Categorías
HISTORIA

Cuestión calle Balcarce en Rosario

Por Sergio J. Coppoli

En este 2024, se cumple el bicentenario de Ayacucho, batalla que cierra el proceso de guerras de independencia de las nacientes naciones sudamericanas respecto a la corona española. Sí bien aún se librarían combates como la batalla de Tumusla, en la hermana República plurinacional de Bolivia,  entonces Alto Perú, Ayacucho fue decisiva. En este contexto  recordamos la batalla de Suipacha y este escrito va a manera de homenaje a quien  encabezó el Ejército Auxiliar al Alto Perú, en el primer triunfo de las armas de la patria, el general Antonio González Balcarce, un 7 de noviembre de 1810. Lo hacemos aclarando una confusión frecuente respecto al nombre de una calle de la ciudad de Rosario. Luego de Suipacha, Antonio González Balcarce fue parte del cruce de Los Andes  y la independencia de Chile, motivos más que suficientes para justificar el homenaje.

En otro ensayo retomaremos la Batalla de Suipacha, el papel de Martín  Miguel de Güemes y su figura opacada en el parte de batalla, las contradicciones en las fuerzas Patriotas y cómo estas contradicciones afectaron el desarrollo posterior de la guerra de Independencia y la constitución de la nueva nación a través de un proceso de guerras civiles.

 

Rosario posee, entre sus calles, una con un nombre muy particular: Balcarce. Así, sin más, solo el apellido Balcarce. En casi toda la cartelería, no hay un nombre de pila que pueda diferenciar o dar claridad respecto al protagonista de nuestra historia, al cual, la ciudad y la calle rinden homenaje. No sería tan importante este tema, si no fuera por un “pequeño” detalle: un Balcarce, incendió la Villa del Rosario en enero de 1819.  Si fuera este Balcarce, el general Juan Ramón Balcarce, la ciudad estaría homenajeando a su incendiario, quien, más allá de los méritos que hubiera acumulado a lo largo de su vida, tiene esta mancha en su trayectoria.

Fue don Juan Ramón quien incendió la villa. Un militar que participó heroica y meritoriamente en el Ejército Auxiliar del Perú, en las victorias de Tucumán y Salta y las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, durante la segunda expedición al Alto Perú. Después, convocado por el Directorio para enfrentar al Brigadier López, en el contexto de las iniciales guerras civiles, no tuvo mejor idea que aplicar la tea incendiaria, ante la impotencia y la imposibilidad de vencer al ilustre santafesino. (1)

Pero Juan Ramón no es el único Balcarce. Hubo varios.  Antonio González Balcarce, hermano menor  de aquel y segundo hijo de los Balcarce, participó en la primera Expedición al Alto Perú y estuvo al mando en la primera victoria de las armas de la patria en Suipacha y después en la derrota de Huaqui. Destinado al Ejército de los Andes, fue el segundo de San Martín en Cancha Rayada y Maipú, reemplazó a San Martín en su ausencia y después, comandó la campaña al sur de Chile, donde obtuvo la victoria en la Batalla de Bio Bio, el 19 de enero de 1819, diez días antes de que Juan Ramón, incendiara la villa. Regresa a Buenos Aires por problemas de salud, donde fallece y sus restos están sepultados en Santo Domingo, donde también se encuentran los restos de Belgrano.

Son muchos más los Balcarce, pero nos quedamos con estos dos que son los que nos interesan.

La ordenanza de 1905, que modifica la denominación de varias calles de Rosario, denomina a la antigua calle De las Conquistas o 32, como calle Balcarce, sin aclarar a cuál de los Balcarce se refiere. (2)

Casi todas las consideraciones encontradas, hacen referencia a que la calle, lleva el nombre del incendiario, Juan Ramón.

En una nota de Alfredo Montenegro en Redacción Rosario, leemos: “El 29 enero de 1819, en medio de las guerras entre el centralismo porteño y los federales litoraleños, el general Juan Ramón González Balcarce (1773-1836) incendió la villa de Rosario. Sólo se salvó la capilla en la que hoy se erige la Catedral. Sin embargo, por eso de la falsificación de la historia que denunciaba don Arturo, una calle rosarina aún lleva el nombre de Balcarce (entre Oroño y Moreno, para ser más precisos). En tanto, quienes defendieron y corrieron a la tropa porteña, fueron ocultados.” (3)

Lo mismo sostiene Horacio Vargas, periodista rosarino, autor de “Desde el Rosario”, donde noveliza parte de la historia de la ciudad: “¿Cómo puede ser que una de las calles más importantes de la ciudad, más grandes de la ciudad, lleve como nombre, un militar que incendió la aldea, que se llamó Balcarce?”. (4)

Finalmente, la profesora Guadalupe Palacio de Gómez, en su página web sobre las calles de Rosario, adjudica la denominación de la calle en cuestión al General Juan Ramón Balcarce, dedicando buena parte del texto sobre su biografía al episodio del incendio. (5 y 6)

Pero, en el folleto hecho imprimir por el intendente Luís Lamas en 1903, con el estudio realizado por una comisión nombrada ese mismo año, “sobre los hechos y personajes históricos que han motivado  la designación de calles y plazas de la ciudad”, encontramos la siguiente información: ‘Balcarce-calle-Por Antonio González Balcarce, guerrero de la Independencia Argentina que al mando del ejército patriota luchó en el Alto Perú (Bolivia)y obtuvo en Suipacha la primera victoria de la revolución (noviembre 7 de 1810). Fue también Director Supremo del Estado.’  (7)

Si leemos en la página web de Silvia Greco, Rosario y sus calles, encontramos:

“BALCARCE, ANTONIO GONZÁLEZ

Calle (N-S) Córdoba 2000/Arijón 2000

Ver Normativa

(1774-1819) Militar y político argentino. Derrotó en la batalla de Suipacha a las tropas realistas (1810). Fue gobernador intendente de Buenos Aires (1814) y Director de las Provincias Unidas del Río de la Plata (1816). Fue segundo del general San Martín en las batallas de Cancha Rayada y Maipú.” (8)

Finalmente, si recorremos calle Balcarce, en el cartel señalizador del cruce  con calle Catamarca,  veremos el nombre completo: Antonio G. Balcarce, el muy meritorio jefe, vencedor en Suipacha y segundo de San Martín en la campaña de Chile ¿Por qué es la única cuadra con el nombre completo? O casi completo, ya que de González solo aparece la inicial ¿Hay alguna ordenanza que lo disponga? No he hallado nada al respecto. Pero allí está el cartel de señalización, clarito para quien quiera llegarse a esa esquina.

