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ACERO SOBERANÍA

Acero: “Base de la Independencia y pilar para un desarrollo soberano”

Por Severo Van Kruijssen (*)

Es intención de este artículo rescatar y difundir aquellos capítulos de nuestra historia que nos alumbran en la búsqueda desvelada y actual de los caminos por la verdadera independencia y soberanía para nuestra Patria y el pueblo argentino.

Con ese espíritu, este escrito es una aproximación para recuperar a dos figuras de trascendencia central que, por su obra, ponen en valor la relevancia del acero en Argentina, considerada “la madre de todas las industrias”.

Se trata de Fray Luis Beltrán y del General Manuel Savio, quienes desarrollaron sus obras en distintos períodos históricos, siendo aportes invalorables como “base de la Independencia y pilar para un desarrollo soberano”.

Fray Luis Beltrán, el acero y la Independencia

Fray José Luis Marcelo Beltrán fue fraile franciscano. Nació en 1784 en San Juan, un 7 de septiembre. Hijo de padre francés y madre sanjuanina, sus estudios comenzaron a los 16 años en el convento de San Francisco en Mendoza, donde estudió matemática, física, mecánica, entre otras ciencias en forma teórica y práctica.

Este “vulcano con sotana”, entre otros apodos que llegó a tener, ha ganado en honor a su obra que en la fecha de su nacimiento, el 7 de septiembre, se conmemore en Argentina el “día del metalúrgico”.

Pero no se hace referencia en grado suficiente, al menos en general, cuando hablamos de los “revolucionarios de mayo”, al rol protagónico que debe ocupar su labor revolucionaria, de la cual trata este escrito.

La historia del acero comienza siempre ligada a procesos de colonización por parte de las grandes potencias, o a procesos de liberación nacional por parte de los países colonizados.

En este artículo, donde tomamos la figura de Fray Luis Beltrán, solo expondremos sobre los países colonizados para no extendernos tanto, tomando a Argentina dentro de la región sudamericana.

Es fundamental, para despejar los nubarrones que nos impiden ver el camino a la independencia y la felicidad del pueblo argentino, conocer nuestra historia. Y nuestra historia nos enseña que la independencia sudamericana y la lucha por la soberanía siempre caminaron de la mano de un proceso industrializador. Sea cuando estuvo oprimida bajo la forma de colonia (¹), como bajo la forma de dependencia (²); donde fue imperativo, urgente, y punto de partida, desarrollar la siderurgia y la metalurgia ligadas a la industria de defensa nacional.

Para dar sustento a esta afirmación podemos comenzar por las invasiones inglesas de 1806 y 1807, porque fue en 1808 cuando Santiago de Liniers decide crear la primera fundición de carácter militar para contar con suministros locales en previsión de otra invasión. Y luego de la “revolución de mayo”, la Primera Junta de Gobierno crea en 1811 la armería real, la primera fábrica de pólvora en Córdoba. Tras la derrota de Huaqui (³) se crea en 1812 la Fundición Militar de Bs. As.

Pero fue la gran epopeya del “Cruce de los Andes” liderada por el General José de San Martín, una de las mayores proezas que conozca la historia de la humanidad, la que nos permitirá ver con mayor claridad, y nos permitirá conocer al padre Beltrán.

 El Cruce transcurre entre 1814 y 1818 pero, claro está, únicamente tomaremos algunos hechos y aspectos que nos sirven al tema que tratamos aquí.

Volviendo a la trayectoria de Beltrán, luego de algunos años de haber sido trasladado a Santiago de Chile, en 1812 ingresa como capellán del ejército independentista chileno al mando de Miguel Carrera, donde llegó a ser “teniente de artillería” tras recomponerse el parque de artillería gracias a sus habilidades metalúrgicas y productivas, además de protagonizar con gallardía en el campo de batalla. Luego de varias derrotas de los patriotas chilenos, tras la de Rancagua el 2 de octubre de 1814 regresó a este lado de la cordillera junto a un millar de soldados chilenos.

A su regreso, sirvió en Mendoza en el ejército patrio al mando del General José de San Martín, por ese entonces gobernador de Cuyo. Beltrán había sido recomendado por Bernardo O’Higgins, general que le había otorgado el grado de “teniente” en el ejército chileno, y quien lideró una de las dos columnas principales del Cruce de los Andes, muy cercano a las ideas y métodos de San Martín.

La tarea del “fraile” en el Cruce lo ocupó unos tres años, incluyendo la preparación del cruce, el cruce y las tres batallas que le siguieron.

