“En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras los acosan constantemente, reciben sus doctrinas con la perversidad más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más inescrupulosa de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por así decirlo, y santificar hasta cierto punto sus nombres para “consuelo” de las clases oprimidas y con el fin de engañarlas, despojando al mismo tiempo, a la teoría revolucionaria de su esencia, mellando su filo revolucionario y vulgarizándola”.LENIN, El estado y la revolución.
Esta cita de Lenin, en referencia a Marx, es aplicable al caso de San Martín, no sólo en relación con su época contemporánea, sino también para las interpretaciones posteriores sobre su legado. Durante su vida, la élite criolla lo acusó de robarse el Ejército de los Andes o de buscar convertirse en un déspota cuando fue nombrado Protector del Perú. Rivadavia, responsable de contraer y malversar la primera deuda externa de nuestro territorio, lo acusó de corrupto. Alvear, quien estando al frente del Directorio ofreció al Imperio Británico la custodia de las Provincias Unidas, lo calificó de traidor a la patria.
Algunas de estas acusaciones fueron ciertas. San Martín fue un ideólogo de la desobediencia debida: cada vez que recibió órdenes para enfrentarse a los federales o para usar las armas contra el pueblo, no las cumplió. Sostenía: «la patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes».
Después de su fallecimiento, comenzó una campaña para «canonizar» a San Martín y despojarlo de su esencia revolucionaria. El revolucionario integral fue reducido a un «santo de la espada», un militar sin pensamiento político. Las clases dominantes se preocuparon por transformarlo en un ser moral abstracto; en las escuelas se nos reprodujeron, una y otra vez, las «Máximas a Merceditas», ocultando su pensamiento integral y, sobre todo, su obra política. Un pensamiento que provenía de un hombre con una biblioteca de más de 600 volúmenes, adherente de la Revolución Francesa y conocedor de las ideas revolucionarias de Rousseau, Montesquieu y Voltaire.
San Martín vs Milei
Las deformaciones o críticas no son solo del pasado; repercuten y reproducen en el presente. Como diría Alberdi, tan citado como incomprendido por el presidente: «la falsa historia es el origen de la falsa política». Su asesor original, Emilio Ocampo, descendiente de Alvear, afirmó durante la campaña: “San Martín no fue el Padre de la Patria ni el Libertador de América”.
Es muy difícil saber qué habría hecho San Martín en la actualidad, ya que los hombres y mujeres somos hijos de nuestro tiempo, como sostuvo Marx. Sin embargo, la obra y el pensamiento de San Martín están en las antípodas de Milei.
La idea de libertad. Milei pregona un liberalismo estrecho, centrado en la libertad individual: la libertad de mercado, de vender y comprar, incluso hasta los propios órganos del cuerpo. Es el individualismo más extremo. Por el contrario, San Martín aborda el concepto de libertad de manera diferente. Su famosa frase, «Seamos libres, lo demás no importa nada», refleja una visión de la libertad no como un asunto individual, sino colectivo. Para el Libertador, la libertad significaba liberarse del dominio español. En este sentido, la libertad es un llamado a la independencia y a la emancipación.
Soberanía o dependencia. Para el presidente, las potencias imperialistas y sus monopolios son el horizonte y modelo a seguir. Milei promueve la subordinación más directa al capital internacional. Según él, cuanto más subordinado esté el país, mayores beneficios obtendrá. Sus leyes y reformas implican una profunda declinación de nuestra soberanía. Hemos visto, consternados, a embajadores participando en reuniones de gabinete y a una canciller que reconoce los derechos de los kelpers en las Islas Malvinas. Incluso se trasladaron las reservas de oro a Inglaterra. La lista sería extensa. Por el contrario, San Martín enfrentó a una de las principales potencias extranjeras de su tiempo. Para el General, la dominación externa era la causa principal de los problemas regionales. Fue clave su participación, a través del delegado por Mendoza, Tomás Godoy Cruz, en la declaración de la independencia y en el agregado «de toda dominación extranjera».
Industria y liberalismo. La Ley de Bases y el Pacto de Mayo implican una profunda entrega nacional: apertura externa indiscriminada a los productos extranjeros, beneficios y facilidades extraordinarias para que los monopolios saquen nuestras riquezas. Es una política orientada a la destrucción de la producción nacional. Por el contrario, cuando San Martín fue gobernador de Cuyo, impulsó la industria local como parte de un proyecto general. Desarrolló la minería y creó el taller metalúrgico más importante del Cono Sur, a cargo de Fray Luis Beltrán, donde se producían armas y municiones y trabajaban 700 personas. Apoyó la agricultura local y generó planes de acceso a la tierra. El General defendió la producción local de vinos y cuestionó la apertura externa que permitía la entrada de vinos extranjeros, creando la primera ley de protección del vino argentino.
Sistema impositivo. Milei redujo los impuestos para los grandes monopolios y los bienes personales, mientras reintrodujo el impuesto a las ganancias para los trabajadores y aplicó un brutal aumento impositivo sobre la población en general. De tal forma que un trabajador minero paga impuestos a las ganancias, pero la minera no. Por el contrario, San Martín implementó una política impositiva en la que quien más tenía, más pagaba. Necesitaba reunir fondos para la formación del Ejército de los Andes, por lo que confiscó bienes de los contrarrevolucionarios, estableció un impuesto del 2% sobre las riquezas, expropió el diezmo de la Iglesia y obligó a las familias adineradas a «donar» sus joyas.
Élite o mayorías. Para Milei, la «gente de bien» son los generadores de ganancia. Explotar, saquear para generar plata, no importa cómo sino cuánto. “Elon Musk es un tipo genial. Qué importa si gana más plata”, sostuvo. Según él, las mayorías son aquellas que no se adaptan, los que no quieren trabajar 12 horas. No es casualidad que sus modelos sean Roca y Sarmiento, y que busque configurar una nueva versión de «civilización o barbarie». Por el contrario, en la acción de San Martín se observa una búsqueda por reconocer a las mayorías y a los sectores populares de la América profunda. En Mendoza, dictó la primera ley protectora de los derechos de los peones rurales. Consideraba a los pueblos originarios como “los verdaderos dueños de esta tierra” y les pidió permiso para realizar el cruce de los Andes. Apoyó a Belgrano en su propuesta de coronar a un descendiente de los incas. Aunque las presiones y limitaciones propias del general condicionaron la eliminación total de la esclavitud, estableció la libertad de vientres y la abolición de los servicios personales. “Un día se sabrá que esta Patria fue liberada por los pobres, y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros que ya no volverán a ser esclavos” (San Martín).
La patria no se vende, se defiende y se libera
Hay un hilo conductor en quienes creen que la patria está afuera y se ofrecen como mediadores de la dependencia. Aunque puedan tener diferentes apariencias, comparten una esencia cipaya o vendepatria. “La denigración de lo propio y la exaltación de lo ajeno”, habría sintetizado Jauretche.
La campaña de San Martín nos dejó varias enseñanzas. Identificó la dependencia colonial como la principal traba para el desarrollo de los pueblos y la patria. Llevó adelante un proyecto de liberación y de Patria Grande, protagonizado y sustentado por las masas populares, y enfrentó las continuas claudicaciones de las élites oligárquicas que impulsaban nuevas formas de dependencia.
En un nuevo aniversario de su muerte, es necesario rescatar el plan soberano que se ha gestado durante siglos para lograr un verdadero desarrollo independiente. Es imprescindible una segunda y definitiva independencia que haga realidad la “noble igualdad”. Como decía San Martín, “cuando la Patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.
La palabra lingote es de raíz inglesa. Y a 200 años del nacimiento de la deuda externa, a manos de Rivadavia con la casa inglesa Baring Brothers, el gobierno de Milei reverdece aquella historia. Y envía el oro del Banco Central a Londres.
Por Carlos del Frade
Fuente: Agencia Pelota de trapo
Raíz inglesa. De allí viene la palabra lingote. Según Joan Corominas en su célebre “Diccionario Etimológico”, la palabra lingote aparece en el castellano entre los años 1765 y 1783. De origen incierto aunque con connotaciones francesas de la palabra lingot pero derivada del inglés “ingot”, del año 1560, molde de fundir metales. En 1386, es decir siglo catorce, goten, palabra anglosajona, significaba “fundido”.
La palabra lingote, entonces, tiene raíz inglesa.
A doscientos años del inicio de la deuda externa con la casa inglesa Baring Brothers, el gobierno argentino de Javier Milei reverdece aquella historia al confirmar que enviaron lingotes de oro del Banco Central de la República Argentina a Londres, la vieja capital inglesa.
Como sucedió hace doscientos años, el sur muestra su dependencia de la misma forma.
La Asociación Bancaria denunció que los días 7 y 28 de junio de 2024, el Banco Central de la República Argentina cargó lingotes de oro en aerolíneas comerciales con destino a Londres.
Las empresas con las que viajaron los lingotes del oro del pueblo fueron la transportadora Loomis y la aerolínea British Airways.
Entre las dos operaciones habrían sacado del país el equivalente a unos 450 millones de dólares. En el banco suizo ya habría el equivalente a unos 500 millones de dólares y en total el Banco Central tiene en oro alrededor de 4.700 millones de dólares. En el gobierno esperan que esos lingotes funcionen como caución para que Basilea les otorgue alrededor de 4.700 millones de dólares líquidos.
Días después, el ministro de Economía, Luis Caputo, confirmó el viernes 19 de julio de 2024 que hubo una operación de envío de lingotes de oro del Banco Central (BCRA) hacia el exterior del país. “Con esta decisión, desde el Gobierno explicaron que buscan generar un rendimiento extra de los activos, en un escenario donde a la autoridad monetaria se le está dificultando la compra de divisas para incrementar las reservas”, dijeron los medios de comunicación.
-Es una movida muy positiva del Central. Porque hoy tenés oro en el Banco Central, que es como si tuvieras un inmueble adentro, un edificio: no lo podés usar para nada. En cambio, si tenés ese oro afuera, podés sacarle un retorno y la realidad es que el país necesita maximizar el retorno de sus activos. Tenerlo encerrado en el Central, sin hacer nada, es negativo para el país. Es mucho mejor tenerlo custodiado afuera, donde te pagan algo – agregó el ministro.
La historia oficial de la deuda externa argentina fija el principio de los empréstitos en la jornada del 19 de agosto de 1822, cuando la junta de representantes de Buenos Aires sancionó una ley que facultaba al gobierno a contraer un crédito con el objetivo de construir un puerto y las obras necesarias para generar agua corriente en la ciudad de la que alguna vez se había echado dos veces a los ingleses.
Uno de los ministros de aquel gobierno de la provincia a cargo de Martín Rodríguez era, justamente, don Bernardino, siempre cercano a los capitales y empresas inglesas. Trabajaba para ellos, tal como Milei trabajó para Eurnekián y hoy, como el presidente mismo y varios integrantes de su gabinete, siguen siendo sus empleados.
Aquel primer crédito debía ser por 2.800.000 libras esterlinas. El 1 de julio de 1824, el gobierno de Rivadavia contrae con la Banca Baring el empréstito por un millón de libras esterlinas.
La provincia de Buenos Aires, a cambio de aquella promesa de préstamo, «empeñaba todos sus efectos, bienes, rentas y tierras, hipotecándolas al pago exacto y fiel de la dicha suma de 1 000 000 de libras esterlinas y su interés».
