Ideas- base del desarrollo de la columna radial en el programa “Frecuencia Soberana”, del sábado 01/06/2024
por Adriana Lynch
¡Crueldad! ¡Hechos sostenidos en ideas de una tremenda crueldad!
En medio de disputas culturales, de hechos, ideas y conductas, es necesario combatirlos con fuerza y batallar contra ellas, no porque no lo hayamos hecho siempre, sino porque la situación se ha agravado y corren peligrosamente en nuestros días. Vemos cómo las hacen reflotar, a conveniencia, funcionales a los intereses de minorías dominantes, de adentro y de afuera.
Y aunque nos sorprendamos de que reaparezcan, porque a muchas de ellas las creíamos derrotadas, aparecen una y otra vez y aunque a veces metamorfoseadas, las reciclan, las renuevan, las reutilizan, inventan nuevas y avanzan, desarrollando los argumentos para justificarlas.
Asistimos a un momento en Argentina, no porque no tenga su correlato a nivel mundial, sino porque disparado desde los sectores del poder parece avalarse impunemente que “cualquiera puede decir cualquier cosa de quien sea”.
La principal expresión por estos tiempos que trasciende nuestras fronteras, hoy en riesgo seriamente agravado, es por supuesto el actual presidente Milei que juega exultante su propio “fenómeno”. Está a la vista, por supuesto, que de ningún modo es el único, ya que se encuentra ¡muy bien acompañado!
Envilecen la palabra “libertad” y su contenido, que supone la exacerbación de una repugnante idea de libertad “individual” absolutamente “ajena a la esencia humana”:
“… va a llegar un momento en el que la gente se va a morir de hambre y van a decidir alguna manera para no morirse”. (Javier Milei)
La invitación a esta reflexión es muy importante porque estas ideas y sus consecuentes hechos, estas barbaridades, estas expresiones altamente repudiables las dice el jefe de un gobierno que, por dar solo un ejemplo, escondió, se guardó (y está convencido de que fue justo) toneladas de mercadería destinadas a paliar el hambre del prójimo, que tendrá la “libertad” de decidir, ante el hambre, cuál será su manera para “no morirse”.
Mientras tanto, vivimos con profunda indignación ¡que la comida de la gente sigue guardada bajo 5.000 toneladas de candados! (Recomendación: escuchar atentamente el tema “Disculpe el señor”, de Joan Manuel Serrat).
Crean también, desde la vereda de “la gente de bien” para la que se desvelan por gobernar, unas generalizaciones de supuestos conglomerados homogéneos y enemigos donde engloban, sin distinción de existencia: “la casta”, “los zurdos”, “los kirchneristas”…
Se asientan en los grandes medios de comunicación bien pagos que les son funcionales, se incrustan en lo cotidiano y nos invaden, a base de una pretensión que a fuerza de acostumbrar nuestra escucha lo vuelva imperceptible. Y batallan, en forma constante, en permanentes intenciones de colonizar nuestras cabezas, y crear ideas y prejuicios que sostengan y avalen, como un velo que oculta la realidad, el avance en las enormes desigualdades, en el saqueo, en la entrega de todo lo legítimamente colectivo, y en hacernos cada vez más dependientes de los poderosos de adentro y de afuera y de los poderes concentrados mundialmente..
Descalificación y desprecio permanente: los pobres, culpables y beneficiados con su propia pobreza, y ahora libres de elegir “cómo no morirse”.
Invito a una reflexión respecto de cómo se ubica el “orden de las causas” en los tan cotidianamente llamados sectores “vulnerables”, expresión que muchas y muchos bien intencionados, usamos también frecuentemente
¿Qué son los “sectores vulnerables”? Su uso refiere a los sectores más empobrecidos y profundamente afectados, producto mayoritariamente de un orden social descarnado e injusto. Sin embargo, la denominación “vulnerables” invierte el orden, porque oculta las causas, que no pocos sabemos que se encuentran en un determinado “orden social”. Para ubicar el problema, sus causas, y el justo orden de determinación, lo correcto es (a mi entender) si hablamos de la condición humana, hablar de “sectores vulnerados” porque se han vulnerado sus “derechos” que, incluso, están constitucionalmente jerarquizados, aunque la Constitución no se cumpla.