Está en discusión el cambio de nombre de la calle. Entiendo que si la calle homenajeara a Juan Ramón, sería más que correcto el cambio de nombre. Más allá de toda consideración, homenajear al que la incendió, no parece adecuado, más aún en un contexto absolutamente injusto. Pero la designación de esta calle, sin dudas homenajea al General Antonio González Balcarce, y ello resulta en un muy merecido homenaje a quien venció a los realistas en Suipacha, logrando el primer triunfo patriota en las guerras de independencia y secundó a San Martín, colaborando para que el Ejército de Los Andes se reorganizara luego de la derrota de Cancha Rayada. En este caso, creo necesario ratificar el nombre y  conveniente dejar esclarecido,  documentado el verdadero nombre de la calle y a quien verdaderamente homenajea y dar la difusión necesaria para evitar la confusión entre ambos Balcarce.

Esquina de Balcarce y Catamarca, con el nombre de Antonio G. Balcarce en el cartel indicador.

-0-0-0-0-0-

(1) El día que quemaron el Rosario  por Horacio Vargas

https://www.pagina12.com.ar/167868-el-dia-que-quemaron-el-rosario

(2) Ordenanza Modificando la denominación de varias calles del Municipio – 7 de Abril de 1905

https://www.rosario.gob.ar/normativa/verArchivo?tipo=pdf&id=48754#:~:text=Modificando%20la%20denominaci%C3%B3n%20de%20varias%20calles%20del%20Municipio%20La%20Municipalidad

(3) La olvidada y cobriza flota que defendió a Santa Fe por Alfredo Montenegro

https://redaccionrosario.com/2017/11/29/la-olvidada-y-cobriza-flota-que-defendio-a-santa-fe/

(4) “Calle Balcarce debería llevar el nombre del Brigadier López” El periodista Horacio Vargas pasó por Mesa de Diálogo Nota de A Simonetto en Rosario 3

https://www.rosario3.com/especiales/1724-es-el-ano-de-origen-de-la-ciudad-de-Rosario-20190326-0012.html

(5) “Historias en las calles y calles en la historia” por la profesora Guadalupe Palacio de Gómez

http://www.callesderosario.com.ar/index2.html

(6) “Historias en las calles y calles en la historia” por la profesora Guadalupe Palacio de Gómez Calle BALCARCE JUAN RAMÓN (1773 – 1836)

http://www.callesderosario.com.ar/balcarce%20juan%20ramon.htm

(7) “Nomenclatura de las calles y plazas del municipio”  – Municipalidad de Rosario – 1903. Folleto hecho imprimir por el intendente Luís Lamas. Información mencionada en el grupo de Facebook: Fotografías y Estampas del Rosario Antiguo – FyERA, donde fue publicada la información y la foto de la tapa del folleto.

https://www.facebook.com/groups/fotografias.estampas.rosario.antiguo/posts/2604918659543187/

(8) Rosario y sus calles  (Pagína web) de Fátima Silvia Greco, autora del libro “Rosario y sus calles”

https://rosarioysuscalles.com/

https://rosarioysuscalles.com/street_book/street/159/

Categorías
BANDERA SOBERANÍA

Sobre Belgrano, nuestra bandera, la Independencia y el río Paraná

Por Sergio Juan Coppoli

Que ate bien la bandera para llevarla hacia lo alto, para que allí se mantenga, le habría dicho Belgrano a Cosme Maciel, al ordenarle izar por primera vez la bandera nacional en las barrancas del Paraná, en el pequeño caserío del Rosario del pago de los Arroyos.

¿Por qué fue Cosme Maciel designado para semejante honor? Es cierto que era sobrino del sacerdote que bautizara al propio Belgrano, es cierto que era la máxima autoridad civil presente. Pero creo que hay otro motivo…

Belgrano, nuestra bandera, la Independencia y el río Paraná, son inseparables.

¿Quién era Cosme Maciel? Ya dijimos que era la máxima autoridad civil de una región que aún no era provincia, ya que era regidor en el Cabildo de Santa Fe. Pero, y es un hecho de la mayor importancia, Cosme Maciel armaba barcos y barcazas y recorría el tramo del río entre Santa Fe, la bajada del Paraná (hoy ciudad de Paraná) y Buenos Aires. Cuando Belgrano pasó por Santa Fe, rumbo al Paraguay, los barcos y barcazas de Cosme Maciel colaboraron en el cruce del Paraná para que el pequeño ejército, al  mando de Belgrano, pudiera seguir camino a través de Entre Ríos, Corrientes y Las Misiones. Y cuando Belgrano llega al caserío del Rosario, tiempo después, a inicios de 1812, Maciel está colaborando con el coronel Monasterio en el armado de las baterías y las defensas en el río, para evitar el paso de la flota española. Sus barcazas, traían maderas de las islas para armar las defensas y  llevaba materiales hacia las Islas, cañones, pólvora, proyectiles y armamento para la batería Independencia. Belgrano era plenamente consciente que el dominio de las aguas de los ríos interiores era la llave que abría o que cerraba la expoliación de nuestra riqueza por parte de las grandes potencias europeas, España en primer lugar que llegó para apoderarse de la plata  y del oro americano. Recordemos que Garay hablaba de abrir puertas a la tierra; puertas / puertos para entrar tierra adentro y llegar a la zona de las riquezas que tanto ambicionaban. El dominio del río y de los puertos era vital para nuestra soberanía e independencia y el dominio de los ríos y de los puertos era vital para las grandes potencias en su empeño de adueñarse de lo nuestro y el armado y la posesión de barcos propios, era la otra gran llave, para asegurarnos nuestra independencia y soberanía.

Podemos pensar que Belgrano, que tanto ha insistido en la conformación de una marina propia; en la construcción de barcos propios, proponiendo el uso de los bosques de nuestra tierra y cuidando la reposición de los árboles; proponiendo una industria del cáñamo para cordelería y velas y proponiendo la explotación de betunes para el calafateado de las naves,  al encomendar el izado por vez primera de la bandera a un armador de barcos, navegante de este río que corre frente a lo que en una época era el caserío de Rosario, es coherente al estimular de este modo, la defensa de nuestro río, de nuestros mares, de nuestra tierra y el desarrollo de un poderoso comercio que fomente la riqueza de nuestro pueblo y de nuestra patria.

Categorías
DEBATES HISTORIA

Sobre paraguas, el té de las 5 de la tarde y una revolución que si fue.

Por Sergio Juan Coppoli (*)

¿Que fue la revolución de mayo?  ¿Una plaza con paraguas? Los paraguas existían pero solo para los ricos y, en la Buenos Aires revolucionaria, eran muy escasos. La mayoría usaba capotes encerados o ponchos y las mujeres, con lluvia, casi no salían. Una buena pregunta ¿Había mujeres en la plaza? Entre los cabildantes no, por supuesto. Se citaba a cabildo abierto a los vecinos, no a las vecinas. Puede ser que algunas estuvieran en la plaza; quizás Guadalupe Cuenca y algunas más dijeran presente; aquellas que, pistolones a la cintura, convencieron a Saavedra que las brevas estaban maduras.