De aquel millón de libras esterlinas llegó muy poco dinero. En oro, dicen las distintas fuentes históricas, apenas el 4 por ciento, alrededor de 20.678 libras. Nunca superaron, en libras esterlinas, las 570 mil. Pero la Argentina terminó pagando, alrededor de 1904, más de veintitrés millones de libras de aquel empréstito inicial en los tiempos de Rivadavia, que fueron los días del exilio de San Martín, de la persecución de Juana Azurduy y de la muerte en medio de la pobreza de Manuel Belgrano; las jornadas en las que se ahogaba la idea original de la Patria Grande, cuando Artigas ya estaba sumergido en la selva paraguaya y Bolívar se encaminaba, inexorablemente, a su muerte muy lejana a sus propios sueños.
Según el historiador inglés David Rock: “En Buenos Aires los especuladores entonces presionaron para que los beneficios del préstamo de Baring se repartieran y convertir la deuda interna en deuda externa, con la conversión al valor nominal de los títulos que habían reunido. Pero a su retorno de Europa, Rivadavia usó gran parte del préstamo para financiar un nuevo Banco Nacional. Como su predecesor, el banco fue en gran medida dominado por comerciantes británicos, quienes usaron sus facilidades de descuentos para financiar una nueva oleada de importaciones de Gran Bretaña.”
Para 1904, cuando se terminó de pagar el crédito, la Argentina había abonado a la casa Baring Brothers la suma de 23.734.766 pesos fuertes.
Los lingotes del Banco Central de la República Argentina, como hace dos siglos, no le pertenecen al pueblo argentino si no a sus eternos saqueadores. Lingotes que explican, en definitiva, el empobrecimiento de las grandes mayorías.
Fuentes: “Breve diccionario etimológico de la lengua castellana”, de Joan Corominas, Editorial Gredos; diario “La Nación”, sábado 20 de julio de 2024
Una de las referencias ineludibles para un camino emancipador
Quienes quieran oír que oigan;
Quienes quieran seguir que sigan.
Mi empresa es alta, y clara mi divisa:
Mi causa, la causa del pueblo;
Mi guía, es la bandera de la Patria.
J. D. PERÓN
(Del mensaje leído al prestar su juramento como Presidente de la Nación)
Este 1° de Julio, al cumplirse cincuenta años del paso a la inmortalidad del General Juan Domingo Perón, es imprescindible rendirle un merecido homenaje a uno de los hombres más trascendentes del siglo XX, una referencia ineludible para cualquier proyecto emancipador de nuestra Argentina.
Son horas difíciles y desgarradoras para el pueblo argentino.
En esta cruzada que tiene la Patria “herida” frente a los vendepatrias, antipatrias, regalapatrias, siendo negocio para monopolios extranjeros como en este gobierno de Javier Milei (hoy condensado con la aprobación de la Ley Bases), pretendiendo convertir a la Argentina en un protectorado, en una colonia, en una factoría, con nuevas formas de esclavizar a los pueblos y a las naciones bajo la voracidad del imperialismo, si hay algo que sintetiza la declinación de nuestra soberanía es la falta de un “proyecto soberano”.
Las enseñanzas de las páginas gloriosas de nuestra historia, de nuestros próceres y sus causas y legados, es que siempre la Patria fue, es, y será un desafío.
El pasado 20 de junio, “día de nuestra bandera nacional”, tuvimos el privilegio de protagonizar en la ciudad de Rosario el II Encuentro Federal por la Soberanía.
Con una masiva participación, con la adhesión de más de doscientas organizaciones,contando con la presencia de referentes académicos, científicos, sindicales, políticos, sociales, del empleo y la producción, estudiantiles, trabajadores de todos los ámbitos, de la región y de más de quince provincias del país, aunados en la búsqueda por darle contenido real y programático a la consigna “¡la Patria no se vende, se defiende!”, el grito unificado que enmarcó la jornada, hacíamos referencia a la obra de grandes hombres y mujeres que, como el General Perón y sus “Planes Quinquenales” y la Constitución de 1949, son una referencia ineludible para la Argentina justa, libre y soberana que soñamos, convencidos de la necesidad de construir un consejo nacional, federal, de planificación estratégica integral, con soberanía y emancipador. Un verdadero proyecto colectivo que parta del principio de defender y recuperar lo nuestro, de poner en valor nuestro potencial material y sobre todo el tesoro de los “recursos humanos” que sí tiene la Argentina. Un proyecto industrial que ponga en valor al mercado interno, a las economías regionales, al trabajo argentino y al empleo, pregonando la creación de ocho millones de puestos de trabajo industriales.
El Plan Quinquenal
El Plan Quinquenal y su realización fue lo que permitió por primera vez una planificación integral, estratégica, de corto y mediano plazo, de la soberanía argentina bajo el principio de defensa y de mantener nuestra integridad territorial, fluvial y marítima.
Además de la nacionalización de la banca, del comercio exterior, hizo posible la limitación como nunca antes tuvo el latifundio terrateniente donde en lo fundamental la tierra dejó de ser un bien especulativo y pasó a ser un bien productivo. Congeló los arrendamientos, hizo bajar el valor de la tierra y obligó a venderla dando prioridad a los arrendatarios facilitándoles créditos a tasa de interés cero, etc. Más de 60.000 arrendatarios pasaron a ser propietarios haciendo realidad para esa masa de inmigrantes súper explotada la consigna “la tierra para quien la trabaja”.
Así también el Estatuto del Peón Rural, la Ley más revolucionaria. Antes de Perón, como mil veces escuché en el relato de gringos y peones que no surgen de los libros, la oligarquía en las estancias “usaba el látigo” contra sus peones.
Con Perón vinieron las ocho horas de trabajo y el fuero laboral, el descanso dominical, el medio aguinaldo, las vacaciones.
Nuestro río Paraná tenía rango ministerial bajo la órbita del Ministerio de Obras Públicas de la Nación, luego desde la Dirección Nacional de Construcciones Portuarias y Vías Navegables que contemplaba al río como una integridad. Se ocupaban de administrar la estadística, la planificación de obras, puertos, trazos, dragado y balizamiento, flota, atención de las vías navegables, etc.
Estos son solo algunos ejemplos de los argumentos por los cuales decimos que “los hombres hablan por sus obras” y que es una experiencia de referencia ineludible adecuada al siglo XXI y de cara al futuro y a las necesidades de la Patria, más vigente que nunca: por su espíritu, su contenido político e ideológico y sus objetivos.
La Constitución de 1949
Con la sanción de la Constitución Nacional de 1853, y sus modificaciones, Buenos Aires plasmó en los papeles su hegemonía a fuerza de divisas y dependencia extranjera.
Las discusiones sobre el control del comercio exterior, el puerto único, la reforma agraria y la navegación de los ríos interiores, quedaba en los debates perdidos del Pacto Federal. Y con ellos, quedaban a un lado Artigas y su “tierra libre”; Belgrano y su desvelo por la industria nacional, la navegación, la educación, los originarios; Güemes y la defensa nacional; Azurduy y el antiimperialismo; San Martín y la independencia truncada.
Los dominadores abrazaban el constitucionalismo liberal, tan de moda y tan ajeno a los intereses del pueblo. Y ganó el centralismo del gobierno porteño, la deuda externa, el puerto único, el genocidio al Paraguay, la entrega de los recursos, la concentración de la tierra. Se sancionó la Constitución de la dependencia.
El constitucionalismo social, que se desplegó en el mundo en el siglo pasado, dejó su obra de ejemplo en Argentina. Bombardeos, fusilamientos y golpes de Estado, fueron necesarios para intentar derrotar al proceso que dio origen a la Constitución Nacional de 1949, tras la declaración de la Independencia Económica de 1947. Una junta militar, amiga del extranjero, tuvo que “derogarla” y poner en vigencia una Carta Magna liberal que ya no era aceptada por el pueblo en la práctica. Sabedores de eso, solo dejaron en pie los derechos de los trabajadores.
Pero las bombas apuntaron a los artículos que consagran al control del comercio exterior como privativo del Estado, la defensa nacional, al control de la moneda, de los servicios públicos y los recursos naturales, como el artículo 40: a) la economía al servicio del bienestar del pueblo y conforme el principio de la justicia social; b) autorización y legitimidad del Estado como ente monopolizador de la actividad de importación y exportación; c) protección de la actividad privada lucrativa, siempre que no afecte los intereses generales; d) propiedad imprescriptible e inalienable de la Nación de todos sus recursos naturales (petróleo, gas, carbón, recursos hídricos) y e) servicios públicos estatales y expropiación de aquellos que aún no pertenecen al patrimonio nacional; como al inciso 16 del artículo 68 que proponía la “extinción del latifundio”. Golpearon los institutos jurídicos que sustentaban los cambios materiales necesarios para un país libre.
La reforma de 1994, en nada cambió la ideología de la Constitución liberal ni sus fines concretos. Y no es para menos, la desregulación pasó a ser la directriz de las leyes, de la economía y de las finanzas. La reforma posibilitó la privatización a granel de todos los sostenes de un Estado soberano. Se garantizó constitucionalmente la depredación extranjera.
Hoy, los principios de la Constitución del gobierno del Gral. Perón se levantan ante la declinación integral de la soberanía y proponen la posibilidad de la recuperación de algunos de los elementos constitutivos de la independencia. La dependencia solo puede ser enfrentada recuperando el control de las importaciones y las exportaciones, la moneda nacional, las finanzas, el IAPI, la Junta Nacional de Granos, la extinción del latifundio, del monopolio, la recuperación de las vías navegables, los servicios públicos, recuperando los mismos principios de la Constitución Nacional de 1949. Lo que la oligarquía y el imperialismo desean destruir, nos indica los aciertos de esta Constitución.
Están en pugna los mismos principios que defendieron nuestros patriotas, y ya es hora de que nos unamos y triunfemos quienes deseamos ser ¡LIBRES DE TODA DOMINACIÓN EXTRANJERA!
Por todo lo dicho y con el argumento de los “hechos”, más allá de las pertenencias políticas o partidarias que se expresan en el amplio arco nacional y popular, vaya este merecido homenaje al General Juan Domingo Perón y su obra. ¡Nobleza obliga!
El 25 de junio se conmemora el 112 aniversario de lo que se conoce como Grito de Alcorta, una de las gestas más referidas, citadas y falsificadas de la historia Argentina. La historiografía oficial dice que dos curas de apellido Netri, uno de Máximo Paz y otro de Alcorta, convocaron a un hermano abogado para asesorar a colonos arrendatarios en un conflicto gremial. Bueno, eso nunca sucedió así.
La huelga comenzó en Bigand, Santa Fe, a 27 kilómetros de Alcorta, motorizada por una entente de colonos y comerciantes cuyo líder fue Luis Fontana, yrigoyenista, dueño de una barraca, al que los chacareros no podían pagar el fiado. La causa, entre otras cosas, eran los altos arrendamientos que pagaban. Movilización mediante, con concentración en la plaza del pueblo incluida, entregaron un petitorio a Víctor Bigand; prominente terrateniente lugareño, y fundador del pueblo. Le pedían una rebaja por el alquiler de sus campos y lo emplazaban a responder en 30 días. En ese intervalo, Francisco Capdevila y Manuel Sales, militantes activos de una cédula anarquista de Máximo Paz, organizan la primera comisión de huelga del conflicto y llaman a una asamblea para el 25 de junio en Alcorta. Convocan como asesor jurídico a Franciso Netri, un abogado de la colectividad italiana, ateo militante, de notorias diferencias ideológicas con sus hermanos. El mitin de Alcorta es una continuidad de Bigand, ahí se declara formalmente la huelga, se analizan los contratos de Víctor Bigand, y cierran el acto Fontana y Netri. Francisco Netri fue un invitado a la asamblea, no un organizador; y los curas no tuvieron participación alguna en el conflicto. Así se cocinó el estofado, después vino la literatura.
