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HISTORIA

El peón heroico

Por Carlos del Frade (*)

Se cumplen 211 años del combate de San Lorenzo. Fueron catorce minutos en los que murieron cuarenta personas. Entre ellas el mulato y esclavo Juan Bautista Cabral. Síntesis de la lucha por las emancipaciones nacionales y sociales, aquella muchachada daba inicio al primer ejército popular latinoamericano en operaciones que sería el comandado por el también correntino José de San Martín. En estos tiempos de saqueo y dependencia es fundamental tomar contacto con nuestras raíces para sentir que la Argentina es mucho más que el negocio de unos pocos. Esta crónica forma parte de nuestro libro “Cabral y Rivero, peones heroicos”. Gracias.

-Déjenme, compañeros. ¿Qué importa la vida de Cabral?. Vayan ustedes a pelear que somos pocos – fue la frase que dijo Juan Bautista Cabral, según entiende el fraile Herminio Gaitán del convento San Carlos de San Lorenzo en su investigación sobre el combate.

Dos horas después, según el sacerdote historiador, en el refrectorio del monasterio – utilizado en ese momento como banco de sangre y sala de primeros auxilios- repitió la frase antes de morir.

Para el investigador Norberto Galasso, en su imprescindible “Seamos libres. Vida de San Martín”, en cualquier caso, “lo más probable es que en el soldado correntino, en situación de muerte, haya brotado espontáneamente su lengua originaria por encima de la educación, prejuicios y modales y entonces haya dicho: Avyáamanó ramo yepé, ñajhundijheguereumípytaguá, expresión guaranítica de la frase que pasaría a la historia. Así lo sostiene criteriosamente Fray Herminio Gaitán: “palabras dichas en guaraní”. También razonablemente, Gaitán sostiene que “San Martín las escucha y las traduce, luego, al español, cuando las incorpora al parte de batalla, pues es tan natural que San Martín no dominase el idioma inglés, como que entendiese el guaraní”, sostiene el historiador.

Y agrega en tono de reflexión: “Alguien probablemente, reste importancia a estas últimas circunstancias –Cabral, hablando guaraní y San Martín, entendiéndolo- pero, sin embargo, son reveladoras de la óptica con que se ha escrito nuestra historia, óptica europeizante y denigratoria de lo nativo, a la cual disgusta que sean dos correntinos, expresándose en el viejo idioma nativo, quienes protagonicen un episodio épico y prefiere, por tanto, limarle esas aristas pues, por supuesto, la Argentina la hicieron los rubios de ojos azules, directores de las empresas ferroviarias, frigoríficos, compañías de seguro, etcétera”, sostiene Galasso.

Según su estudio, Cabral sería hijo natural de don José Jacinto Cabral y Soto y de la morena Carmen Robledo que luego se casó con el también moreno Francisco que lleva el apellido Cabral, por ser también servidor de esa antigua familia.

Tal vez por esta razón otras fuentes lo dan como hijo de los dos esclavos, Carmen y Francisco, pues su nacimiento es anterior a la ley de libertad de vientres y de raza negra.

Hay una carta de don Luis Cabral, su amo, del 4 de diciembre de 1812, donde se refiere “a la situación de nuestro negro Juan Bautista…que en su carta me pide le escriba a San Martín para que lo baje a la infantería porque en la caballería corre peligro” (los negros integraban habitualmente la infantería pues no se caracterizaban por ser buenos jinetes, por lo cual el pedido tiene fundamento), apunta Galasso.

Añade que no contrajo matrimonio y en su condición de esclavo desempeñaba funciones de peón. “Suponemos que se integró al cuerpo de granaderos al fundarse éste –es decir, pocos meses antes del combate- y que desde Buenos Aires le pidió al amo que intercediera ante San Martín, como surge del fragmento de carta que reproducimos. A los veinte años declaraba, por único patrimonio, un caballo rosillo con la marca de don Luis Cabral y una sortija de oro en poder de doña Tomasa”.

Finalmente, Cabral no era sargento.

-Informo que el granadero Juan Bautista Cabral…– decía el parte de guerra de San Martín.