Los presentes en la plaza gritaban “¡El pueblo quiere saber de qué se trata!” y  figura en las actas del cabildo. Otros gritos deben haber resonado en las recovas de la plaza pero no quedan bien palabrotas e insultos en las actas. La historia oficial nos muestra una lámina de Billiken y el relato de un hecho fortuito y sin violencia. Es un mecanismo ideológico para mostrar que en mayo de 1810 no pasó nada importante. Los revolucionarios formaron una junta de gobierno sin molestar a nadie, sin disparar un tiro, sin romper un plato. Eran  un pequeño grupo activo y espectadores que querían noticias.

Los hechos de mayo no habrían sido una revolución sino un simple cambio de gobierno y el 25 no pasó nada significativo. ¡Como si las revoluciones se hicieran en un día! Como si la revolución francesa hubiera sido solo el 14 de julio con la toma de la bastilla. Como si la revolución de independencia norteamericana, solo hubiera sido el motín del té, donde los colonos, rebelados contra los impuestos, arrojaron el té al mar en Boston. Como si la revolución rusa, solo hubiera sido solo la toma del palacio de invierno.

¡No pasó nada! Pero, “(…) la Revolución no sería un té servido a las cinco de la tarde”, le hace decir Andrés Rivera a Castelli, en su hermoso libro “La revolución es un sueño eterno”. No es un té servido a las 5 de la tarde ni la revolución ni una huelga ni una manifestación ni un corte de ruta o de calles. Los revolucionarios cortaron calles, no dejaron llegar al cabildo a los cabildantes realistas, hicieron pasar cabildantes que no lo eran, amenazaron con sables, pistolas y garrotes. Y si esto no alcanzaba, tocarían generala y acudirían las milicias y regimientos, con inmensa mayoría de criollos, pardos y morenos; el pueblo de Buenos Aires estaba en armas desde las invasiones inglesas. Los hispanos eran minoría y la correlación de fuerzas era abrumadora  en favor de los criollos.

No es nada fácil quitarse un rey de encima. Los reyes lo son por derecho divino, tienen mando y poderes y por disposición divina deben ser obedecidos, jurados de fidelidad. Las nuevas teorías sobre soberanía originada en el pueblo, solo las conocían los jefes revolucionarios. Por eso, después de la revolución, Moreno funda la “Gazeta de Buenos Aires” para difundir las ideas independentistas y revolucionarias, traduce y hace publicar el contrato social de Rosseau y Belgrano se preocupa por traducir la carta de despedida de Washington. Pero hay un largo tiempo de trabajo y pensamiento revolucionario, un largo período de formación del partido de la independencia, del partido revolucionario. Y hubo una larga historia de sufrimiento popular, generado por la colonia. A la lista de antecedentes revolucionarios en Europa y Norteamérica que habitualmente toma en cuenta la historia oficial, la revolución de independencia estadounidense, la revolución francesa y las nuevas ideas que surgen y se difunden, se debe agregar y tomar en cuenta en su enorme dimensión, la insurrección de Túpac Amaru, los levantamientos en el noroeste, las guerras calchaquíes y la revolución de los 7 jefes en Santa Fe  (mayo / junio de 1580), la resistencia de los pueblos del chaco y del sur americano, enfrentando la invasión, reducción a servidumbre y sus consecuencias de genocidio y miseria. Agreguemos los sufrimientos de miles y miles de africanos, traídos para el trabajo esclavo. Había un polvorín de odio bajo los pies de la monarquía española en toda América y, en particular,  en el virreinato del río de La Plata, futuras Provincias del Río de La Plata.

En general la noticia del nuevo gobierno fue recibida con júbilo por los pueblos y rechazada por los beneficiarios del sistema virreinal. En Cuyo fue muy bien recibida, en Catamarca también, en Salta fue bien recibida por una parte del cabildo y rechazada por otra. En Córdoba se generó la resistencia más seria. Santa Fe no era provincia pero tenía cabildo ya Santa Fe, la noticia del nuevo gobierno, llegó el 5 de junio. El teniente de gobernador, don Prudencio Gaztañaduy, lo puso a consideración del Cabildo Abierto que se reunió el día 9. La noticia de la Revolución de Mayo llegó a Rosario el 14 o 15 de junio y celebrada por el capitán Gregorio Cardoso con salvas de fusil de los milicianos del caserío. El cura Julián Navarro envió felicitaciones al presidente de la Junta.

La formación de la junta provisional el 25 de mayo, fue el inicio de un largo proceso de lucha por la independencia que duró 15 años, hasta Ayacucho y Tumusla. Y fue parte de la enorme gesta de independencia americana contra el colonialismo, incluida la única revolución de esclavos triunfante, la de Haití. Ya el  29 de mayo la Junta dispuso preparar para la guerra al ejército que iba a defender la patria naciente contra la reacción realista hispana. Todo apuntaba a la independencia. ¿Fue o no fue revolución la de mayo? ¿Qué elementos de continuidad y de ruptura introduce?

La historia oficial mostró solo el gobierno propio y la independencia política. En primer lugar, si, se logró declarar la independencia de España, sus reyes y sucesores y de toda dominación extranjera, tal como proclamara el Congreso de Tucumán. Esto se mantuvo, no sin contradicciones, hasta la Vuelta de Obligado y Angostura del Quebracho., en la victoriosa guerra del Paraná.

Pero la revolución destruye la sociedad monárquica absolutista y empieza a construir otra, republicana o monárquica constitucional y hay cambios importantes en una economía centrada en torno a la producción de plata (Potosí). Los sectores más privilegiados eran los del llamado interior, tanto es así, que las universidades estaban en Alto Perú y Córdoba. Cambian las clases dominantes: un sector subalterno de comerciantes de Buenos Aires y terratenientes de esta provincia y de las restantes, en feroz disputa, pasan a ser los dominantes y la economía pasa a ser agroexportadora y se va asociando a Inglaterra. Hasta lo más retrógrado y conservador, implicó cambio.

Dentro de los más avanzado: la sociedad dejó de ser de castas, de acuerdo al color de piel, había derechos y obligaciones diferentes. La sociedad siguió siendo racista pero ya no estaba fijado por ley. Los sectores más avanzados de la revolución, lucharon duramente por esto.

Recordemos que en nuestro país, gran parte de los habitantes eran de origen africano, traídos como esclavos. Para ellos también la revolución trajo cambios profundos. Ganaron su libertad con un altísimo costo: como soldados de infantería, transitaron leguas por el continente, regando su sangre en cientos de combates y batallas. Mi homenaje a ellos en María Remedios del Valle, la madre de la patria.

También irrumpen otros grupos marginales como los gauchos y los pueblos indígenas.

Un conjunto de disposiciones intentan reparar la situación de las comunidades originarias, tratando de atraer a esos pueblos a la causa revolucionaria.