Aunque esta primera comisión de huelga tomó el nombre de Alcorta, la integraban colonos de esa localidad, de Máximo Paz y de Bombal. Su característica distintiva fue que solo tenía fijado el cargo de presidente. Los demás integrantes eran vocales y actúaban como secretarios por turnos. El anarquismo descree de las jerarquías no de la organización. Francisco Bulzani, su primer presidente, sería luego expulsado de la FAA en 1913 por traidor.
Tanto Sales como Capdevila, en distintos momentos, fueron encarcelados, torturados y obligados a “exiliarse” de Máximo Paz, perseguidos por el caudillo radical (cepedista) Manuel Rodeiro, importante subarrendador lugareño, líder de la resistencia patronal anti chacarera y autor intelectual de los asesinatos de Francisco Netri en 1916, y del Cap. Eduardo Laurent, en 1928. Aquella derecha radical no era tan distinta a esta derecha radical.
Pero, cuáles fueron los motivos reales de la huelga? ¿Qué la vincula y que la diferencia con el hoy?
La causa de la huelga fue el quantum de los arrendamientos; no hubo otra motivación más que el alto canon que debían pagar. Esa fue la chispa que incendió la pradera. Nunca estuvo en debate la reforma agraria, ni la propiedad de la tierra, eso vino después. El conflicto inicial estuvo circunscripto a la pelea subarrendadores vs arrendatarios. En el Grito de Alcorta hizo eclosión la agricultura de tres pisos, que es parecida en algunos aspectos a la de hoy.
Veamos: en 1912 el tema era así: el terrateniente alquilaba su latifundio en block a un subarrendador, y este lo subalquilaba parcelado, a los colonos arrendatarios.
En 2024 el tema es así: el terrateniente alquila su latifundio a un pool o mega productor que, a su vez, lo hace trabajar por un contratista rural. La diferencia es que hace 112 años el chacarero era insustituible; había que levantarse a las 5 am, atar los caballos y arar todo el día. Sin él no había milagro. Hoy, con el actual desarrollo tecnológico, se pueden cultivar las 38 millones de hectáreas que se siembran en la Argentina sin un solo chacarero. Lo puede hacer un puñado de pools, sin resentir el volumen producido.
Los colonos son imprescindibles desde lo económico, lo cultural. lo social, por el arraigo, etcétera, pero no desde lo productivo. Que sigan existiendo es una decisión política de la sociedad, que solo el Estado puede y debe garantizar. Sin Estado no hay agricultura familiar, chacarera e indigena posible, ni viable.
Volvamos a 1912. La Argentina no fue una tierra de oportunidades fáciles ni extendidas para quienes vinieron a hacer “la América”, como lo presenta la historiografía liberal. La mayoría se volvió tal como vino, dice Gaston Gori: “Fueron necesarios 58 años, desde 1856 a 1914 y un ingreso de 3.000.000 de inmigrantes para poder exhibir ante las naciones del mundo, poco después de la conmemoración del centenario, la existencia de 76.212 chacras sobre un territorio de 160.000.000 de hectáreas cultivables. También sabemos que solo 24.658 propietarios las trabajan personalmente.” (Gaston Gori, El Pan Nuestro 2002). Los números son elocuentes y matan el edulcorado relato de que, al que se bajó de los barcos, acá le fue bien.
El Grito de Alcorta ejemplifica con nitidez esas condiciones misérrimas que la oligarquía y los subarrendadores imponían a sus inquilinos rurales. (A tal punto, que miles de inmigrantes prefirieron volverse a Europa, aún sabiendo que estaba en guerra, antes que seguir sometidos al yugo terrateniente). El levantamiento agrario lo refleja con claridad: “Se ha producido en el sud de Santa Fe, entre los colonos, un movimiento huelguista, que por el hecho mismo de su notoria justicia es susceptible de perjudicar el crédito de Argentina como país de inmigración. Los huelguistas son los que se encuentran bajo el sistema de colonización feudal, a la rusa, que realizan los propietarios de grandes extensiones dentro del cual no cabe el hermoso concepto americano de colono propietarios, algo más que puro brazo.” (Revista Fray Mocho, julio de 1912) La oligarquía necesitaba como el pan, los brazos de la inmigracion para poder valorizar sus campos aún incultos; tanto para el laboreo como para el tendido del ferrocarril. Por eso les preocupaba que el mundo conociera las reales condiciones de vida a la que eran sometidos los colonos. Temían que la Argentina no fuera elegida como destino para emigrar. Pensar que hoy nos quieren reescribir la historia, contándonos que en ese tiempo éramos el sexto país más poderoso del planeta. Un disparate tan desopilante y falaz como militar que la tierra es plana.
¿Y cuál era el sistema de colonización feudal a la rusa, al que hace referencia la revista? No era otro que el de tres pisos: terrateniente, subarrendador y colono arrendatario. El subarriendo fue el gambito que encontró nuestra oligarquía terrateniente para incorporar sus campos a la producción, conservando la propiedad de la tierra; y obviamente sin trabajar ellos. Vivían, como hoy, de rentas. Y como ahora, mandaban a otros a agarrar la pala. El arriendo del arriendo es un invento típicamente argento. Es la piedra angular de nuestro retraso industrial, y la base del poder terrateniente que se proyecta nítido hasta nuestros días. La figura del subarrendador es clave para entender el proceso de colonización, sin él la oligarquía no hubiese podido conservar sus latifundios. Su rol se le ha escapado a la inmensa mayoría de los historiadores y políticos. Es para mi es el detalle clave que explica nuestro subdesarrollo. Peron sancionó la Ley 13246 (1948) que prohibió expresamente el sub-arriendo.
El ex diputado socialista Enrique Dickman hace una comparación que aporta mucha luz a este debate de porqué la Argentina, habiendo partido en la misma línea de desarrollo que EE UU, Canadá, Australia o Nueva Zelandia nunca logró alcanzarlos. “Compárense las 66.000 explotaciones agrícolas argentinas del año 1910, cultivadas por arrendatarios en gran parte, con las 6.000.000 de chacras de los EEUU, de propiedad de los colonos la mayor parte de ellas.”
A partir de distribuir la tierra pública en muchas manos, se generó en EE.UU un potente mercado interno, demandante de bienes industriales y servicios, que los “obligó” a industrializarse. Por el contrario, Argentina privatizó la tierra, concentrando, en vez de repartirla con justicia. Los yankis crearon millones de farmers que generaban trabajo; en cambio nosotros empoderamos a una minúscula oligarquía parasitaria, holgazana y antinacional, que se dedicaba a tirar manteca al techo en París. Subdividir la tierra equitativamente es “la madre del borrego” de su buen uso y tenencia. Su mala distribución es lo que explica el retraso industrial de nuestro país.
La invisibilización del latifundio y de su rol como obstáculo a nuestro desarrollo industrial, es el gran triunfo cultural de la oligarquía terrateniente argentina. El Grito de Alcorta es una prueba concreta de la falacia de que la Argentina del centenario fue una potencia, como lo proclama el actual presidente. La Argentina de 1912 era un puñado de oligarcas megamillonarios y un pueblo hambriento ¡¿así quieren reproducirlo hoy!? De aquellas lluvias, estos lodos… Pero ¡no pasarán!
(*) Productor chacarero, ex Director de Federación Agraria Argentina
Lo que sigue es el prólogo de un nuevo libro de Carlos del Frade. Investigación periodística y denuncia política cultural sobre los dos siglos que se cumplirán en julio de 2024 del empréstito de la Baring Brother. Pero lo económico y financiero es solamente una parte de una imposición cultural y política que viene desde hace tiempo y que nos sumerge en el más profundo individualismo.
Por Carlos del Frade (*)
Fuente: Pelota de trapo
La palabra deuda apareció en el idiom1a castellano en el año 1206 y derivaba de deber, sustantivado en el sentido de “obligación moral”, cuenta Joan Corominas en su imprescindible “Breve diccionario etimológico de la lengua castellana”.
Agrega que con la aparición del vocablo también surge el masculino “deudo”, antes obligación hasta 1140.
Las personas que deben devienen, según la evolución de las palabras del castellano, en deudos, gente apesadumbrada, entristecida por el peso de esas obligaciones.
Este significado entraña un concepto más cultural y social que económico. La idea de este manual que intenta generar pensamiento crítico es vincular la permanente avalancha de información sobre la deuda externa eterna del pueblo argentino con la necesidad de los intereses concentrados, vernáculos y extranjeros, de mantenernos deudos, entristecidos, subordinados desde la cabeza.
En tanto, el vocablo deudor comienza a utilizarse en el año 1219.
Lo cierto es que en aquel siglo XIII la sociedad europea era feudal. La graficada en “Juego de Tronos” o “El nombre de la rosa”.
Unas pocas personas sabían leer y escribir y las mayorías estaban condenadas a vivir de las sobras de los castillos.
En ese contexto la palabra deuda se origina como imposición de arriba hacia abajo.
En este tercer milenio parece vivirse un neofeudalismo y la presencia de las supuestas obligaciones de los pueblos del sur del mundo consolida la vieja herramienta de dominación no solamente económica.
Por su parte, la palabra saqueo deriva del árabe ziqq, vulgarmente zaqq que significa odre y apareció en la lengua castellana en 1475, en el siglo de la conquista de América. Zaquear, en tanto, procede del año 1739.
Sinónimos de saqueo son saqueamiento, sacomano, pillaje, asalto, robo, atraco, latrocinio, rapiña, depredación, desvalijamiento y expoliación. “El saqueo la toma o el apoderamiento ilegítimo e indiscriminado de bienes ajenos: por la fuerza, como parte de una victoria política o militar; en el transcurso de una catástrofe o tumulto, como en una guerra, o bien pacíficamente, aprovechando el descuido o la falta de vigilancia de bienes”, coinciden los diccionarios.
Es importante destacar la última parte de la definición: “aprovechando el descuido o la falta de vigilancia de bienes”, un concepto relacionado con la configuración de estados bobos y cómplices, funcionales al rol de semicolonias de muchos países del tercer mundo, todavía hoy en pleno tercer milenio.
Una particularidad histórica que puede observarse en los diccionarios es que “el pillaje estaba autorizado por las leyes militares romanas. Se permitía una vez dada la señal, que consistía en levantar como estandarte una lanza enrojecida en sangre. Durante la Edad Media se consideró lícito el pillaje hasta que en 1590 el rey de Francia Enrique IV prohibió que el saqueo de las ciudades durase más de 24 horas. Con todo, se conservó el pillaje en las colonias europeas de África con el nombre de razzias, so pretexto de que es una de las formas necesarias de la guerra en las condiciones en que allí se verificó”. Ese concepto de razzias como sinónimo también de saqueo es muy singular para el contexto histórico argentino.
Agregan los diccionarios que “el saqueo de los bienes a los pueblos conquistados se acrecentó durante las guerras napoleónicas. Napoleón comenzó su saqueo del patrimonio artístico en Bélgica y Holanda en 1794, con la excusa de crear el Museo Napoleón, como símbolo de poder y cultura, el que posteriormente se convertiría en el museo del Louvre”.
Lo cierto es que así como dijimos en función de las deudas, también los saqueos necesitan ser culturales, informativos y de conciencia histórica para anular las resistencias populares y la pertenencia colectiva.