El 1° de mayo de 1815, San Martín lo designó al frente del parque y la maestranza del Ejército de los Andes, y el 26 de febrero de 1816 ya es premiado con grado de “teniente primero” con grado de capitán. En el campamento de El Plumerillo fue donde instaló el taller, o más bien, la “fábrica”.

Allí se fabricaron o repararon : cartuchos, mochilas, cureñas, caramañolas, estribos, herraduras, municiones, balas de cañón, fusiles, sables, granadas, botas, zapatos, tiendas de campaña, uniformes, monturas, bayonetas, obuses, cañones morteros… Inventó y fabricó unas zorras (carro estrecho y liviano de cuatro ruedas con la extensión de los cañones, a los cuales portaba). En la fábrica llegaron a trabajar hasta 700 personas en turnos rotativos.

Hay que tener en cuenta que si bien una parte de algunos elementos como armas, tiendas de campaña, etc., se consiguieron en Bs. As. y en otros lugares, esto era poco para resolver semejante odisea teniendo en cuenta que el cruce contó con 5.400 personas (4.000 soldados), que soportaron variaciones de temperatura de 40° C (entre 30° C y -10° C). El cruce duró al menos dos semanas, recorriendo unos 500 km, sin poblados intermedios para reaprovisionarse o descansar, por lo que había muchos elementos por fabricar y en gran cantidad.

Los uniformes no solo se cosieron, sino que además se construyó un batán, que era una máquina para lograr la tela deseada y esta se tiñó de azul.

En la fábrica de pólvora, donde Fray Luis Beltrán comenzó ayudando y terminó dirigiendo, se elaboró en gran cantidad y calidad.

La Cordillera de los Andes es la segunda más alta del mundo (con alturas promedio de 3.000 o 4.000 metros sobre el nivel del mar), con partes empinadas, otras muy angostas, con ríos y arroyos. Para cruzarla, se construyeron puentes colgantes desplegables, arneses, portones, anclas, aparejos, y otras herramientas que el fraile utilizó junto a más de un centenar de hombres para el cruce y traslado de personas, animales, enseres, alimentos; ya sea acondicionado el camino, desplegando el puente sobre ríos y acantilados, utilizando aparejos para levantar y bajar cañones o carga de mulas, entre otros. Un verdadero sinfín de trabajos.

Para salvar la duda de si era posible cruzar la cordillera con semejante equipaje, Fray Luis Beltrán le dijo a San Martín: “Si los cañones deben tener alas, las tendrán”.

Una vez realizado el cruce y del triunfo en la batalla de Chacabuco, donde recibió la “medalla de plata”, deviene la batalla de Cancha Rayada, donde no solo el ejército patrio es derrotado, sino que además queda diezmado en armas y municiones. Y es aquí donde vuelve a aparecer el gran genio industrial y metalúrgico Fray Luis Beltrán, “proveyendo en 16 días: 22 cañones, cientos de fusiles y miles de municiones”.(⁴)

Luego, “el padre” continuó cumpliendo este rol en la lucha por la Independencia en Perú y terminó en lo que hoy es Uruguay.

Hasta aquí bajo la forma de colonia.

Vale aclarar que la derrota del sector que pretendía la independencia argentina “de toda dominación extranjera “ y que pretendía democratizar la tierra e industrializar el país, traba y detiene este proceso en sus albores, no permitiendo desarrollarnos según las necesidades de un país libre y soberano. Muy por el contrario, su desarrollo continuó según las necesidades de intereses extranjeros junto a sus servidores y socios internos (principalmente terratenientes) que nos impulsaban como un país productor de materias primas sin mayor industria que la vinculada a esta producción, y esto solo cuando no podía traerse desde fuera.

Es necesario hacer una observación de suma importancia, y es que este proceso industrializador no se detuvo por detenerse la guerra. En la conquista de la independencia y la soberanía, la guerra fue solo el comienzo. Luego vino la disputa en la lucha por un desarrollo continuo de las fuerzas productivas, que permitan sostener y avanzar en la independencia. Su desarrollo se detuvo porque en esa disputa perdió el sector revolucionario de los “patriotas de mayo”.

Es posible, y más aún necesario, el desarrollo de una industria siderúrgica en conjunto con la industria de defensa, la industria naviera y la ferroviaria. Esto de la mano de un programa de unidad nacional con eje en la soberanía que permita el desarrollo independiente de las fuerzas productivas para un país de pleno empleo y que vislumbre el sueño colectivo de nuestros “patriotas de mayo”.