En la petición con la que se formó el Primer Gobierno Patrio, hay dos lonkos o caciques. Más tarde, la Junta convocó a los oficiales indígenas de los cuerpos de pardos y morenos y Mariano Moreno leyó la Orden del Día, que disponía su  igualdad jurídica y los incorpora a los regimientos criollos. La proclama de Castelli en Tiahuanaco, el reglamento de Belgrano para los 30 pueblos misioneros, asegurando libertad, igualdad y tierra para los pueblos originarios y las disposiciones de Artigas, con el Reglamento de Tierras, son algunas de las principales medidas. El movimiento de Mayo tuvo consecuencias para los pueblos indígenas y algunos hechos sugieren que los principales revolucionarios, iniciaron un camino diferente al que más tarde   tomó la organización nacional.

 

(*) Sergio Coppoli. Psicólogo. Miembro de Foro por la recuperación del Paraná.

Categorías
MALVINAS SOBERANÍA

Sobre el 2 de abril: Un viejo enemigo y la última batalla

Por Sergio J. Coppoli (*)

Los ingleses son viejos enemigos que se presentan como grandes amigos. Raros amigos que nos han invadido varias veces, desde 1806 y 1807, hasta la nueva usurpación de Malvinas en 1982.

Pese a las derrotas que han sufrido, proclaman orgullosos: “Inglaterra vence siempre la última batalla”.

En este período histórico, se están cumpliendo centenarios: los quintos centenarios de la invasión europea a América y la  llegada de las primeras expediciones de la corona hispana a estas tierras. Primero Solís, que ayunó y los indios comieron, según poetizaba Borges. Más tarde Sebastián Gaboto, fundador de la primera población europea en estas tierras, Sancti Spiritus y de los primeros abusos que sufrirían los pueblos de la zona. Sin olvidar a Magallanes, descubridor del estrecho de su nombre, ya conocido por los americanos desde milenios. Y también es tiempo de bicentenarios de hechos de la independencia, desde el levantamiento de Túpac Amaru hasta los próximos, los de las batallas de Ayacucho y Tumusla, que cerraron triunfalmente este período.

Los conquistadores llegaron a esta tierra con un lema tácito: “enriquézcase quien pueda”.

 Venían a América para ser hidalgos o aumentar nobleza. Por esos blasones de nobleza lucharon entre sí: Jerónimo Luis de Cabrera, fundador de Córdoba, con Juan de Garay, fundador de Santa Fe. Abreu, gobernador de Tucumán, con Hernando de Lerma, fundador de Salta. Pizarro y Almagro, se enfrentaron en el Perú y corrió sangre, incluso la de ellos.

Pero, más que blasones, vinieron a buscar oro y plata. Colón en su diario, nombra muchas veces “el oro” y muy poco recuerda nombrar a dios. Y en esa ambición, Argentina tiene este nombre derivado de “argentum”, plata; y el Río de la Plata se llama así por creer que esta era la tierra de la plata, cuando el metal estaba en las montañas y valles andinos y subandinos. Pero fue el río y la región, por donde salía riqueza hacia los puertos españoles.

“Poderoso caballero es Don Dinero, nace en las indias honrado, viene a morir en España y es en Génova enterrado”, cantaba el poeta español Francisco de Quevedo.

El puerto de Buenos Aires creció porque permitía la protección de los metales preciosos contra los piratas ingleses. Desde los puertos de Perú, debía recorrerse  un largo camino por el océano Pacífico, cruzar el estrecho de Magallanes y hacer otro largo trayecto hacia España por el Atlántico. ¡Gran oportunidad para los ingleses, en su afán orgullosamente piratesco de apropiarse del oro y la plata de América!

Por tierra venían los cargamentos de mulas hacia el puerto de Buenos Aires y de  allí partían hacia España en un viaje marítimo más corto.

Los ingleses acompañaron, amablemente, toda nuestra historia y, como decía Moreno, había que desconfiar de ellos porque se fingían amigos para ser señores y entraban vendiendo para salir mandando.

Ese acompañamiento, es origen de la macrocefalia que tiene nuestro país, de esta Buenos Aires enorme. Buenos Aires era una ciudad pobre, en un territorio donde las ciudades del llamado interior eran mucho más importantes y más ricas: en Córdoba, Salta, Jujuy, lo que generaba el transporte de oro y plata hacia el puerto, enriquecía a sus sectores aristocráticos dentro de la estructura económica colonial.

La ruptura de lazos con la corona de España, dio oportunidad a los propietarios bonaerenses de tierras y vacas para establecer nuevos lazos y hacer añicos la declaración de 1816, que expresa ser independientes “de toda dominación extranjera”.

El “enriquézcase quien pueda”, fue heredado por nuestras clases dominantes nativas en general y más aún por las bonaerenses, cuyas riquezas eran tierras y vacas, y esas vacas nos ligaron a los Ingleses que “entraron comprando y vendiendo para salir mandando”.

Moreno falleció, más que sospechosamente, en viaje a Europa en un barco inglés; Belgrano fue obligado a participar en los primeros enfrentamientos entre porteños y caudillos del litoral y, abandonado, falleció en la pobreza. Güemes fue asesinado ante el abandono de Buenos Aires y la traición de las oligarquías de Salta y Tucumán. San Martín, abandonado por Buenos Aires y Rivadavia, debió partir a Europa. El Alto Perú fue desechado por Rivadavia, a quien no le molestaba que el Perú estuviera en manos  de la corona. Así, de esta forma, dio inicio la fragmentación americana.

En todo estuvieron y en todo cosecharon los ingleses, interviniendo una y otra vez. No solo con las invasiones de 1806 y 1807, donde robaron el tesoro depositado en Buenos Aires y lo pasearon en triunfo por las calles de Londres, ocasión en que Belgrano proclamó el “amo viejo o ninguno”, definiéndose por “ningún amo”, ante los cantos de sirena de los invasores.

Su diplomacia, intrigas y perfidia marcó cada paso de nuestra historia, pero no fue suficiente: ocuparon  nuestras islas Malvinas; iniciaron el bloqueo y la guerra del Paraná, con la Vuelta de Obligado y la Angostura del Quebracho, para forzar a su favor la libre navegación de los ríos; después amenazaron bombardear Rosario porque a Nicasio Oroño, gobernador de la provincia de Santa Fe, se le ocurrió que el banco de Londres no podía emitir moneda y lo podía hacer el banco de Santa Fe; luego, los empréstitos y los Remington que favorecieron a Roca en su campaña al “supuesto” desierto y el enriquecimiento de una oligarquía que lo hacía con solo mirar parir las vacas. Y los propios ingleses, incorporándose a esa oligarquía, porque a cambio de los empréstitos y Remington, se hicieron de muchas leguas de tierra.

Cuando los ingleses necesitaron carnes y cueros, moldearon una oligarquía que proveyera carnes para alimentar esclavos en las plantaciones algodoneras y azucareras, y cueros para correas de sus telares. Cuando necesitaron lanas para esos telares, moldearon un sector de oligarquía para proveerlos. Y cuando quisieron hacer convenios y tratados para su conveniencia y en desmedro de nuestra soberanía, siempre encontraron un Rivadavia que les garantizara libre navegación de nuestros ríos, un Miranda que aconsejara bombardear Rosario en beneficio de los bancos ingleses, un Roca para un tratado infame en una década infame, tratado que lleva su nombre nefasto junto al del pirata Runciman  y un Foradori borracho, vicecanciller de Macri, que firme un tratado lesivo para nuestra soberanía en Malvinas.