“Era simplemente un granadero sin rango”, escribió el sacerdote Gaitán.

-Al soldado Juan Bautista Cabral. Murió en la acción de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813 – decía una placa que mandó colocar el propio San Martín sobre la puerta del cuartel de Retiro en un tablero de forma oval.

“También estas apreciaciones acerca de Cabral pueden ser tachadas de baladíes. Sin embargo, importan, no sólo para demostrar los débiles cimientos en que reposa la historia oficial, sino también para que se las recuerde en las escuelas, especialmente en aquellas adonde concurren niños pertenecientes a la clase media liberal que escuchan habitualmente, en sus familias, los peores epítetos sobre “los negros”, “los correntinos”, “los peones”, “los paraguas”, pues entonces aprenderían que es muy común en nuestra historia que esos “negros”, “esclavos” que “hablan guaraní” y se asemejan más a los paraguayos o a los bolivianos que a la gente blanca de Buenos Aires, son los que acompañaron y dieron su vida por San Martín para que algún día tuviésemos patria”, concluye Norberto Galasso con justicia y contundencia.

 

(*) Carlos del Frade. Periodista. Diputado Provincial Frente Amplio por la Soberanía.

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HISTORIA SOBERANÍA

La “Batalla de San Lorenzo”: Un legado de la historia

Por Luciano Orellano (*)

Dijo el Gral. San Martín:

Cuando la Patria está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla”.

Este 3 de febrero, al cumplirse 211 años de la gloriosa “Batalla de San Lorenzo”, y frente a las nuevas amenazas y desafíos que debemos enfrentar en la Argentina que viene, nuestra historia se actualiza con vigorosa vigencia.

Apropiarnos de nuestra historia, volver sobre ella, resignificarla, tomando las valiosas enseñanzas de valentía y heroísmo de aquellos patriotas que nos precedieron, de los mandatos fundacionales de libertad, independencia y soberanía por los que nacimos e hicimos posible “acuñar moneda”, “ser libres de España y de toda otra dominación extranjera”, con la consigna “ni amo viejo ni amo nuevo, ¡ningún amo!”, nos renueva la esperanza de conquistar una Patria justa, libre y soberana para la felicidad del pueblo.

Aquella “Batalla de San Lorenzo”, librada el 3 de febrero de 1813, marcó el heroico inicio de la marcha de José de San Martín enarbolando la bandera de la independencia para “hacer posible lo necesario” y los sueños de “recuperar lo nuestro” para “una nueva y gloriosa nación”.

A poco tiempo de pisar suelo rioplatense, la primera tarea encomendada a quien era en aquel entonces “Teniente Coronel de Caballería”, José de San Martín, fue la de organizar un regimiento. Promediando el mes de diciembre de 1812, esta tarea era cumplida: nacía el Regimiento de Granaderos a Caballo.

En la ciudad de Montevideo, al otro lado del Río de La Plata, luego del estallido de la Revolución de Mayo de 1810, se apostaban las tropas realistas conservando desde allí su cuota de poder.

A comienzos de 1813, el Segundo Triunvirato convocaba a los diputados de las Provincias Unidas del Río de La Plata para sesionar en el marco de la Asamblea General Constituyente y Soberana del Año 1813 con el objetivo de reconocer la soberanía de los pueblos, proclamar la independencia y elaborar una constitución.

Desde el Cabildo de Montevideo ordenaban a las tropas realistas navegar en busca de “abastecimiento”. Subiendo por el Río de La Plata, adentrándose en el Paraná, aquella orden comenzaba a delinear uno de los grandes hitos de nuestra historia independentista.

Se encomendó entonces a los patriotas del Regimiento de Granaderos a Caballo, al mando de San Martín, custodiar y defender de los “saqueadores” las costas del río Paraná (el mismo río por el que hoy “sangra la Argentina” al que algunos en la actualidad “mal llaman hidrovía”), pretendiendo perpetuar su dominio por la fuerza de las armas.

Aquel 3 de Febrero de 1813, nuestro Regimiento de Granaderos a Caballo se apostó a la altura de la localidad de San Lorenzo en el convento de San Carlos, a la espera de los realistas. En esa madrugada se libraría la batalla fundacional, en estas tierras, de José de San Martín.