En este año 2024, la deuda externa argentina cumple su primer bicentenario.
En el año de los doscientos años, el estado nacional deberá pagarle al Fondo Monetario Internacional nada menos que 7.700 millones de dólares.
Desde Rivadavia y la Baring Brothers a Javier Milei, el peso de semejante presión económica y política es soportado por las grandes mayorías que habitan la geografía del sur del mundo.
A lo largo de estos dos siglos, la vigencia del endeudamiento redujo casi a cenizas el recuerdo de la independencia nacional supuestamente alcanzada el 9 de julio de 1816.
Las riquezas producidas por la ciudadanía terminan muy lejos de la cercanía de sus necesidades.
Pero la extranjerización de riquezas no es solamente dinero, sino también exilio de pensamiento crítico, autoestima nacional y defensa de lo propio.
La conciencia histórica, herramienta básica para el sentido de pertenencia colectiva, parece haberse sepultado ante el agobio de los números de la inflación y los precios, esa brutal transferencia de ingresos desde los sectores populares a los concentrados de la economía semicolonial.
Por eso este libro no pretende sumarse a la extraordinaria lista de obras que tienen figuras notables como Raúl Scalabrini Ortiz, Norberto Galasso, Alcira Argumedo o Eric Calcagno.
La principal idea es que nosotros debemos exigir cobrar lo que nos deben después de tantas formas de saqueo permanente en estos dos siglos.
Es hora de protagonizar el cobro de los que nos robaron.
Somos acreedores.
Para semejante operación conceptual hay que generar un pensamiento emancipador: recuperar la calle de la cabeza.
Desde las palabras arrebatadas a tomar conciencia del número en millones de dólares que las principales potencias de Occidente les deben a los pueblos sudamericanos.
Por eso en este libro le damos importancia al saqueo cultural y el robo de la conciencia histórica como elementos fundamentales para consolidar el desprecio por lo propio y la casi aniquilación del sentimiento colectivo de pertenencia.
En el capítulo cuarto, por ejemplo, hablamos de las palabras saqueadas y violadas. Eso supone recuperar la calle de la cabeza. Pensar con autonomía. Emancipación intelectual.
Y, por otro lado, la mentira dentro nuestro. Palabras que vienen del kimbundú, del continente africano explotado y que, sin embargo, están presentes en nosotros con el significado de las clases dominantes, de la mirada esclavista. No es un hecho casual. Es una herramienta del poder concentrado, no solamente económico, sino también cultural y educativo.
En el capítulo quinto sumamos 30 hechos de los pueblos originarios absolutamente censurados de la enseñanza de la historia nacional. Y cada una de las personas que hoy formamos parte de la Argentina tenemos hasta un 70 por ciento de ascendencia de “nuestros paisanos los indios”, como decía San Martín. Esa negación no solamente justificó la discriminación si no también ocultó el exterminio y la conciencia de pertenencia. No somos descendientes de los barcos, solamente.
En el capítulo 7 analizamos la historia de Santiago de Estero como territorio donde por primera vez se produce un ecocidio, la multiplicación de excluidos y la justificación de ambos delitos colectivos a través de la inversión de las consecuencias. Las víctimas fueron calificadas de vagos. Mito que llega hasta el presente.
Porque la matriz del saqueo necesita de la eliminación de la conciencia crítica y la histórica para desterrar el protagonismo. Lógicas de transferencia de capitales y bienes comunes a favor de intereses extranjeros y minorías locales. Por eso la necesidad de ver que el ecocidio de La Forestal comenzó con un crédito internacional y derivó en la entrega de casi un tercio de la geografía santafesina. Delito que puede y debe ser reparado por una ley que devuelva a los pueblos del norte profundo los millones de dólares que se robaron en quebracho colorado los ingleses.
Por otro lado, el terrorismo de estado generó y parió una democracia encorsetada, en lo político, cultural, educativo y económico, con más de mil decretos todavía vigentes y la impunidad del sistema bancario y la supremacía de las inversiones extranjeras por encima de cualquier atisbo de estado atento.
Quebrar la resignación es el desafío en este bicentenario de la deuda externa argentina.
Desde los grandes medios de comunicación al dataísmo exacerbado que proponen los teléfonos celulares, la extranjerización no solamente de la riqueza si no también del protagonismo.
Consumidores consumidos de la receta de los saqueadores.
Apenas testigos del dolor que producen los intereses ajenos a las necesidades argentinas y sudamericanas.
O lo peor: creer que las ayudas sociales o los planes asistenciales configuran gastos innecesarios.
Porque la desinformación tiene como principal objetivo ocultar la identidad del opresor, del responsable de la multiplicación del dolor, tapa el nombre y apellido del delincuente de guante blanco.
Entonces se genera la idea que el problema no lo produce el que está arriba en la escala social si no el que está al lado o abajo.
Proceso de pedagogía de la cobardía.
El sistema capitalista enseña a descargarse contra los que menos tienen mientras deja impunes a los que concentran la riqueza en pocas manos.
Hay que romper esa pedagogía. Es antropófoga entre los habitantes de los sectores populares.
Consolida el doble principio del capitalismo, exaltación del individualismo y el consumismo.
Por eso hay que pelear desde lo más cercano a lo más lejano.
La Argentina es mucho más que la camiseta de la selección de fútbol.
Solamente se defiende lo que se ama.
Para eso hay que conocerlo.
El capitalismo lo sabe y enseña a despreciar lo propio y lo cercano, desde el idioma a la geografía.
Para que nadie defienda lo propio.
Para que sea inmolado en el altar de la eterna deuda externa, la que en 2024 cumple su primer bicentenario.
Hay que reconocer las deudas con los pueblos originarios, las comunidades afrodescendientes, las diversidades sexuales, las mujeres, la niñez y la población jubilada.
No se trató ni se trata de “crisis”, si no de saqueo permanente.
Romper con la deuda externa es recuperar la autoestima, la conciencia histórica y el protagonismo para transformar el presente.
Ser acreedores de nuestros saqueadores.
Las Malvinas son argentinas pero la Argentina también es argentina.
Como los bienes comunes y cada una de las personas que habitan este lugar que fue parido por miles y miles de anónimas y anónimos que se animaron a pelear contra lo que le decían que era imposible.
Es hora de cobrar y recuperar lo que nos robaron. La única forma de democratizar la felicidad.
(*) Diputado provincial por el Frente Amplio por la Soberanía
El 25 de mayo de 1810 como acontecimiento histórico condensa la discusión sobre hasta qué punto fue una revolución, las imágenes de una plaza sin la presencia de masas enfurecidas, quizás también las ausencias de medidas de rupturas profundas con el orden anterior pongan el manto de la duda. Lo que no admite ninguna duda que el movimiento de mayo tuvo una contraofensiva que no se puede definir como otra cosa que no sea una contrarrevolución.
El único cabildo de lo que actualmente es territorio nacional de declararse en contra de la primera junta patria fue el de Córdoba: el entonces gobernador Juan Gutiérrez de la Concha, decidió que mientras en Buenos Aires siga gobernando la Junta, su lealtad se subordine al Virrey del Perú. No pareciera una casualidad que haya sido elegido ese lugar para sellar un pacto que pretende sumir a la argentina en el sendero del coloniaje del siglo XXI
El plan de la contrarrevolución no se agotaba en córdoba, Paraguay y el alto Perú formaban parte de la oposición a la nueva junta y Montevideo lugar donde se refugiaron los protagonistas del viejo orden había decidido bloquear el puerto de Buenos Aires. Lo que vino después fueron batallas para consolidar el orden naciente, para nuestra soberanía las más decisiva se dieron en el agua entre la cuales se destacan: la batalla de Montevideo, la de monte Santiago, la de punta quebracho y la de obligado con la cual cada 20 de noviembre conmemoramos el día de nuestra Soberanía.
Mientras que consolidar nuestra soberanía demando heroicas batallas navales, en los años 90 por acto propio los argentinos fuimos expulsados del agua. La entrega del complejo que conforman las vías navegables, los puertos, la Marina Mercante y la industria naval significo un enorme retroceso cuyo último capítulo fue entregar 14 metros de profundidad al canal de acceso al puerto de Montevideo.
El recorrido de la entrega tiene otros capítulos que merecen ser nombrados por la importancia que revisten y al mismo tiempo porque son una pista para las necesarias batallas por nuestra soberanía en el siglo XXI.
El primer acto de gobierno de Mauricio Macri fue cruzar a Montevideo con la firma de la derogación de la resolución 1108 que no permitía que la carga embarcada en un puerto argentino, salga al océano por un puerto de otro país. Así se permitió que la plataforma de embarque de todas las riquezas de la cuenca del plata se instalaran en nueva Palmira y en Montevideo.
A la derogación de la 1108 le sucedió el decreto 949 del gobierno de Alberto Fernández que además de licitar el dragado de la Vía troncal de Navegación en los mismos términos que en los años 90, deja escrito por primera vez que la salida al océano va ser por el canal de punta indio frente al puerto de Montevideo. Recapitulando fueron dos pasos de un mismo camino, el primero permitió que la carga argentina sea embarca en un puerto extranjero y el segundo consolida que la vía de salida por el canal que lleva al puerto de Montevideo.
Si el 949 no se concreto fue porque decenas de organizaciones sindicales, sociales, profesionales, políticas abrazaron la causa del canal magdalena para tener una salida al mar soberano, que permita unir nuestros puertos fluviales, con nuestros marítimos como primer punto de la vuelta al agua de los argentinos.
Con la llegada al poder del gobierno de la libertad avanza no solo se desestima la construcción del canal magdalena y se retoma la matriz del 949 sino que se entrega a Montevideo un canal de acceso a 14 metros estableciendo que el puerto director de todo nuestro comercio exterior se emplaza fuera de nuestro país. si la derogación de la 1108 significo que la puerta de salida de nuestras exportaciones se hace en puertos extranjeros, ceder los 14 metros significa que la puerta de entrada de nuestras importaciones va ser el puerto de Montevideo. Dicho de otra forma, los grandes barcos van a dejar los contenedores en Uruguay y toda la estructura portuaria argentina va quedar subsumida con puertos secundarios.
De suyo que se avizoran nuevas batallas por nuestra soberanía: ¡la vuelta de los argentinos al Agua demanda la construcción del canal Magdalena y un puerto con 14 metros de profundidad en el estuario del Rio de la Plata!
(*) Trabajador de Astillero Rio Santiago, Sec. de Interior de ATE Ensenada
A 20 años del estreno del documental “Memorias del Saqueo” de Fernando “Pino” Solanas, que relató la tragedia menemista y su correspondiente 2001, vuelvo a ver la película con mi hijo adolescente para pensar similitudes con los días que vivimos y recorrer el pensamiento cinematográfico del hombre que puso su mirada y su cámara al servicio de las grandes causas nacionales intentando generar herramientas para las luchas populares.
“¿Cientos de veces me he preguntado cómo es posible que en un país tan rico la pobreza y el hambre alcanzaran tal magnitud? ¿Qué sucedió con las promesas de modernidad, trabajo y bienestar que pregonaran políticos, empresarios, economistas iluminados y sus comunicadores mediáticos, si jamás el país conoció estos aberrantes niveles de desocupación e indigencia? ¿Cómo puede entenderse la enajenación del patrimonio público para pagar la deuda, si el endeudamiento se multiplicó varias veces comprometiendo el futuro por varias generaciones? ¿Cómo fue posible en democracia tanta burla al mandato del voto, tanta degradación de las instituciones republicanas, tanta sumisión a los poderes externos, tanta impunidad, corrupción y pérdida de derechos sociales?”
