios y negros, derrotaran el poder de una de las más poderosas potencias del planeta, el reino de España.
La traición
Los pueblos exhaustos, la mayor parte de los dirigentes revolucionarios muertos, algunos asesinados como Sucre y Moreno, otros perseguidos, desterrados o aislados como Castelli, Belgrano, Juana Azurduy.
Los originarios y los negros de nuevo a la mita y el trabajo casi esclavo, las mujeres a la doble opresión.
Mientras son promovidos generales que hasta ayer nomas eran oficiales de los sanguinarios ejércitos españoles, como Santa Cruz. Los grandes dueños de la tierra y los agentes de las nuevas potencias europeas como Inglaterra y luego EEUU, garantizaran las nuevas dependencias.
No sin lucha y resistencia. No sin combates por la soberanía y un desarrollo económico e industrial independiente, como el Paraguay de los López y de Francia, la Revolución boliviana de 1952 con la expropiación de las minas y las reformas educativa y agraria, el modelo de desarrollo de los mejores años de Perón en nuestro país, la revolución cubana, etc.
Sin embargo hoy, a doscientos años de Ayacucho, nuestros pueblos americanos siguen esclavizados a modelos económicos y políticos subordinados en lo fundamental como proveedores dependientes de materias primas para las grandes potencias, que en su feroz disputa colocan al mundo al bode de la guerra.
Mientras reinan soberanos, el hambre, el desempleo, la explotación y la opresión nacional.
Actualmente, en la zona de Ayacucho el 60% de los niños de la región sufren anemia, y reina la peor situación de salud y trabajo. Habiendo sufrido con Fujimori, las campañas de esterilización forzosa de las originarias, para eliminar el “excedente poblacional nocivo”.
Las nuevas dependencias.
Tiene un dramática carga simbólica que en estos días en Perú una dictadorzuela golpista y represora, festeje más la inauguración del puerto de Chancay que el aniversario de Ayacucho.
Dina Boluarte, fue impuesta en el poder por un golpe de estado asesino que derrocó con un disfraz constitucional al presidente Castillo elegido democráticamente por el pueblo. Golpe en que mostraron las garras muchos militares proyanquis, pero que ha asegurado un camino a favor de todas las potencias, en particular China. El tradicional dominio del imperialismo yanqui, está siendo confrontado crecientemente por el voraz imperialismo chino.
China ya es desde hace años el principal socio comercial del Perú. Y tiene un proyecto muy avanzado para consolidar ese predominio a través de las crecientes inversiones directas de capital sobre todo en la nueva minería y una carta brava: el puerto de Chancay.
El Puerto de Chancay
Se ha inaugurado en estos días en Perú, un nuevo superpuerto a 90Km al norte de Lima y no mas de 500 km del campo de batalla de Ayacucho, que desplazará al tradicional puerto de El Callao que fue el emblema del Virreinato del Perú por donde sangraban las riquezas del pueblo peruano.
La construcción, la propiedad y la administración pertenecen en lo fundamental a empresas chinas, como la Cosco.
Su objetivo primordial es asegurar el monopolio del comercio exterior, el embarque de las principales riquezas del Perú, que desde hace años exporta a China lo fundamental de sus productos: el cobre, y en el futuro litio y otros minerales.
Sera el principal puerto de América del Sur sobre el Pacifico, por donde pasará el 50% del comercio de China con América Latina que ya es de 580.000 millones de dólares anuales.
En Chancay habrá 15 puestos de atraque para los mayores portacontenedores del mundo. Pueden atracar además los súper graneleros y súper tanques, que no pueden pasar por el canal de Panamá.
Nadie dice si además pasará por Chancay el grueso de la cocaína que sale hoy para EEUU desde El Callao, Paita, etc.
China tiene además la propiedad de la mayoría de las minas, las concesiones de electricidad, y disputa muchas de las concesiones de Fujimori que vencen (como acá las de Menem). Más el proyecto de tren costero del pacifico que iría de Tumbes (frontera con Ecuador) a Tacna (frontera con Chile). Ferrocarril que se podría unir con Puno y de ahí a Bolivia y a Argentina. Y teniendo en cuenta que ya existe un camino pavimentado de San Pablo a Lima, pasando por el Cuzco.
Además de los terribles sufrimientos que ha impuesto al pueblo peruano la monoproducción, la subordinación a las exportaciones, etc., es difícil creer que EE.UU, otrora privilegiado en la dependencia del Perú, acepte en calma este cambio de rumbo. Lo que está y estará en el fondo de la inestabilidad del Parlamento y el gobierno peruanos.
Además de quedar, como nuestro país, sujetos al agravamiento en la disputa del mundo, incluida la guerra.
A 200 años continúa la lucha por la segunda y definitiva independencia de América.
El sueño de los originarios, criollos y negros combatientes por la independencia, del Che Guevara, de los pueblos, atraviesa momentos complicados, pero la historia con su terquedad se vuelve a imponer.
Cuando Dina Boluarte y Javier Milei nos hacen acordar al Virrey de la Serna y al general Goyeneche, sintiendo hasta placer por la entrega y la sumisión, la marcha de los pueblos no se ha detenido nunca.
La lucha y la unidad de las resistencias de América contra las viejas y nuevas dependencias, sigue siendo como hace doscientos años, una necesidad y la única posibilidad de libertad y felicidad de sus pueblos.
Ayacucho es un faro que sigue encendido en la memoria histórica americana.
(*) Luis Molinas
Sec. PCR Reg Santa Fe. Autor del libro “El Che y Bolivia” Ed. Ágora