Las tropas españolas arribaron al puerto de San Lorenzo a bordo de 11 navíos, con 300 hombres entre marinos y soldados que duplicaban largamente en número a los 125 Granaderos y, luego de desembarcar, emprendieron su marcha hacia San Carlos. Allí, imperceptibles, aguardaban nuestros valientes y corajudos patriotas al mando de su “gran jefe”, dispuestos a derrotar a los invasores.

Tal como lo inmortalizó la Marcha de San Lorenzo, cuando “febo” asomaba, en una maniobra estratégica planificada por San Martín, los patriotas abatieron a los invasores en una confrontación que transcurrió en unos pocos minutos.

En palabras de José de San Martín, según “Parte de Combate” posterior a la batalla:

Seguramente el valor e intrepidez de mis granaderos hubieran terminado en este día de un solo golpe las invasiones de los enemigos en las costas del Paraná, si la proximidad de las bajadas no hubiera protegido su fuga, pero me arrojo a pronosticar sin temor que este escarmiento será un principio para que los enemigos no vuelvan a inquietar a estos pacíficos moradores”

En la Argentina de hoy, a 211 de aquellas gestas, está en riesgo nuestra integridad territorial, “saquean” tierras y mares, nuestros recursos, nuestras riquezas, y nuestro trabajo, desplegando una intrincada trama con múltiples mecanismos, leyes y decretos implementados por los imperialismos y los poderosos de “tierra adentro” asociados a ellos, hundiéndonos en la dependencia con la consecuente pérdida de nuestra soberanía: intermediaciones; concentración y extranjerización de la tierra; privatización, entrega y destrucción de nuestra soberanía industrial, comercial, monetaria y bancaria; planificación tributaria nociva; reinado del “capital financiero”; el curro “legalizado” de los paraísos fiscales; los descontroles aduaneros; las triangulaciones; la evasión fiscal y tributaria y la especulación cambiaria; entre otros.

Con inmenso orgullo, hemos protagonizado en unidad y en las calles la masiva e histórica jornada de “Paro y Movilización” del 24 de enero a lo largo y a lo ancho de nuestra Patria, en oposición y repudio al ajuste y entrega del DNU y la Ley Ómnibus del gobierno de Javier Milei, a tan solo 44 días de su asunción. ¡Nunca un gobierno “institucional” se atrevió a tanto en tan poco tiempo! Es, en los hechos, un golpe institucional.

Un gobierno nacional que, habiendo llegado “por el voto en las urnas”, pretende barrer y arrasar vertiginosamente con todos nuestros derechos conquistados en luchas heroicas y con todos los resortes estratégicos de nuestra Soberanía Nacional. Políticas “dictatoriales” amparadas en “el voto”.

Pero el pueblo argentino, a viva voz, estalló en el grito: ¡La Patria no se vende! ¡Se defiende!

¡La Patria está en peligro!

– Con el convencimiento de la necesidad y urgencia de recuperar nuestra plena Soberanía Nacional en todos los terrenos, de “hacer posible lo necesario”.

– Con los legados de nuestros revolucionarios de Mayo y nuestros patriotas de las gestas de la independencia.

– Con el espíritu de la Constitución Nacional de 1949, que expresa y sintetiza en el plano jurídico ideológico las transformaciones de aquel período histórico argentino, reflejado en su artículo 40: a) la economía al servicio del bienestar del pueblo y conforme el principio de la justicia social; b) autorización y legitimidad del Estado como ente monopolizador de la actividad de importación y exportación; c) propiedad imprescriptible e inalienable de la Nación de todos sus recursos naturales (petróleo, gas, carbón, recursos hídricos) y e) servicios públicos estatales y expropiación de aquellos que aún no pertenecen al patrimonio nacional.

Reafirmamos: ¡La Patria no se vende!

– Defendiendo el patrimonio nacional

– Estableciendo la “soberanía popular”

– Garantizando la “independencia argentina”

 

(*) Referente del Foro por la recuperación del Paraná y  Encuentro Federal por la Soberanía.