Fernando “Pino” Solanas
Esta serie de preguntas que se hacía (y en cierto modo nos hacía a sus espectadores) Fernando Pino Solanas ante el estreno de “Memorias del Saqueo”, en marzo de 2004, resumen el motor de la vuelta del cineasta argentino a los documentales de batalla. En este caso para retratar el recorrido del periodo neoliberal que desembocó en la pueblada nacional del 2001.El 18 de marzo de 2004, hace exactamente 20 años, se estrenaba esta 13ª película, y el quinto documental de su factoría después de un periodo en el que había desarrollado su particular cine ficción, que por ser ficción no dejaba de lado ni un milímetro la política.
El comienzo del cine de ficción de Pino se dio con dos cortometrajes: Seguir andando (1962), y Reflexión ciudadana (1963), para tener su pleno desarrollo en los años previos a la dictadura con Los hijos de Fierro (1975) y en la vuelta a la democracia la serie de películas en las que exploró el género de la ficción política con El exilio de Gardel (Tangos) (1985), Sur (1988), El viaje (1992), La nube (1998) y la inconclusa Afrodita, el sabor del amor (2001).
Memorias del saqueo, llega después de una serie de documentales de los años 70, que comenzó con la monumental obra de denuncia y combate La hora de los hornos (1968), y continuo con “Argentina, Mayo de 1969: los caminos de la liberación (1969)”, y las entrevistas “Perón, La revolución justicialista (1971)” y “Perón: Actualización política y doctrinaria para la toma del poder (1971)”.En esta nueva etapa, como en la de los 70, la filmografía de Pino tiene la múltiple función de denuncia, difusión de doctrina, herramienta de organización y por supuesto: propuesta política; y forma parte de una serie de 5 documentales que comienza con Memoria del saqueo (2004), y continua con La dignidad de los nadies (2005), Argentina latente (2007), La próxima estación (2008) y Tierra sublevada: Oro impuro (2009).
De nuevo el cine pensado en su múltiple dimensión política, y como obra conceptual. Denuncia, reivindicación de quienes resisten y proyecto de futuro en base a las reales condiciones de desarrollo truncadas hasta hoy por el saqueo extranjero y sus socios locales.
“Esta película forma parte de un fresco global de la Argentina, que yo concebí a partir del derrumbe del modelo neoliberal en Argentina, en diciembre de 2001. En los meses posteriores, durante 2002, fui concibiendo la necesidad de hacer una película larga, de testimonio y de análisis que revelara las causas de la catástrofe, del engaño, de la traición, de la “mafiaocracia” institucionalizada”
Fernando Pino Solanas
Así explicaba Pino la generación de Memoria y agregaba que estuvo concebida como la primera parte de una serie en la que luego mostró cómo las víctimas del modelo, los que se quedaron sin trabajo, sin comida, sin asistencia médica, se defendieron, “cómo nacieron nuevas formas solidarias de dar respuesta desde la necesidad a estos temas. Esta de las formas de la resistencia social, la cooperación, la solidaridad, es “La dignidad de los nadies”
Y ahí el director afirma que nació la necesidad de preguntarse, ¿qué tenemos en la Argentina? ¿Con qué contamos para reconstruirnos?.
“A partir de esto nace la necesidad de hacer esta última película (Argentina Latente) Salir a rescatar, a hacer un nuevo viaje de descubrimiento de esas potencialidades científicas y técnicas que la Argentina fue desarrollando en 150 años de vida institucional”
El saqueo 20 años después
Nunca fui muy amigo de las simplificaciones y menos en el complejo y multidimensional ámbito de la política, y sobre todo de la política argentina que siempre da la sensación que es un poco más complicada que la política a secas.
Pero la tentación de simplificar en él análisis político está siempre latente, y es difícil no pensar y mucho menos decir Milei es el menemismo renovado. Y esto se los cuento porque es casi imposible volver a ver Memorias del saqueo y no pensarlo y sentir el vacío interior y esa voz de publicidad de los 90 “no de nuevo, le decía, lo miraba y le decía no de nuevo”
Quizás por eso, por esa sensación de que es igual a aquella época, y de que quizás uno está teñido de esa experiencia, es que para hacer la nota volví a ver la película pero hice “el experimento” de invitar a mi hijo adolescente a verla conmigo. ¿Para qué? Por un lado para ver que genera esa historia reciente, pero 20 años después en una generación para la cual el Argentinazo, esa pueblada que cambio la política para siempre, es solo una efeméride o algún video que se cruzó en Youtube.
Y por el otro para corroborar si efectivamente esta idea de que el proyecto neoliberal actual tiene muchas similitudes con aquella experiencia, sirve para que nuestras generaciones (la suya y la nuestra) puedan pensar el presente a la luz de la resistencia a aquel saqueo planificado.
Pero volvamos a la película….
Una radiografía del saqueo y la resistencia
Pino le dedica esta obra, según aclara en los primeros minutos del film, “a quienes resistieron en estos años a su dignidad y coraje”. Toda una declaración de principios, que no solo reivindica la resistencia sino que denuncia la complicidad de quienes no solo “no resistieron” sino que fueron cómplices.
La película inicia con imágenes de miles de manifestantes llegando a Plaza de Mayo en aquel diciembre de 2001, se podría decir que arranca por el final, por el desenlace, para después ir desenredando el hilo de las causas que nos llevaron hasta acá, o hasta allá que es siempre más o menos lo mismo.
“¿Qué había pasado en la Argentina? ¿Cómo era posible que en una tierra tan rica se sufriera tanta hambre?”, dice la voz en off de Pino.Y enseguida da una explicación: “El país había sido devastado por un nuevo tipo de agresión; ejecutada en paz y democracia, la violencia cotidiana y silenciosa dejaba más víctimas sociales, más emigrados y muertos que los del terrorismo de Estado y la guerra de Malvinas” y vuelve a marcar la contradicción entre la tragedia social y las posibilidades del país: “Desde Tierra del Fuego a La Quiaca 4.000 km de extensión con todos los suelos y climas, una plataforma marítima de 900.000 km2 y una de las mayores reservas de agua potable del planeta; cultiva 30 millones de hectáreas; es uno de los grandes productores de alimentos pero un tercio de la población vive en condiciones de pobreza; (…) un país tan poderoso en recursos y materias primas como incapaz de defenderlos”.
Cuesta que se enganche, y en su mirada sospecho que espera el bodrio, la peli vieja y aburrida, pero se queda. El combate callejero inicial ayuda.
La forma
“La primera condición de una buena película testimonial es revelarte lo no visto, hacerte oír lo no escuchado, mostrarte lo que otros no te muestran”, respondía Pino cuando le preguntaban sobre para qué sirve el cine documental.
Premisas que no dejaron de estar presentes en ninguna de sus películas y que se ven claramente en Memorias, no solo por su contenido de denuncia sino por la forma en que está producida.
El uso del recurso del contraste que podría pensarse básico o muy simple actúa en su cine como una piña al mentón a una sociedad argentina que hace como si. Que naturaliza los contrastes sociales que le enseñaron son eternos e inmutables.
Como supo mostrar en su opera prima “La hora de los hornos” el contraste social da comienzo a la película que había comenzado por el final. La imagen de decenas de pibes y pibas comiendo de la basura de la argentina que produce riquezas a raudales derrumba las barreras de la doble moral que se horroriza por el hambre africana pero mira para otro lado cuando de la cercana se trata. Lo pone ahí en la pantalla, crudo y sin estilizar.
Incluso es de esa escena de donde sale el poster de la película. El pibe en cuero con el basural de fondo haciéndole fuck you a todos, a esos todos que la película retrata como la sociedad le pedía que se vayan, y hoy sabemos que se quedaron.En la forma de producir y filmar la película se refleja no solo el cine cercano y de batalla de Pino de siempre sino el aire de la época. El director del documental es uno más entre la gente, entre esos miles que buscan el camino para salir del infierno neoliberal. Con su cámara en mano recorre movilizaciones, piquetes, barrios devastados, hospitales desbordados y combates populares. Es el y su pequeña cámara, desde una posición cercan y horizontal recogiendo los testimonios de una época mientras suceden.
Quizás por eso por momentos la película se tiñe de una estética de noticiero, pero manteniendo un formato pedagógico que tuvieron casi todas sus películas, con división en capítulos, como dando aire para procesar esa realidad violenta que la pantalla nos pone adelante. En la Hora de los hornos incluso este recurso estaba acompañado de llamados a “pausas para debatir” lo que se estaba viendo. Lo que deja claro que desde su concepción el cine de Fernando Solanas tiene poco que ver con solo pasar el tiempo o “desenchufarse” sino por el contrario tiene una concepción instrumental de educación y llamado a la acción.
En contraste con la cercanía de las imágenes de los testimonios y los espacios ocupados por el pueblo, las tomas desde debajo y con gran angular dan cuenta de los lugares que ocupa el poder en la Argentina con un dramatismo singular. Los edificios públicos como el Banco Central, el Banco Nación, el Congreso, la Casa Rosada se muestran en la película gigantes y sobre todo alejados, como los sentíamos (y sentimos) por aquellos años.Así como Pino capta la lejanía del poder, logra graficar de una manera cruda (pero no golpebajista) el impacto de la macroeconomía y los grandes temas en el pueblo. Niños desnutridos agonizando por el hambre en un hospital de Tucumán, son la muestra más siniestra pero real y concreta del impacto de los ajustes de los 90, y así lo aseguran los médicos que allí trabajan.
“¿Ese quién es?”, me pregunta, le ve cara conocida. Es Domingo Cavallo, y le explico que aparece varias veces porque fue ministro de la dictadura, ministro de Menem, ministro de De la Rua y lo tiene visto últimamente porque es el referente económico de Milei. Me mira con cara de ¿vos me estas jodiendo? Y no se bien que responderle porque si no fuera tan terribles las consecuencias de su participación en nuestra historia hasta sería tragicómico.
El contenido
Que difícil no escuchar su voz y pensar cómo se reiría Pino del debate actual sobre la idea de “separar el artista de su pensamiento y actividad política”. Nada en su obra tiene un atisbo de existir por separado el creador y su obra.
“Nuestro compromiso como hombres de cine e individuos de un país dependiente, no es ni con la cultura universal, ni con el arte ni con el hombre abstracto. Es ante todo con la liberación de nuestra Patria”, decía el primero de los textos del Grupo Cine Liberación que nacía a finales de los 60 al calor de la realización de La Hora de los Hornos y lo encabezaban Pino, Gerardo Vallejos y Octavio Getino.Y esas premisas se mantuvieron intactas en toda su obra, como refleja Memorias, que es sobre todo un documental didáctico de causas, de las causas de los sufrimientos populares. Y así desarrolla y describe el mecanismo de la deuda externa, y sobre todo le pone nombre a los multiplicadores del dolor, y sus representantes locales e internacionales, los bancos y monopolios que estatizaron su deuda en la dictadura.
Desarrolla la teoría de la deuda odiosa y el rol del FMI en el domino imperialista, y advierte que los autores del genocidio social (tanto el FMI como la clase política local cómplice) no pueden quedar impunes, por el peligro que esto implica para el futuro, y asegura que esos crímenes sociales son crímenes de seña lesa humanidad. Quizás hubiese sido la forma de no volver a sufrir él “se quedaron todos”
Entre las causas nacionales desarrolla el desmantelamiento de los trenes y el saqueo de YPF, tema en el que vuelve a cruzarse la idea de que autor y obra son una sola cosa, cuando deja registro del atentado que sufre cuando es baleado por denunciar la entrega de la petrolera nacional y la traición de Menem.