En estos años, los americanos hemos aprendido que cuando nos unimos podemos ser vencedores, pero desunidos como pueblos o como naciones perdemos ante enemigos poderosos. No nos salvamos solos, eso del “sálvese quien pueda”, no vale para los pueblos y naciones americanas.

Con unidad popular, unidad nacional y unidad de la “patria grande”; con solidaridad y cooperación, grandes riquezas de nuestros pueblos americanos, se lograron grandes empresas. Y con esa unidad, solidaridad y cooperación, se va a derrotar a quienes se oponen a lasegunda independencia” de nuestros pueblos. La guerra de Malvinas, la guerra del Atlántico sur, demostró que esa unidad es necesaria y posible.

Inglaterra dice que siempre gana la última batalla. Y esto no es cierto, Inglaterra fue derrotada en las invasiones Inglesas y en la guerra del Paraná, en la Angostura del Quebracho; ocupó Malvinas hasta hoy, con los intervalos de la heroica lucha de los gauchos de Malvinas, con Rivero a la cabeza y el período de la guerra de 1982, con el heroísmo de nuestros soldados y suboficiales y oficiales patriotas. Las dos veces logró volver a usurparlas. Pero no ha ganado la última batalla, porque la última batalla aún no se disputó y la última batalla será de los pueblos y naciones oprimidas.

Para el 2 de abril del año pasado, escribí:

Mares inmensos del sur,

acunen los sueños criollos.

Lancen a los cuatro vientos,

valor patrio en un cogollo.

Incendien aguas y vientos,

nublen los ojos piratas,

arrasen todo su orgullo,

suban la bandera patria.

Volveremos, Malvinas, volveremos.

 

León Felipe cantó en “Vieja raposa”:

Abajo quedas tú, Inglaterra,

vieja raposa avarienta,

que tiene parada la Historia de Occidente hace

más de tres siglos,

y encadenado a Don Quijote.

Cuando acabe tu vida

y vengas ante la Historia grande

donde te aguardo yo, ¿qué vas a decir?

¿Qué astucia nueva vas a inventar entonces para engañar a Dios?

¡Raposa! ¡Hija de raposos!

Cuando abran sus puertas a los vientos del mundo,

cuando las abran de par en par

y pase por ellas la justicia

y la democracia heroica del hombre,

yo pactaré con las dos para echar sobre tu cara

de vieja raposa sin dignidad y sin amor,

toda la saliva y todo el excremento del mundo.

¡Vieja raposa avarienta, has escondido,

soterrada en el corral,

la llave milagrosa que abre la puerta diamantina de la Historia….

¡No sabes nada!

¡No entiendes nada y te metes en todas las casas

a cerrar las ventanas y a cegar la luz de las estrellas!

¡Y los hombres te ven y te dejan!

Te dejan porque creen que se le han acabado los rayos a Júpiter.

Pero las estrellas no duermen.

Tu imperio es solo una torre artificiosa de

ambiciones encadenadas

que se las llevará el viento como las cuentas

vencidas de un avaro monstruoso.

A la larga, la Historia es mía, porque yo soy el hombre

y  tú eres sólo un trust de mercaderes.

Vieja raposa avarienta,

has amontonado tu rapiña detrás de la puerta,

y tus hijos ahora no pueden abrirla para que entren

los primeros rayos de la aurora del mundo…

Leon Felipe, “Raposa”

 

(*) Sergio Coppoli. Psicólogo. Miembro de Foro por la recuperación del Paraná.

Categorías
BANDERA CULTURA DEBATES

Belgrano: “banderas para la independencia y la libertad”

Por Sergio Coppoli (*)

Belgrano fue creador de banderas que expresaran un proyecto de independencia y libertad.

Cuando se dirigía hacia el Paraguay, con el objetivo aparente de facilitar instrucción y disciplina a los reclutas, separó las bisoñas tropas en tres partes, cada una de las cuales se diferenciaba por un color: amarillo, rojo y azul. Colores que correspondían a bayeta, una tela de lana, comprada al pasar por Santa Fe.

En CuruzúCuatiá, al parecer, formó con los tres colores una sola bandera que acompañó al pequeño ejército en la expedición al Paraguay. Esa bandera hoy  es la bandera de la ciudad de CuruzúCuatiá. La bandera tenía los colores que  caracterizaban a los partidarios de Francisco de Miranda: los colores amarillo, azul y rojo, que hoy encontramos en las banderas de Venezuela, Colombia y Ecuador. ¿Fueron elegidos al azar esos colores? ¿Eran los únicos colores de tela existentes en Santa Fe? No lo puedo probar, pero estimo que la elección de colores mostraba ya la decisión independentista de Manuel Belgrano. Una decisión osada; la revolución se había iniciado con la máscara de Fernando VII y la Junta gobernaba en su nombre. Una decisión que va contra la tesis de que todos los “revolucionarios de mayo” no tenían proyectos de independencia desde un principio, sino que esta fue una consecuencia no buscada. Belgrano y otros integrantes del partido de la revolución no querían amo nuevo, pero tampoco el amo viejo.

Bandera de Curuzú Cuatiá

¿El gobierno de la Junta habría permitido semejante expresión independentista? Es de suponer que no, por eso la bandera tricolor se habría perdido en los campos del Paraguay.

Posteriormente, en su segundo paso en Rosario, creó el 27 de febrero, un caluroso día veraniego, la bandera argentina. Cosme Maciel, cabildante por Santa Fe, la izó por primera vez. El triunvirato, con Rivadavia a la cabeza, le ordenó destruirla y le envió una bandera española.  Seguramente, lo que Belgrano temía sucediera con la bandera tricolor, sucedió con la creada en el Rosario, en las baterías Libertad e Independencia, nombres igualmente osados para gobernantes timoratos o con vocación no tan firme por la independencia.

Belgrano la ocultó y resolvió volver a usarla cuando un triunfo de las armas de la patria generara las condiciones para volver a enarbolarla. Eso fue después de la batalla de Tucumán, el 13 de febrero  de 1813, a orillas del río Pasaje o Juramento.

Hay mucha polémica por la elección de los colores azul celeste y blanco…

¿Los colores de los Borbón, los del manto de la virgen, los del cielo? Esta polémica, en muchos aspectos vana y formal, tiene un aspecto interesante: Belgrano le dio esos colores, también, a la bandera del Consulado de Comercio de Buenos Aires. Ese consulado desde donde comenzó a diseñar un proyecto revolucionario con un país independiente y desarrollado económicamente.

Es muy probable que para Belgrano, los colores del cielo, del manto de la Virgen y de los Borbón, permitieran que se aceptara con más facilidad una bandera que unificara a los pueblos en la gigantesca tarea de dar independencia y libertad y nos diferenciara de otras naciones.