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CULTURA DEBATES HISTORIA

Sobre el Combate de San Lorenzo: barcos, cargas de caballería, torres y hoteles.

Por Sergio Juan Coppoli (*)

Dicen los mapuche, que cada persona debe poder contestar tres preguntas: ¿De dónde vengo? ¿Quién soy? Y ¿Hacia dónde voy? Eso vale también para los pueblos, lo colectivo.

Hay quienes dicen que los argentinos descendemos de los barcos. Yo sostengo que venimos de la tierra y, si bien muchos descendemos de los barcos, muchos descendemos de pueblos originarios.

¿De qué barcos descendimos los argentinos? Gran parte de los habitantes de esta parte del mundo, son pueblos preexistentes a la invasión europea de hace más de 500 años y a los estados nacionales. En épocas glaciares, sus antepasados cruzaron el estrecho de Bering. Otros, llegaron en canoas y balsas desde islas del Pacífico, en un primer descenso desde barcos.

Milenios después, con Colón, almirante afecto a nombrar el oro y poco a Dios, llegó la gran invasión. Muchos argentinos actuales, descienden de los barcos de la invasión. Muchos de esos invasores, se mestizaron con los pueblos originarios. De sus descendientes, unos fueron parte de las guerras de independencia y parte de esta América morena. Otros,disfrutando los beneficios de la conquista y la colonización, usaron las guerras de independencia para atarnos a otras cadenas, como dueños de latifundios y en uso de privilegios comerciales.

Están también aquellos, cuyos antepasados bajaron de los barcos de la infame trata de esclavos. Vinieron forzados y a trabajar forzados. De allí, otro proceso de mestización. En otros barcos, llegaron los perseguidos y desposeídos de Europa, buscando trabajo, tierra y otra suerte para sí y para su descendencia. Dieron inicio a otro proceso de mestizaje.

Pero hay otros barcos más. En barcos llegaron los ingleses para invadir Buenos Aires. Barcos ingleses fueron beneficiados por la libre navegación de nuestros ríos por el “Tratado de Amistad Comercio y Navegación entre el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y las Provincias Unidas” en 1825, impulsado por Rivadavia y Georgie Canning. En barcos vinieron los ingleses que usurparon Malvinas y en barcos vinieron ingleses y franceses a imponer la “libre” navegación de nuestros ríos.

En la ciudad de Buenos Aires, en Retiro, se alza la torre de los ingleses y estaba la estatua de Georgie Canning, ministro de asuntos exteriores de Gran Bretaña durante largos años. Don Canning escribía en 1824: “La América Española es libre, y (si) nosotros los ingleses manejamos nuestros negocios con habilidad, ella será inglesa”.  A la estatua del señor Canning, una manifestación la quitó de su sitial y la arrojó al río.  Un gobernante con callos en las rodillas y rodillas en el alma, la repuso en la Recoleta, para que siga cuidando los intereses británicos. Quienes la arrojaron a las aguas, tuvieron que recorrer un trecho largo para llegar al río. Durante las invasiones inglesas, donde está la torre, estaba el río y allí quedó varado el barco Justine. “Aborde y tome la nave”, ordenó Pueyrredón al joven militar Martín Miguel de Güemes, quien con sus hombres, lo hizo ¡de a caballo! Más de 200 años después, la tierra y la ardua labor de gobernantes con callos en las rodillas y rodillas en el alma, cubrieron de olvido la hazaña de Güemes y sus hombres y en ese lugar hoy está esa torre de los Ingleses, “(…)puerta de entrada a la Ciudad de Buenos Aires por su vecindad con la terminal de los ferrocarriles de la Estación Retiro, el Puerto de la Ciudad y el Hotel de Inmigrantes (…)” según la página del gobierno de la ciudad.

A poca distancia de la torre, se levanta el Sheraton, otro símbolo de poderío imperial en pleno corazón porteño.