A lo largo de la película va describiendo la degradación republicana, la sanción de la ley de reforma del estado del menemismo al mes de asumir, las facultades extraordinarias y el avance de las privatizaciones (¿te suena?)
Fuera de todo esquematismo o dogmatismo teórico la película aborda las causas eternas, sin dejar de lado los temas del momento, y por eso da cuenta del rol predominante de los medios en los 90 como la herramienta de adoctrinamiento necesaria para justificar el saqueo (¿te vuelve a sonar?)
La película dura dos horas justas. Y es cierto duran mucho menos que las 4 horas y pico de La Hora de los Hornos, pero ese argumento no alcanza para ir perdiendo la atención de una generación cada vez más acostumbrada a los breve, brevísimo. Se engancha, la ve, pero a la mitad me decido a hacer una pausa ante el riesgo de perderlo para siempre y que quede a la mitad. Pasan dos días, veo el hueco y le pregunto: “¿La seguimos viendo?”, por un momento aumenta la tensión, si no quiere verla no habrá más chances por el corto plazo. Acá depende realmente cuan interesado este. “Dale”, me dice.
Siempre la esperanza como bandera
Quizás si supiera que la película es solo denuncia y diagnóstico de una era demoledora para nuestro pueblo hubiese dudado de su necesidad para las nuevas generaciones. ¿Alcanza con mostrar lo mal que estuvo o que está todo? ¿Sirve relatar el desastre sin destrabar la esperanza? Yo creo que no.
Pero si bien Memorias del Saqueo es el capítulo de la serie de documentales encargado de contar la devastación neoliberal en la Argentina moderna, no deja de plantar semillas de esperanza en su relato reivindicando una y otra vez la resistencia.
Incluso en un sentido que no fue el mayoritario entre los sectores progresistas de la Argentina, diría incluso a contrapelo del sentido común progresista que constituyo el pensamiento mayoritario a partir del 2003.
El comienzo de la película muestra sin dudar el periodo de los 90 donde el país parecía sumido en la apatía, y los focos de resistencia eran apenas fogonazos en la noche negra del menemismo. Pero ubica el momento en el que la rebelión popular ilumino el camino: el 19 y 20.Y decía contra el sentido común progresista porque aquella rebelión fue en general balanceada como “el diciembre negro” por muchos sectores del campo popular. Y no es que quien suscribe, ni la película que analizamos no registre los dolorosos hechos que vivimos con gran dolor con la muerte de decenas de compatriotas y la feroz represión desatada por uno estado que veía como el poder se le iba de las manos.
Pero Pino capta de manera magistral la esencia de la rebeldía y el poder de la gente en la calle.
Solanas ve, y muestra, el caos como génesis de un movimiento social nuevo y una conciencia nacional que despierta como síntesis de las luchas anteriores sintetizada en algo que todavía no tiene forma definitiva pero ha emprendido su búsqueda.
Registra un fenómeno de respuesta, no solo a la desolación y desesperación generada por el modelo económico, retratado en la desocupación y el miedo a perderlo todo, sino una respuesta a los valores individualistas que primaron en la década anterior y que van dando paso a nuevos lazos sociales basados en la solidaridad, la cooperación y el esfuerzo colectivo.
La película hace su mayor esfuerzo por demostrar que por más oscura que sea la noche, el sol puede volver a salir, y ese amanecer fue la pueblada de 2001
En las pausas que hago para cubrir las dudas que le surgen, me es casi imposible no cerrar la oración explicativa con un “igual que ahora”. Me da la idea que mi hijo no lo puede creer, como puede ser que vuelvan a pasar las mismas cosas, como nadie se da cuenta. Yo no tengo mucha respuesta para darle. Seguimos viendo en silencio.
La actualidad del cine de causas
“Nosotros somos parte del pueblo que sufre esta opresión y desde ahí tenemos que elaborar una película que sea útil al combate contra la opresión”, afirmaba Pino consultado sobre Memorias.
Es imposible no tener la (falsa) sensación de que todo cambiaría si las grandes mayorías vieran la película. Ahí está dicho todo o casi todo lo que uno quiere directo y advertir sobre el proceso que vivimos actualmente.
Porque el proceso de identificación suele tener un poderoso influjo aunque está claro que con las ideas solas no alcanza, pero es imposible no pensarse hoy a partir de aquella película.
Que muestra que la similitud de los procesos neoliberales en la Argentina, más allá de las diferencias temporales, tienen en un común algo central que provoca la identificación: sus titiriteros (que más o menos son siempre los mismos). El famoso no resiste un archivo, tiene sus bases en quienes se dedicaron como Pino a dejar en pie ese registro de responsables y protagonistas del saqueo. Ese que nos escupe en la cara que ante el “que se vayan todos”, la gran mayoría solo se escondió un tiempo para volver apenas mostrásemos rasgos de amnesia social consolidada.
Pero sobre todo sobre la atemporalidad en los planteos cinematográficos y políticos de Pino se cimientan en las causas. En las causas de nuestros desastres y en las causas que propuso defender, adentro y afuera de la pantalla.Al resumir sus ideas políticas, Solanas explicaba que fundó Proyecto Sur para “profundizar una propuesta política, económica, social y cultural para el país. Ubicamos el respeto a la condición humana sobre cualquier otra consideración, proclamando como principios básicos la defensa del ambiente y la propiedad pública de nuestros recursos naturales, como condición para alcanzar una auténtica justicia social y garantizar la soberanía nacional”.
Habrá tiempos y otros espacios para discutir el porqué de los caminos políticos de Pino, pero está claro que su obra y su vida estuvieron puestos al servicio de esas causas.
Y reivindicar en estas épocas de gobiernos que odian al país que gobiernan el cine político de la esperanza, que se dedicó también a combatir el pesimismo, el individualismo y el pensamiento colonial que dice que nunca pudimos y por tanto nunca podremos.
“Todo lo que te estoy contando, la película toma una ruta que muestra que se pudo. Y hoy se puede, por supuesto, si hay cosas que no se hacen es porque no se quiere, no hay decisión política. Pero el talento, las capacidades, etc, sobran”, reflexiona Pino en alguna entrevista.
Termina la película. Yo intento contener las lágrimas que me provocan rememorar las esperanzas que nos generó a toda una generación aquel 2001, pero no quiero teñir su juicio, mira si le va a decir al boludo del padre que llora con una película política, que esta le pareció un bodrio.
Lo miro de reojo, por suerte vi un brillo de dolor en sus ojos cuando Pino mostraba crudamente las cosas por las que pasa nuestro pueblo, nuestros pibes con hambre, la represión, la desocupación, la miseria, y llegue a captar también una emoción/sorpresa por ver la resistencia, la organización, lo que pudimos como pueblo para hacerle frente.
No espero más, solo eso. Haber comprobado la pérdida de la sensibilidad sería terrible, no habría esperanzas. No sé cuánto entendió, pero se emocionó. No espero que la película sea reveladora ni un manual antineoliberal, Después ellos encontraran sus caminos propios como generación.
“Ojalá algún día la vea mi amigo (libertario) y cambie de opinión”, me dice. “Ojalá”, le contesto.
20 años después Memorias del Saqueo sigue siendo actual, por el modelo que denuncia, pero sobre todo por la esperanza que planta frente a lo que por momentos parece imparable y omnipotente. Si pudimos, podemos. Estas memorias, son sin dudas también del futuro.
Se cumplen 211 años del combate de San Lorenzo. Fueron catorce minutos en los que murieron cuarenta personas. Entre ellas el mulato y esclavo Juan Bautista Cabral. Síntesis de la lucha por las emancipaciones nacionales y sociales, aquella muchachada daba inicio al primer ejército popular latinoamericano en operaciones que sería el comandado por el también correntino José de San Martín. En estos tiempos de saqueo y dependencia es fundamental tomar contacto con nuestras raíces para sentir que la Argentina es mucho más que el negocio de unos pocos. Esta crónica forma parte de nuestro libro “Cabral y Rivero, peones heroicos”. Gracias.
-Déjenme, compañeros. ¿Qué importa la vida de Cabral?. Vayan ustedes a pelear que somos pocos – fue la frase que dijo Juan Bautista Cabral, según entiende el fraile Herminio Gaitán del convento San Carlos de San Lorenzo en su investigación sobre el combate.
Dos horas después, según el sacerdote historiador, en el refrectorio del monasterio – utilizado en ese momento como banco de sangre y sala de primeros auxilios- repitió la frase antes de morir.
Para el investigador Norberto Galasso, en su imprescindible “Seamos libres. Vida de San Martín”, en cualquier caso, “lo más probable es que en el soldado correntino, en situación de muerte, haya brotado espontáneamente su lengua originaria por encima de la educación, prejuicios y modales y entonces haya dicho: Avyáamanó ramo yepé, ñajhundijheguereumípytaguá, expresión guaranítica de la frase que pasaría a la historia. Así lo sostiene criteriosamente Fray Herminio Gaitán: “palabras dichas en guaraní”. También razonablemente, Gaitán sostiene que “San Martín las escucha y las traduce, luego, al español, cuando las incorpora al parte de batalla, pues es tan natural que San Martín no dominase el idioma inglés, como que entendiese el guaraní”, sostiene el historiador.
Y agrega en tono de reflexión: “Alguien probablemente, reste importancia a estas últimas circunstancias –Cabral, hablando guaraní y San Martín, entendiéndolo- pero, sin embargo, son reveladoras de la óptica con que se ha escrito nuestra historia, óptica europeizante y denigratoria de lo nativo, a la cual disgusta que sean dos correntinos, expresándose en el viejo idioma nativo, quienes protagonicen un episodio épico y prefiere, por tanto, limarle esas aristas pues, por supuesto, la Argentina la hicieron los rubios de ojos azules, directores de las empresas ferroviarias, frigoríficos, compañías de seguro, etcétera”, sostiene Galasso.
Según su estudio, Cabral sería hijo natural de don José Jacinto Cabral y Soto y de la morena Carmen Robledo que luego se casó con el también moreno Francisco que lleva el apellido Cabral, por ser también servidor de esa antigua familia.
Tal vez por esta razón otras fuentes lo dan como hijo de los dos esclavos, Carmen y Francisco, pues su nacimiento es anterior a la ley de libertad de vientres y de raza negra.
Hay una carta de don Luis Cabral, su amo, del 4 de diciembre de 1812, donde se refiere “a la situación de nuestro negro Juan Bautista…que en su carta me pide le escriba a San Martín para que lo baje a la infantería porque en la caballería corre peligro” (los negros integraban habitualmente la infantería pues no se caracterizaban por ser buenos jinetes, por lo cual el pedido tiene fundamento), apunta Galasso.
Añade que no contrajo matrimonio y en su condición de esclavo desempeñaba funciones de peón. “Suponemos que se integró al cuerpo de granaderos al fundarse éste –es decir, pocos meses antes del combate- y que desde Buenos Aires le pidió al amo que intercediera ante San Martín, como surge del fragmento de carta que reproducimos. A los veinte años declaraba, por único patrimonio, un caballo rosillo con la marca de don Luis Cabral y una sortija de oro en poder de doña Tomasa”.
Finalmente, Cabral no era sargento.
-Informo que el granadero Juan Bautista Cabral…– decía el parte de guerra de San Martín.