Belgrano entregó la bandera a San Martín, quien la llevó, con variantes, en la campaña libertadora a Chile y Perú.

Luego, Hipólito Bouchard la llevó en su campaña de corso a través de los mares del mundo, acosando el comercio y movimientos marítimos hispanos, en el mástil de su nave “La Argentina” y nuestra bandera fue modelo para otras acciones emancipadoras en centro América, donde varios países tienen banderas diseñadas en forma semejante. Los objetivos de Belgrano, de libertad e independencia, tras una bandera que unificara los pueblos, fue más que lograda en su momento.

¡Que la bandera de Belgrano siga encabezando la lucha por la independencia y la libertad!

 

(*) Sergio Coppoli. Psicólogo. Miembro de Foro por la recuperación del Paraná.

Categorías
ENSAYO HISTORIA

20 de Febrero, aniversario de la batalla de Salta. Belgrano militar.

Por Sergio Juan Coppoli (*)

La batalla de Salta, es una de las grandes batallas de la guerra de independencia. Una de las grandes victorias militares del General Manuel Belgrano, a quien habitualmente nos lo presentan como abogado y militar improvisado. Se desprecia su estudio perseverante de temas militares y se deja casi de lado al Belgrano economista, ya que a la historia oficial no le hacen gracia los proyectos de Belgrano, algunos con plena vigencia, en este aspecto: desarrollo de industria propia, creación de una marina mercante propia y una fuerte industria naval.

En este breve y provisorio ensayo, discuto ese concepto de militar improvisado. Discusión necesaria porque no se tomó en cuenta la opinión más que autorizada de San Martín que lo consideraba lo mejor que teníamos y sus palabras quedaron casi en el olvido.

Tras la victoria en la batalla de Tucumán, donde tuvieron rol protagónico paisanos armados precariamente, Belgrano en poco tiempo reorganiza el ejército, le da disciplina militar y parte hacia el norte, hacia Salta, tratando de que el avance sea lo más rápido e inadvertido posible.

Cuadro: Batalla de Tucumán, de Francisco Fortuny

Pio Tristán, el General en jefe del Ejército realista del Alto Perú, comete varios errores. El principal es subestimar a su rival. Está seguro que el único acceso a Salta es el Portezuelo, al este de la ciudad. En consecuencia, se ocupa en fortificar y hacer inexpugnable esa entrada. Tenía órdenes de guarnecer el fuerte de Cobos a pocas leguas de Salta pero no lo hace. Tristán está seguro que el ejército patriota no puede avanzar en temporada de deshielo y  lluvias, con ríos desbordados y precarios caminos  hechos lodazales.

Plano de la Batalla de Salta

Se equivoca. El ejército, conducido por Belgrano, avanza pese a todo, supera el río Pasaje (por algo lleva este nombre) gracias a  viejos conocimientos de Belgrano por su actividad en el Consulado y por la acción efectiva de baqueanos que conocen el río y la zona. Toma la desguarnecida Cobos y sabiamente, escucha a quienes conocen la zona. José Apolinario “el Chocolate” Saravia, le informa de un sendero que cruza los cerros y lleva al norte de la ciudad de Salta.

Una avanzada del ejército establece escaramuzas en el Portezuelo para engañar a los realistas. Mientras tanto, por la noche, en medio de la lluvia y por senderos de cabras, el ejército con todo su armamento, esquiva el Portezuelo y se le aparece a Tristán por el norte, por donde no lo esperaba: “¡Ni que fueran pájaros!” dicen que exclamó. Esa situación, impidió a Tristán recibir refuerzos y le cortó la retirada.

Tras la victoria, quedó rendido ante las armas de la patria todo el ejército realista. Un hecho casi inédito en nuestras guerras de independencia. Belgrano hace sepultar juntos a los caídos, rindiendo homenaje a vencedores y vencidos y, contra la opinión de sus oficiales o la mayoría de ellos, deja a los prisioneros con vida y libres,a cambió de jurar no volver a tomar armas contra la patria. Y no solo eso, acepta la invitación a cenar de Tristán en la casa donde se alojaba. Muchos dicen que fue un gran error de Belgrano, ya que un obispo los liberó de su juramento. Es cierto que muchos de los vencidos volvieron a combatir para el rey, pero la mayoría de ellos se mantuvieron fieles a su juramento.

Tras la rendición, Tristán pretendió entregar a Belgrano su espada, tal como se acostumbraba, pero el jefe patriota se lo impidió, y en presencia de todos, lo abrazó. La promesa de no volver a luchar contra la Patria fue suficiente para Belgrano, quien dejó ir a su enemigo, en contra del consejo de sus oficiales y de su gobierno.

Rendición del Gral. Pío Tristán

Frente a las críticas que esa decisión suscitó, en una carta enviada a Feliciano Chiclana, el general afirmó:

“Siempre se divierten los que están lejos de las balas, y no ven la sangre de sus hermanos, ni oyen los clamores de los infelices heridos; también son esos los más a propósito para criticar las determinaciones de los jefes: por fortuna, dan conmigo que me río de todo, y que hago lo que me dictan la razón, la justicia, y la prudencia, y no busco glorias sino la unión de los americanos y la prosperidad de la Patria”.

Pero vamos a lo principal: Belgrano mostró su generosidad, no su ingenuidad y mostró su notable visión política. Las tropas realistas avanzaban castigando la rebelión, fusilando, incendiando, torturando y vejando. Belgrano muestra a los pueblos de América que la actitud de las fuerzas patriotas es bien distinta.  Dejó claro con estas actitudes y en cartas a Tristán y Goyeneche, su determinación de luchar por la independencia de estas tierras y su ánimo pacificador entre americanos. Mostró además su disposición a ganar simpatías para la causa independentista. Recordemos, que en este período de las guerras de independencia, la inmensa mayoría de los integrantes de las tropas del rey eran americanos, como el propio Saturnino Castro, Tristán y el mismo Goyeneche.

Por otra parte, muchos de los vencidos en Salta, retomaron las armas, pero para el lado de los patriotas. Algunos fueron parte de la insurrección del Cusco a la que dio impulso Belgrano durante su expedición al Alto Perú, un hecho a investigar. Finalmente, Saturnino Castro, uno de los perjuros y vencedor de Belgrano en Vilcapugio, fue fusilado cuando intentó encabezar un alzamiento contra los realistas. La visión política y militar de Belgrano era amplia y profunda.

(*) Sergio Coppoli. Psicólogo. Miembro de Foro por la recuperación del Paraná.

Categorías
BANDERA CULTURA HISTORIA

13 de febrero de 1813: “Un juramento ante una bandera soberana”

Por Sergio Juan Coppoli (*)

La Asamblea del año XIII se formó con los objetivos de declarar la independencia y dar a estas Provincias Unidas una constitución. No hizo ni una cosa ni la otra. Esto, junto al rechazo de los diputados artiguistas, son las principales críticas que se le pueden hacer.