Cuando llegué a Rosario, me llamó la atención el poco acceso al río Paraná, en una ciudad situada a su vera. Había paseos frente al Monumento, el Balneario Municipal, La Florida. El Puerto ocupaba casi todo la costa, un puerto que hacía honor a la denominación de Rosario, capital de los cereales, tal como cantaban Falú, Dávalos y los Fronterizos. Pero el puerto fue desguazado y cedió lugar a grandes puertos privados de grandes monopolios extranjeros,  a cambio, pareció que ganábamos acceso al río. Nuevamente espejitos y cuentas de colores. Los llamados desarrolladores inmobiliarios, la especulación inmobiliaria, los elefantes blancos o blanqueados, en una metáfora que espero no sea mal entendida por gente mal pensada, fueron ocupando espacios privilegiados junto al río, erigiendo torres gigantescas con excepciones al reglamento de edificación de la ciudad.

Pero hay otra Rosario, la Rosario rebelde, la Rosario de la historia emancipadora. Una histona que debe ser atesorada.

Celedonio y sus milicianos

Rosario es un poblado que adhiere con fervor a la Revolución de Mayo y arma milicias para vigilar el río y defender la costa de las incursiones realistas. Belgrano en su paso hacia el Paraguay, organiza esas milicias y sigue viaje hacia el reglamento de las Misiones, Paraguarí y Tacuarí. En 1812 vuelve a Rosario para montar dos baterías.Aquí crea la bandera que es izada en la batería Libertad, donde hoy se halla el Monumento a la Bandera; luego sigue viaje hacia el Éxodo jujeño, Tucumán, Salta y el Alto Perú. Las milicias permanecen y cuando San Martín es enviado a perseguir la flotilla realista que desembarcaría en San Lorenzo, esas milicias, al mando de Celedonio Escalada, colaboran. Rechazan, en lo que, despectivamente, muchos consideran una “mera escaramuza”, un desembarque en la desembocadura del Arroyo Ludueña y acuden a San Lorenzo, dando apoyo a los Granaderos en su bautismo de fuego. Celedonio y sus milicianos deben haber pasado en  su cabalgata heroica por donde hoy está el Monumento a la Bandera, oculto entre grandes torres. Después deben haber pasado por Puerto Norte, que entonces no era Puerto Norte y las torres no privaban el acceso y la vista al río ni existía el proyecto de un Sheraton de 130 metros de alto, todo un símbolo imperial en la tierra que vio nacer nuestra bandera. Podrán decirnos que esas torres son un orgullo para los rosarinos. No sé. Prefiero pensar, que orgullo  son los milicianos vigilando el río, la adhesión a la revolución de mayo, la bandera y su monumento, la galopeada de Celedonio Escalada y sus valientes, los rosariazos que pusieron fin a los sueños de Onganía y la rebeldía obrera y popular de este suelo. No las torres, los puertos en manos extranjeras y el río para pocos y transformado en hidrovía, que nos han dejado gobernantes con callos en las rodillas y rodillas en el alma, para  encubrir nuestra historia y  uncirnos al carro triunfal de los poderosos.

¿De dónde venimos? ¿Nos reconocemos en la cabalgata de Celedonio? ¿En el monumento? ¿En los rosariazos? ¿En la ciudad siderúrgica y obrera? ¿O en las torres vacías, los puertos privados y el Sheraton?

¿Quiénes somos? ¿Parte de la América morena, hermanados originarios, criollos, descendientes de europeos y africanos, unidos en un solo pueblo? ¿O nos creemos superiores por provenir de los barcos, por ser parte de esa Europa invasora y expulsora de marginales?

 ¿Y hacia dónde vamos? ¿Cabalgaremos como Celedonio hacia la independencia y la libertad o nos dejaremos tentar por espejitos, cuentas de colores, Sheratons y cantos de sirena?

 

(*) Sergio Coppoli. Psicólogo. Miembro de Foro por la recuperación del Paraná.

 

http://detallesdebuenosaires.blogspot.com/2011/09/monumento-george-canning.html

https://www.buenosaires.gob.ar/museos/torre-monumental

https://viapais.com.ar/rosario/481984-piden-que-el-proyecto-de-construccion-del-sheraton-sea-fiscalizado-por-la-uif/

Las esculturas que ya no están (nota 6)

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