Operan en lo cotidiano, y nos invaden, violentamente. Se les suman “fake news” y un bombardeo permanente de “datos falsos” y también “inentendibles” en muchos casos para el común de la gente que, a pesar de los esfuerzos por desmentirlos, si pasa pasa… y algo queda…
Cabe recordar, llevándolo a un extremo, a Joseph Goebbels, Jefe de propaganda del régimen de Adolf Hitler. Su cargo era “ilustración pública y propaganda”. Desde allí se dedicó a transmitir la ideología nazi en todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Goebbels elaboró unos principios para tal fin, y sostenía:
“Hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores, y hacer que nuestros simpatizantes se lo repitan en todo momento”.
Una de sus máximas más conocidas fue aquella “miente, miente, miente constantemente que algo quedará”. Goebbels desarrolló sus principios teniendo en cuenta también cómo arraigar ideas funcionales al régimen nazi en las mayorías.
Hoy vemos cómo operan a partir de un complejo de ideas, odios y prejuicios, difundiendo argumentos que pretenden arraigar y generar destrucción, descalificación, violencia, desprecio, ninguneo.
Esto, acorde por supuesto al momento histórico y según sus propios intereses, lo han hecho siempre desde los sectores dominantes para generar una cultura de la pasividad, el miedo, la resignación, pero sobre todo “del sometimiento”.
¡No lo han logrado!
Muchos de ellos persisten y reaparecen, a veces camuflados, a través del tiempo. Caben algunos ejemplos…
Desprecio a los negros y afrodescendientes: para justificar que fueron esclavizados como mano de obra, transformados en “mercancía”, a la par que despojados de sus tierras y riquezas. Prejuicio que muchas veces opera hoy, aún a veces entre quienes portan el mismo color de piel.
A los originarios: para justificar tanto saqueo, matanza, usurpación de tierras y riquezas, cultura, lenguas y explotación humana. Devastación de una cultura, altamente valorada sin embargo en tanto objeto y obra de arte robada para los grandes museos de las metrópolis de las grandes potencias imperialistas, como por ejemplo por los ingleses.
Desprecio a nuestros hermanos de la Patria Grande: paraguayos, bolivianos, peruanos… para justificar disputas territoriales y económicas, entre otras. Descalificación, desprecio y ninguneo al trabajo argentino y a nuestros trabajadores, que son quienes producen, los transformadores de la materia, quienes con su trabajo humano generan la riqueza. (Recomendación: Leer el poema de Brecht “Preguntas de un obrero que lee”).
A las mujeres, tildadas de sexo “débil”, etc., etc., etc., justificando así su rol de opresión para sostener una estructura social que “bajo el halo del amor” y de una “maternidad” solo concebida como un “acto de pura entrega al amor”, nos traiga la resignación y la subordinación…
Pero cada supuesta debilidad culturalmente e ideológicamente promovida desde las minorías de siempre, oculta una verdadera fortaleza.
Es urgente y permanentemente necesario, reflexionar sobre una serie de valores subyacentes, prejuicios, y valores explícitos hoy de modo virulento, que expresan claramente el desprecio, la violencia, la descalificación y el odio, fomentados y aprovechados hoy desde sectores del poder para hacer pasar sus planes que traen grandes padecimientos a las mayorías argentinas, si a Argentina nos referimos. Que circulan y operan desde la superestructura ideológica y cultural, corriendo el riesgo de naturalizarse y quedar instalados.
Es imprescindible, cotidianamente, darles batalla, en el terreno por el que transitemos. En defensa y recuperación de los legítimos derechos conquistados con luchas y en la lucha por conquistar nuevos legítimos derechos a los que aspiramos.
Compartimos la columna cultural de Adriana Lynch en el programa Frecuencia Soberana