En favor de la labor de la Asamblea, podemos destacar  medidas de gran importancia como la acuñación de una moneda propia sin la imagen de Fernando VII; el establecimiento del Escudo, diseñado sobre el sello de la propia Asamblea y el Himno compuesto por Vicente López y Planes y Blas Parera; la abolición de la Inquisición y de los instrumentos de tortura. También derogó toda forma de servicio personal de quienes pertenecían a los pueblos originarios, tales como la mita y la encomienda y además, estableció la libertad de vientres.

Y lo más importante: la Asamblea asumió la soberanía en nombre del pueblo y no de Fernando VII.

En consecuencia, las autoridades políticas, militares y religiosas debían jurar y manifestar fidelidad a la “asamblea soberana” y no al rey, aún cautivo de Napoleón. La máscara de Fernando VII caía para no volver a levantarse.

 

El Ejército del Norte al mando de Belgrano, jura obediencia a la Asamblea del Año XIII

El Ejército Auxiliar al Alto Perú, al mando de Belgrano, tras la victoria en Tucumán avanzaba hacia Salta, donde libraría otra batalla decisiva. Ya no estaba el primer Triunvirato y su secretario Rivadavia, que habían ordenado la destrucción de la bandera, recelosos de la independencia y temerosos de la reacción española e inglesa. Belgrano había prometido esconderla y enarbolarla cuando un triunfo importante lo permitiera y Tucumán había sido esa victoria esperada. Antes de cruzar el Río Pasaje, el 13 de febrero de 1813, el General Belgrano hizo formar las tropas y prestar juramento de fidelidad. Para ello volvió a izar la bandera azul celeste y blanca, creada por él a orillas del Paraná, en el humilde y patriótico caserío del Rosario, casi un año antes. Desde entonces, desde ese 13 de febrero, nuestra bandera proclama a las naciones del mundo que ya no tenemos el amo viejo y que nuestra decisión es no tener amo alguno. Proclama nuestra soberanía, una soberanía a sostener, defender y recuperar con la firmeza y valentía de entonces.

El 20 de febrero de 1813, la bandera creada en las barrancas del Paraná  flameó en Salta, triunfal por vez primera en el campo de batalla.

(*) Sergio Coppoli. Psicólogo. Miembro de Foro por la recuperación del Paraná.

 

Bibliografía:

  • “Martín Güemes El héroe mártir” de Luís Oscar Colmenares – Ediciones Ciudad Argentina – Buenos Aires – 1998 – Págs. 49/51

Categorías
CULTURA DEBATES HISTORIA

Sobre el Combate de San Lorenzo: barcos, cargas de caballería, torres y hoteles.

Por Sergio Juan Coppoli (*)

Dicen los mapuche, que cada persona debe poder contestar tres preguntas: ¿De dónde vengo? ¿Quién soy? Y ¿Hacia dónde voy? Eso vale también para los pueblos, lo colectivo.

Hay quienes dicen que los argentinos descendemos de los barcos. Yo sostengo que venimos de la tierra y, si bien muchos descendemos de los barcos, muchos descendemos de pueblos originarios.

¿De qué barcos descendimos los argentinos? Gran parte de los habitantes de esta parte del mundo, son pueblos preexistentes a la invasión europea de hace más de 500 años y a los estados nacionales. En épocas glaciares, sus antepasados cruzaron el estrecho de Bering. Otros, llegaron en canoas y balsas desde islas del Pacífico, en un primer descenso desde barcos.

Milenios después, con Colón, almirante afecto a nombrar el oro y poco a Dios, llegó la gran invasión. Muchos argentinos actuales, descienden de los barcos de la invasión. Muchos de esos invasores, se mestizaron con los pueblos originarios. De sus descendientes, unos fueron parte de las guerras de independencia y parte de esta América morena. Otros,disfrutando los beneficios de la conquista y la colonización, usaron las guerras de independencia para atarnos a otras cadenas, como dueños de latifundios y en uso de privilegios comerciales.

Están también aquellos, cuyos antepasados bajaron de los barcos de la infame trata de esclavos. Vinieron forzados y a trabajar forzados. De allí, otro proceso de mestización. En otros barcos, llegaron los perseguidos y desposeídos de Europa, buscando trabajo, tierra y otra suerte para sí y para su descendencia. Dieron inicio a otro proceso de mestizaje.

Pero hay otros barcos más. En barcos llegaron los ingleses para invadir Buenos Aires. Barcos ingleses fueron beneficiados por la libre navegación de nuestros ríos por el “Tratado de Amistad Comercio y Navegación entre el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y las Provincias Unidas” en 1825, impulsado por Rivadavia y Georgie Canning. En barcos vinieron los ingleses que usurparon Malvinas y en barcos vinieron ingleses y franceses a imponer la “libre” navegación de nuestros ríos.

En la ciudad de Buenos Aires, en Retiro, se alza la torre de los ingleses y estaba la estatua de Georgie Canning, ministro de asuntos exteriores de Gran Bretaña durante largos años. Don Canning escribía en 1824: “La América Española es libre, y (si) nosotros los ingleses manejamos nuestros negocios con habilidad, ella será inglesa”.  A la estatua del señor Canning, una manifestación la quitó de su sitial y la arrojó al río.  Un gobernante con callos en las rodillas y rodillas en el alma, la repuso en la Recoleta, para que siga cuidando los intereses británicos. Quienes la arrojaron a las aguas, tuvieron que recorrer un trecho largo para llegar al río. Durante las invasiones inglesas, donde está la torre, estaba el río y allí quedó varado el barco Justine. “Aborde y tome la nave”, ordenó Pueyrredón al joven militar Martín Miguel de Güemes, quien con sus hombres, lo hizo ¡de a caballo! Más de 200 años después, la tierra y la ardua labor de gobernantes con callos en las rodillas y rodillas en el alma, cubrieron de olvido la hazaña de Güemes y sus hombres y en ese lugar hoy está esa torre de los Ingleses, “(…)puerta de entrada a la Ciudad de Buenos Aires por su vecindad con la terminal de los ferrocarriles de la Estación Retiro, el Puerto de la Ciudad y el Hotel de Inmigrantes (…)” según la página del gobierno de la ciudad.

A poca distancia de la torre, se levanta el Sheraton, otro símbolo de poderío imperial en pleno corazón porteño.

Cuando llegué a Rosario, me llamó la atención el poco acceso al río Paraná, en una ciudad situada a su vera. Había paseos frente al Monumento, el Balneario Municipal, La Florida. El Puerto ocupaba casi todo la costa, un puerto que hacía honor a la denominación de Rosario, capital de los cereales, tal como cantaban Falú, Dávalos y los Fronterizos. Pero el puerto fue desguazado y cedió lugar a grandes puertos privados de grandes monopolios extranjeros,  a cambio, pareció que ganábamos acceso al río. Nuevamente espejitos y cuentas de colores. Los llamados desarrolladores inmobiliarios, la especulación inmobiliaria, los elefantes blancos o blanqueados, en una metáfora que espero no sea mal entendida por gente mal pensada, fueron ocupando espacios privilegiados junto al río, erigiendo torres gigantescas con excepciones al reglamento de edificación de la ciudad.