“Era simplemente un granadero sin rango”, escribió el sacerdote Gaitán.
-Al soldado Juan Bautista Cabral. Murió en la acción de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813 – decía una placa que mandó colocar el propio San Martín sobre la puerta del cuartel de Retiro en un tablero de forma oval.
“También estas apreciaciones acerca de Cabral pueden ser tachadas de baladíes. Sin embargo, importan, no sólo para demostrar los débiles cimientos en que reposa la historia oficial, sino también para que se las recuerde en las escuelas, especialmente en aquellas adonde concurren niños pertenecientes a la clase media liberal que escuchan habitualmente, en sus familias, los peores epítetos sobre “los negros”, “los correntinos”, “los peones”, “los paraguas”, pues entonces aprenderían que es muy común en nuestra historia que esos “negros”, “esclavos” que “hablan guaraní” y se asemejan más a los paraguayos o a los bolivianos que a la gente blanca de Buenos Aires, son los que acompañaron y dieron su vida por San Martín para que algún día tuviésemos patria”, concluye Norberto Galasso con justicia y contundencia.
(*) Carlos del Frade. Periodista. Diputado Provincial Frente Amplio por la Soberanía.
“Cuando la Patria está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla”.
Este 3 de febrero, al cumplirse 211 años de la gloriosa “Batalla de San Lorenzo”, y frente a las nuevas amenazas y desafíos que debemos enfrentar en la Argentina que viene, nuestra historia se actualiza con vigorosa vigencia.
Apropiarnos de nuestra historia, volver sobre ella, resignificarla, tomando las valiosas enseñanzas de valentía y heroísmo de aquellos patriotas que nos precedieron, de los mandatos fundacionales de libertad, independencia y soberanía por los que nacimos e hicimos posible “acuñar moneda”, “ser libres de España y de toda otra dominación extranjera”, con la consigna “ni amo viejo ni amo nuevo, ¡ningún amo!”, nos renueva la esperanza de conquistar una Patria justa, libre y soberana para la felicidad del pueblo.
Aquella “Batalla de San Lorenzo”, librada el 3 de febrero de 1813, marcó el heroico inicio de la marcha de José de San Martín enarbolando la bandera de la independencia para “hacer posible lo necesario” y los sueños de “recuperar lo nuestro” para “una nueva y gloriosa nación”.
A poco tiempo de pisar suelo rioplatense, la primera tarea encomendada a quien era en aquel entonces “Teniente Coronel de Caballería”, José de San Martín, fue la de organizar un regimiento. Promediando el mes de diciembre de 1812, esta tarea era cumplida: nacía el Regimiento de Granaderos a Caballo.
En la ciudad de Montevideo, al otro lado del Río de La Plata, luego del estallido de la Revolución de Mayo de 1810, se apostaban las tropas realistas conservando desde allí su cuota de poder.
A comienzos de 1813, el Segundo Triunvirato convocaba a los diputados de las Provincias Unidas del Río de La Plata para sesionar en el marco de la Asamblea General Constituyente y Soberana del Año 1813 con el objetivo de reconocer la soberanía de los pueblos, proclamar la independencia y elaborar una constitución.
Desde el Cabildo de Montevideo ordenaban a las tropas realistas navegar en busca de “abastecimiento”. Subiendo por el Río de La Plata, adentrándose en el Paraná, aquella orden comenzaba a delinear uno de los grandes hitos de nuestra historia independentista.
Se encomendó entonces a los patriotas del Regimiento de Granaderos a Caballo, al mando de San Martín, custodiar y defender de los “saqueadores” las costas del río Paraná (el mismo río por el que hoy “sangra la Argentina” al que algunos en la actualidad “mal llaman hidrovía”), pretendiendo perpetuar su dominio por la fuerza de las armas.
Aquel 3 de Febrero de 1813, nuestro Regimiento de Granaderos a Caballo se apostó a la altura de la localidad de San Lorenzo en el convento de San Carlos, a la espera de los realistas. En esa madrugada se libraría la batalla fundacional, en estas tierras, de José de San Martín.
Las tropas españolas arribaron al puerto de San Lorenzo a bordo de 11 navíos, con 300 hombres entre marinos y soldados que duplicaban largamente en número a los 125 Granaderos y, luego de desembarcar, emprendieron su marcha hacia San Carlos. Allí, imperceptibles, aguardaban nuestros valientes y corajudos patriotas al mando de su “gran jefe”, dispuestos a derrotar a los invasores.
Tal como lo inmortalizó la Marcha de San Lorenzo, cuando “febo” asomaba, en una maniobra estratégica planificada por San Martín, los patriotas abatieron a los invasores en una confrontación que transcurrió en unos pocos minutos.
En palabras de José de San Martín, según “Parte de Combate” posterior a la batalla:
“Seguramente el valor e intrepidez de mis granaderos hubieran terminado en este día de un solo golpe las invasiones de los enemigos en las costas del Paraná, si la proximidad de las bajadas no hubiera protegido su fuga, pero me arrojo a pronosticar sin temor que este escarmiento será un principio para que los enemigos no vuelvan a inquietar a estos pacíficos moradores”
En la Argentina de hoy, a 211 de aquellas gestas, está en riesgo nuestra integridad territorial, “saquean” tierras y mares, nuestros recursos, nuestras riquezas, y nuestro trabajo, desplegando una intrincada trama con múltiples mecanismos, leyes y decretos implementados por los imperialismos y los poderosos de “tierra adentro” asociados a ellos, hundiéndonos en la dependencia con la consecuente pérdida de nuestra soberanía: intermediaciones; concentración y extranjerización de la tierra; privatización, entrega y destrucción de nuestra soberanía industrial, comercial, monetaria y bancaria; planificación tributaria nociva; reinado del “capital financiero”; el curro “legalizado” de los paraísos fiscales; los descontroles aduaneros; las triangulaciones; la evasión fiscal y tributaria y la especulación cambiaria; entre otros.
Con inmenso orgullo, hemos protagonizado en unidad y en las calles la masiva e histórica jornada de “Paro y Movilización” del 24 de enero a lo largo y a lo ancho de nuestra Patria, en oposición y repudio al ajuste y entrega del DNU y la Ley Ómnibus del gobierno de Javier Milei, a tan solo 44 días de su asunción. ¡Nunca un gobierno “institucional” se atrevió a tanto en tan poco tiempo! Es, en los hechos, un golpe institucional.
Un gobierno nacional que, habiendo llegado “por el voto en las urnas”, pretende barrer y arrasar vertiginosamente con todos nuestros derechos conquistados en luchas heroicas y con todos los resortes estratégicos de nuestra Soberanía Nacional. Políticas “dictatoriales” amparadas en “el voto”.
Pero el pueblo argentino, a viva voz, estalló en el grito: ¡La Patria no se vende! ¡Se defiende!
¡La Patria está en peligro!
– Con el convencimiento de la necesidad y urgencia de recuperar nuestra plena Soberanía Nacional en todos los terrenos, de “hacer posible lo necesario”.
– Con los legados de nuestros revolucionarios de Mayo y nuestros patriotas de las gestas de la independencia.
– Con el espíritu de la Constitución Nacional de 1949, que expresa y sintetiza en el plano jurídico ideológico las transformaciones de aquel período histórico argentino, reflejado en su artículo 40: a) la economía al servicio del bienestar del pueblo y conforme el principio de la justicia social; b) autorización y legitimidad del Estado como ente monopolizador de la actividad de importación y exportación; c) propiedad imprescriptible e inalienable de la Nación de todos sus recursos naturales (petróleo, gas, carbón, recursos hídricos) y e) servicios públicos estatales y expropiación de aquellos que aún no pertenecen al patrimonio nacional.
Reafirmamos: ¡La Patria no se vende!
– Defendiendo el patrimonio nacional
– Estableciendo la “soberanía popular”
– Garantizando la “independencia argentina”
(*) Referente del Foro por la recuperación del Paraná y Encuentro Federal por la Soberanía.
El almanaque siempre interpela a la ciudadanía a reflexionar. Casi medio milenio puede analizarse desde múltiples aspectos. Elijo uno, la ciudad-puerto. Recorrer pasado y presente como reafirmación del sendero del atraso o el progreso para la región y la felicidad de su gente. Repasar la historia encuentra firme sentido si estudiamos las claves para una urgente reparación histórica y social ante la dolorosa actualidad: recuperar la Santa Fe portuaria, ferroviaria e industrial. Rescatar ese modelo de ciudad productiva, innovadora y generadora de empleo industrial, representa en esta etapa, el único horizonte de bienestar de las mayorías que habitan esta maravillosa geografía.
¿De dónde venimos? Brevísima historia
Santa Fe se funda en el marco de la disputa por estos territorios entre dos de las principales potencias coloniales del siglo XVI: España y Portugal.
Portugal avanzaba conquistando el sur de Brasil y España apresura el envío de nuevas expediciones al río de la Plata. Primero funda Buenos Aires, en 1536 con Pedro de Mendoza (rápidamente debieron retirarse por resistencia de originarios) y, en 1573, Juan de Garay funda Santa Fe de la Vera Cruz buscando una salida directa hacia la corona de las riquezas del Alto Perú y Asunción.
A 87 años de su fundación, el sitio elegido por Garay debió ser abandonado por subidas del río y el constante hostigamiento de originarios que defendían su territorio. Las autoridades del Cabildo decidieron trasladar la ciudad al lugar que hoy ocupa.
La vida de los habitantes de esta geografía transcurría en medio del atraso y la pobreza. La esperanza de los vecinos de la ciudad se centraba en el puerto (de escasísima actividad). Fueron años muy difíciles hasta la conversión de la ciudad, por Real Cédula, en “puerto preciso” en 1662. Es decir, que todo buque que hiciera el tráfico por el Paraná tenía que registrarse y hacer escala obligada en nuestra ciudad. Las embarcaciones de la provincia del Paraguay debían incluirnos en su itinerario, lo que incrementó el comercio local, aumentó la población y contribuyó por muchos años a su beneficio y progreso.
“Tiempo después los barcos de Asunción seguirían aguas abajo, olvidándonos. Buenos Aires que los esperaba en la desembocadura desde los tiempos de Garay, absorbió el tráfico a pesar de los continuos reclamos. Las Reales Órdenes dictadas a nuestro favor no se cumplen, los barcos paraguayos preferían Buenos Aires que, por su parte, fomenta las aspiraciones de la Asunción con la tolerancia de la complicidad de funcionarios y de su comercio próspero”. (Marta Rodil. “Puerto Perdido”)
¿Qué pasaba por acá en el siglo XIX?
Esta etapa va a estar agitada por la Revolución de Mayo y la gesta independentista y Santa Fe, que durante todo el período colonial pertenecía a la gobernación de Bs.As; a partir de 1813 pasaba a adherir a las ideas federales respaldando a Artigas en la “Asamblea del año XIII”. Desde su fundación la unían a Corrientes, Entre Ríos y la Banda Oriental, fuertes lazos económicos y sociales.
La tensión fue tal que Buenos Aires invade en más de una oportunidad Santa Fe y sus tropas derrotadas con un gran protagonismo de los pueblos de Rosario, Coronda y Santa Fe. En este período, la figura de Estanislao López ocupa un lugar central. Como jefe militar condujo los combates que derrotaron las intentonas porteñas en estas tierras.