Manuel Savio, el acero y la soberanía

Ya en la etapa de nuestro país dependiente de distintos imperialismos, traeremos el gran ejemplo del General Manuel Savio.

Si bien es difícil poner fecha exacta al comienzo de un proceso debido a los múltiples aspectos que actúan en él, podríamos decir que el año 1936, al asumir el General Savio como director de Fabricaciones Militares, señala el comienzo de un nuevo momento.

Fabricaciones Militares contenía la fábrica militar de aviones, la fábrica de armas portátiles, la fábrica de material de comunicaciones, la fábrica de pólvoras y explosivos, la fábrica de municiones y artillería, y la fábrica de aceros (que sirvió de escuela para el desarrollo de esta industria). Previamente, Savio ya había creado la “escuela superior técnica”.

En 1941 se funda la Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM), de la cual él fue el principal impulsor y director, y desde allí se abordó un proyecto que fue un motor de la industrialización nacional

Vale aclarar que todo el proyecto dirigido principalmente desde DGFM, tenía en su objetivo industrializar y romper las cadenas de la dependencia y descentralizar la industria de Bs. As. para poder integrar y desarrollar todo el territorio nacional. Planteo opuesto a las posturas sionistas y entreguistas de entonces y de ahora con Javier Milei, como cara visible de quienes pretenden rematar por partes a la Nación Argentina.

Es imposible recuperar y lograr nuestra independencia y nuestra soberanía sin este desarrollo en toda la amplitud del territorio, incluido el acuático que representa el 63 % de nuestro territorio.

El General Manuel Savio, considerado también “padre de la siderurgia”, creó en Jujuy Altos Hornos Zapla, que fue la primera siderúrgica argentina en transformar mineral de hierro en arrabio, abasteciendo a siderúrgicas que no contaban con Altos Hornos, a empresas privadas y estatales, además de fabricar su propio acero, su laminado, proveerse de materia prima 100 % nacional y crear un polo industrial en el norte argentino.

Creó el plan siderúrgico nacional que contemplaba a SOMISA, empresa siderúrgica mixta que durante su existencia como tal fue la más importante de Argentina por cantidad y calidad de producción, por tener todas las etapas de producción y por hacer casi el 100 % de los laminados planos, abastecida con materia prima en gran medida nacional. Este proyecto trazó el camino para Hierro Patagónico Sociedad Anónima Minera, en Sierra Grande, HIPASAM, que abasteció de mineral de hierro a SOMISA durante 12 años.

Todo este proceso de “ganar soberanía”, tanto industrial como ideológica, asienta sus bases más sólidas en un periodo internacional de liberación nacional de una gran cantidad de países y, en Argentina, durante los dos gobiernos peronistas, cuando el Estado toma en sus manos palancas claves de la economía, entre estas la industria siderúrgica, continuando su desarrollo hasta que la dictadura del 76 revierte la línea de ascenso a descenso. Luego, el menemismo logró profundizar la dependencia a tal punto que hubo un programa televisivo de más del 40% de rating, conducido entonces por Tato Bores, que hablaba en un sketch de la “desaparición” de la Argentina, situación a la que en los tiempos actuales Milei pretende llevarnos con agresiva y violenta rapidez y toda profundidad.

Es imprescindible oponerle a este gobierno “regalapatria” el conocimiento de nuestra historia pasada como reciente y sus mejores experiencias, la denuncia permanente de la gravedad de la situación, y las propuestas necesarias para un “proyecto de unidad nacional que enarbole la bandera argentina soberana”. Una bandera que además del celeste y blanco de nuestra patria, contenga los colores de los estandartes de nuestros países y pueblos hermanos de Latinoamérica.

1)  El rasgo distintivos de las colonias es la imposición de una minoría extranjera sobre una población nativa a partir de una relación de fuerza y violencia directa con ocupación militar, de funcionarios, comerciantes e industriales, asentada en el poder militar, con el objetivo del robo y saqueo de materias primas y ganancias obtenidas por el pueblo nativo trabajador

2) Los países dependientes gozan formalmente de independencia política pero, en realidad, están envueltos en las redes de la dependencia financiera y diplomática.

3) Batalla perdida contra los realistas que logra en ese momento la escisión del Perú de la Argentina, debilitando la “patria grande” soñada y deseada por los “patriotas de mayo”.

4) Felipe Pigna “El enloquecido por la revolución”

(*) Severo Van Kruijssen es miembro del Encuentro Federal por la Soberanía y del Foro por la Recuperación del Paraná.

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