Es preciso decir que así como López siempre impulsó una posición “federal” mantenía “independencia” del programa revolucionario de la época de la “Confederación de Estados” que promovía José Artigas. Esta postura lo va a llevar (ya siendo gobernador de Santa Fe) a aceptar negociar con Buenos Aires ante una nueva invasión en 1819. Un año después, López junto a Ramírez (Entre Ríos) derrotan en Cepeda a las fuerzas “directoriales” comandadas por Rondeau obligando a renunciar a las autoridades nacionales y diluir el Congreso. Poco tiempo después, López y Ramírez firman con Buenos Aires un Tratado que rompía abiertamente con Artigas.
López tuvo un nuevo intento de rebelión en su contra y fue socorrido por Rosas, siendo ya este la figura central de poder. Celebraron un nuevo acuerdo que lo alejó para siempre de Ramírez. Estas divisiones en el bando federal y la acumulación de poder de Buenos Aires debilitaron por completo el programa más avanzado de la época que encabezaba Artigas. En simultáneo la lucha independentista se desarrollaba con Güemes en el norte, para culminar con la campaña de San Martín en Perú y el triunfo de los ejércitos bolivarianos en 1824. Sin embargo, el programa revolucionario de la “izquierda de Mayo”, que señalaba la opresión de la dependencia y el latifundio, era lentamente derrotado, cerrándose así una etapa.
A mediados de siglo, la realidad se marcaba por la centralidad del puerto de Buenos Aires y una resistencia santafesina desde una Rosario que buscaba desarrollarse. En la zona abundaban cueros, cebos, carnes saladas que solo podían comercializarse por contrabando dado el unitarismo porteño. La derrota de Rosas a manos de Urquiza contó con la adhesión de un núcleo de terratenientes poderosos (habían adquirido tierras vírgenes post independencia de 1816 y lograron mantenerlas hasta el derrocamiento de Rosas) y una incipiente burguesía rosarina.
Con el nuevo escenario, se constituyeron dos grandes bloques antagónicos de terratenientes y comerciantes que marcaron la disputa por el modelo de provincia. Se agruparon sectores progresistas (integración a los modelos avanzados de Europa y Estado Unidos) detrás de Nicasio Oroño, Patricio Cullen y José Aldao. Del lado conservador, Simón de Iriondo y Mariano Cabal los máximos referentes de la resistencia a esos cambios, aferrados a mitos coloniales, el caudillismo, y un catolicismo sin concesiones.
La ciudad capital sentía, mayoritariamente, afinidad por el bando conservador. Tanto que en los años 1867/8 acompañó una asonada encabezada por la iglesia y la aristocracia ganadera del norte contra el gobernador Oroño que había llegado con mucha fuerza en Rosario con esa naciente burguesía que crecía aceleradamente de la mano del ferrocarril, las inmigraciones e incipientes desarrollos industriales. A ese proyecto de ley de fomento de la colonización agrícola, creación de escuelas agrarias, matrimonio civil, etc. se le oponía la Santa Fe tradicional, católica y vacuna con epicentro en la ciudad capital. Dos modelos confrontaron y marcaron política, social y culturalmente (hasta nuestros días) el sur y centro norte provincial. Derrocaron a Oroño y terminaron imponiendo a De Iriondo.
A pesar de las feroces disputas, la fuerza del ferrocarril seguía empujando surcos de desarrollo (y construyendo dependencia del capital extranjero). Por esos años, el peso de los grandes terratenientes se incrementó en el período de la infame guerra de la “triple alianza” contra el Paraguay. Santa Fe proveía alimentos y soldados y ellos acumulaban fortunas y más tierras.
Los inicios del siglo XX
La ciudad de Santa Fe estuvo marcada por el impulso económico y productivo que significó la construcción del Puerto Santa Fe en 1910 (donde se encuentra actualmente). Décadas atrás, el puerto de Colastiné (1886-1929) ya mostraba su potencial generador de empleo y desarrollo en la zona. Luego, su futuro estuvo afectado por inundaciones y el impacto del traslado del centro operativo-productivo al emplazamiento actual en el centro de la ciudad.
Retomando a Rodil: “La ciudad de Santa Fe, que hasta 1911 había llevado una vida lenta, de estancamiento colonial, logra un cambio fundamental por obra de su puerto. En 1926-30 recibe 1643 ultramarinos, con un movimiento de importación-exportación de casi 7 millones de toneladas (sin contar el movimiento de cabotaje) que empleaba a 5600 trabajadores en jornadas de 8hs. diarias. A mediados y fines de la década del 40, la absorción anuladora creciente del puerto de Buenos Aires afecta sensiblemente la actividad y el empleo. En 1949 se movieron 7.900 toneladas y se emplearon 200 trabajadores”
Décadas de intensísima actividad y nuevamente el factor lesivo determinante del unitarismo porteño (hoy puede trazarse similitud con los puertos privados/extranjeros del sur santafesino). Este movimiento incesante de actividad portuaria, industrial y ferroviaria se anclaba en un proyecto de desarrollo nacional que ejecutó el primero gobierno de Perón: el último proyecto político/económico de soberanía nacional.
El rol del Estado durante este período fue central para ejercer un papel integral como regulador, productor, demandante y proveedor de financiamiento en el sector de la construcción naval y la actividad portuaria. Y comprobado años después, -dictadura y menemismo mediante-, si el Estado se retira de estas funciones, o solo las ejerce parcialmente, se pone en cuestión la posibilidad de recuperación y desarrollo de la industria misma.
Pero todos los beneficios heredados de la ISI se fueron minando con la implementación de las políticas de la dictadura primero y, luego, con el ajuste estructural ortodoxo de los 90 basado en el endeudamiento externo, las privatizaciones, la desregulación y la concentración y extranjerización de ramas claves de la industria y el comercio. El ciclo de reformas de los 90 concluyó con una profunda recesión económica y una grave crisis económica, social e institucional.
La dirigencia política nacional y provincial menemista ejecutó con entusiasmo las recetas neoliberales de privatización de empresas públicas proveedoras de bienes y servicios, desregulación de los mercados (reconfiguración del marco regulatorio), y apertura externa. La desregulación y desestatización aplicadas afectaron particularmente al sector de transporte con la privatización de las empresas navieras estatales, la derogación del régimen de reservas de carga y la cesión a manos privadas, principalmente a capitales internacionales, de la gestión de la infraestructura y terminales portuarias.
El Ente Portuario Santa Fe y su ADN menemista
La aprobación de leyes como la N°11.011 del año 1993 y la creación de los Entes Portuarios son el resultado de la política de entrega, privatización y desregulación del menemismo; con un entramado jurídico que les posibilita acaparar recursos de la población así como realizar negocios de parte de grupos privados de poder local que lo administran y, en los hechos,dirigen.
El secreto de la maniobra legal se resume en dos aspectos: 1) su composición: ellos siempre superan a representantes del Estado provincial y Municipal; 2) la figura de “ente autónomo no estatal” por la que no rinden cuentas al Estado y los ingresos por actividad quedan en el propio Ente.
Existe legislación pero también legitimación de la política y resignación. Nunca se debaten estos temas; por el contrario, gobernadores e intendentes marchan año a año a rendir cuentas a los jefes de turno de las Bolsas de Comercio de Rosario y Santa Fe.
En tiempos donde los recursos son necesarios y urgentes, en una zona como el Gran Santa Fe con 234.643 personas pobres y 54.655 indigentes; con más de 70 mil personas con problemas de empleo (INDEC. 1er.semestre 2023). Donde PYMES y pequeños y medianos productores requieren crédito, poder desarrollar la producción; con barrios enteros que necesitan más y mejores servicios públicos, con un transporte en estado crítico, etc… el poder local, ese “círculo rojo” de la ciudad, obtiene extraordinarias ganancias.
Esta situación configura, además de la señalada apropiación de recursos públicos por privados, una traba y condicionamiento de cualquier política portuaria y su respectivo impacto en la producción y el empleo local.
Los “festejos” por los 30 años del Ente Portuario
“El directorio del EAPSF celebró 30 años de institucionalidad”, dice la nota de un importante diario de la ciudad el pasado 10/11/23. En las imágenes, se abrazaban quienes instalaron durante años la idea que era una “pieza de museo” inservible y lo desmantelaron, junto a actuales hacedores de mega negocios inmobiliarios y comerciales en ese suelo público. Su carácter “público” hay que destacarlo siempre como patrimonio del conjunto de santafesinas/os y para impedir intentos actuales de “transferencia de propiedad del suelo” de nuestro puerto al Directorio del Ente. La voracidad del saqueo nunca encuentra límites.
La celebración de “los 30 años del EAPSF” intenta imponer un balance social de estas políticas heredadas de los 90 y buscan ocultar el altísimo costo social que provocó a la ciudad: su desindustrialización y creciente desocupación que perdura hasta nuestros días.
El puerto es nuestra identidad y futuro
El Puerto de la ciudad de representa la llave para transformar la matriz dela ciudad, reactivar la industria local y regional y, fundamentalmente crear empleo.
Somos una generación comprometida para confrontar las ideas de sectores dominantes de la ciudad que instalaron (durante años) que “este puerto no sirve para nada”. Para esos objetivos, trabajaron sobre la opinión pública el concepto de “puerto = pieza de museo” (asentándose en el evidente abandono de obras de mantenimiento e inversiones productivas por años) y transformaron un lugar de desarrollo industrial regional, producción y empleo; en un puñado de negociados inmobiliarios y comerciales. En paralelo, se desarrollaba en el sur provincial, el modelo agro-minero-exportador y crecía exponencialmente el polo portuario-industrial (la mayoría de banderas extranjeras).
El “círculo rojo” santafesino impuso, -ante la resignación y complicidad política local-, que la ciudad debía ser “subsidiaria” de esa extraordinaria renta para su inversión en el negocio de la especulación inmobiliaria y la revalorización financiera.
Con el paso de los años fueron incorporando negociados e innovando propuestas. Así es que pasaron a denominar nuestra zona como “nodo logístico” del modelo agro-exportador dominante. Ellos disponen “moldear” la ciudad e imponérsela a autoridad políticas (de todos los niveles) como una gran “rotonda y estación de servicios” de las grandes corporaciones económicas que representan y/o se subordinan, para continuar obteniendo ganancias exorbitantes como subsidiarias del modelo.
Las nuevas autoridades provinciales ya fueron en busca de financiamiento internacional (léase endeudamiento) para obras y servicios que demandan los puertos exportadores y definieron que los 4 puertos públicos (Santa Fe, Rosario, Villa Constitución y Reconquista) deben “autofinanciarse”. De ahí surge la idea de la “transferencia” de los suelos a los Entes.
Aprender de la historia para transformar el presente. En eso trabajamos. Y soñamos con la Santa Fe de la FIAT en Sauce Viejo y centenares de empresas autopartistas; del Puerto repleto de barcazas dinamizando el comercio y la producción; de los trenes circulando la zona con carga y pasajeros y sus talleres repletos de máquinas, vagones y laburantes; el frigorífico municipal. No son postales de la nostalgia sino registros de lo que fuimos y nos arrebataron. Ese modelo de ciudad, queremos recuperar. Vamos a recuperar.
Feliz cumpleaños… querida Santa Fe.
(*) Pablo Landó. Comunicador Social. Dirigente político de Fuerza Común
Bibliografía consultada (y recomendada)
Ainsuain Oscar. “Del genocidio y robo de tierras al boom sojero”. UNR Editora. 2006
Rodil Marta. “Puerto Perdido”. Centro de Publicaciones UNL. 1994
Arturo Marcos Lozza. “Tiempo de Huelgas”. Editorial Anteo. 1985