Pero hay otra Rosario, la Rosario rebelde, la Rosario de la historia emancipadora. Una histona que debe ser atesorada.

Celedonio y sus milicianos

Rosario es un poblado que adhiere con fervor a la Revolución de Mayo y arma milicias para vigilar el río y defender la costa de las incursiones realistas. Belgrano en su paso hacia el Paraguay, organiza esas milicias y sigue viaje hacia el reglamento de las Misiones, Paraguarí y Tacuarí. En 1812 vuelve a Rosario para montar dos baterías.Aquí crea la bandera que es izada en la batería Libertad, donde hoy se halla el Monumento a la Bandera; luego sigue viaje hacia el Éxodo jujeño, Tucumán, Salta y el Alto Perú. Las milicias permanecen y cuando San Martín es enviado a perseguir la flotilla realista que desembarcaría en San Lorenzo, esas milicias, al mando de Celedonio Escalada, colaboran. Rechazan, en lo que, despectivamente, muchos consideran una “mera escaramuza”, un desembarque en la desembocadura del Arroyo Ludueña y acuden a San Lorenzo, dando apoyo a los Granaderos en su bautismo de fuego. Celedonio y sus milicianos deben haber pasado en  su cabalgata heroica por donde hoy está el Monumento a la Bandera, oculto entre grandes torres. Después deben haber pasado por Puerto Norte, que entonces no era Puerto Norte y las torres no privaban el acceso y la vista al río ni existía el proyecto de un Sheraton de 130 metros de alto, todo un símbolo imperial en la tierra que vio nacer nuestra bandera. Podrán decirnos que esas torres son un orgullo para los rosarinos. No sé. Prefiero pensar, que orgullo  son los milicianos vigilando el río, la adhesión a la revolución de mayo, la bandera y su monumento, la galopeada de Celedonio Escalada y sus valientes, los rosariazos que pusieron fin a los sueños de Onganía y la rebeldía obrera y popular de este suelo. No las torres, los puertos en manos extranjeras y el río para pocos y transformado en hidrovía, que nos han dejado gobernantes con callos en las rodillas y rodillas en el alma, para  encubrir nuestra historia y  uncirnos al carro triunfal de los poderosos.

¿De dónde venimos? ¿Nos reconocemos en la cabalgata de Celedonio? ¿En el monumento? ¿En los rosariazos? ¿En la ciudad siderúrgica y obrera? ¿O en las torres vacías, los puertos privados y el Sheraton?

¿Quiénes somos? ¿Parte de la América morena, hermanados originarios, criollos, descendientes de europeos y africanos, unidos en un solo pueblo? ¿O nos creemos superiores por provenir de los barcos, por ser parte de esa Europa invasora y expulsora de marginales?

 ¿Y hacia dónde vamos? ¿Cabalgaremos como Celedonio hacia la independencia y la libertad o nos dejaremos tentar por espejitos, cuentas de colores, Sheratons y cantos de sirena?

 

(*) Sergio Coppoli. Psicólogo. Miembro de Foro por la recuperación del Paraná.

 

http://detallesdebuenosaires.blogspot.com/2011/09/monumento-george-canning.html

https://www.buenosaires.gob.ar/museos/torre-monumental

https://viapais.com.ar/rosario/481984-piden-que-el-proyecto-de-construccion-del-sheraton-sea-fiscalizado-por-la-uif/

Las esculturas que ya no están (nota 6)

Categorías
HISTORIA SOBERANÍA

Martín Güemes y el Encuentro de Guayaquil

Por Sergio Juan Coppoli

Hace 201 años, camino a las Higuerillas, a su agonía, marchaba Güemes en su  última cabalgata.

Hoy, en 2022, a 200 años del encuentro de San Martín y Bolívar en Guayaquil, pienso que Güemes fue el participante ausente de aquel encuentro.

La “historia oficial” sostiene que Güemes fue defensor de la frontera norte,  un caudillo que encabezaba a sus gauchos en una estrategia defensiva, porque San Martín dejó de lado la vía del Alto Perú para llegar a Lima.

Esta historia oficial “oculta” la misión de Güemes en el plan sanmartiniano.   No fue defensor de la frontera norte; esta era el río Desaguadero, al norte del  Alto Perú, límite con el Virreinato del Perú, y la declaración de Independencia  no fijaba límites a las Provincias Unidas de Sudamérica. Estaba sí, a cargo de  una táctica defensiva de guerrillas que abarcaba Salta del Tucumán y el Alto   Perú y al que había contribuido Belgrano designando algunos de sus mejores oficiales como gobernadores: Warnes, Álvarez de Arenales, Ortiz de Ocampo.  Un sistema de guerrillas cuyos héroes, no se iban a limitar a lo defensivo.

Por el llamado camino real, transitaron los ejércitos del rey y los ejércitos patrios durante la guerra de independencia.

Quienes dejaron de lado el proyecto de la “patria grande”, lo definieron defensor de la frontera norte para crear un país agroexportador, con centro  en el puerto de Buenos Aires, con tierras en pocas manos, asociados a los ingleses y dando la espalda a las provincias al norte de Córdoba.

Güemes, decisivo en Suipacha, primera victoria patriota, tuvo desavenencias   con Castelli y Monteagudo y después con Belgrano. Enviado a Buenos Aires,  se conoció con San Martín en casa de los Escalada, sus lejanos parientes. ¿Qué hablaron entre ellos? Poco se sabe. Pero cuando San Martín reemplaza  a Belgrano, vencido en Vilcapugio y Ayohuma, llega en compañía de Güemes.  

Esta historia tiene aspectos conocidos: San Martín pide dejar el Ejército del Norte y ser nombrado gobernador de Cuyo. En Córdoba se reúne con Pueyrredón y logra apoyo a su plan de llegar a Lima vía Chile y el Océano Pacífico y dejar a Güemes encargado de esa línea defensiva. Después pide por Belgrano al mando del Ejército del Norte, es lo mejor que tenemos, dice.

En su breve paso, San Martín hace construir el recinto fortificado de La Ciudadela para dar seguridad a la fábrica de fusiles y el parque de artillería  existentes en Tucumán y para instruir militarmente a oficiales y soldados. Hay aspectos  desconocidos y ocultados: La Ciudadela, es lo que el Plumerillo  para el Ejército de Los Andes. El Ejército del Norte debía estar preparado para  pasar a la ofensiva sobre el Alto Perú e ir hacia Lima. San Martín nunca dejó  de lado la vía del Alto Perú para llegar a Lima.

Aunque nunca estuvieron reunidos los tres, San Martín ha hablado con Belgrano y Güemes, y Belgrano volcó su experiencia en el Alto Perú.

Entre Buenos Aires y Lima, la distancia es enorme, mayor a la existente entre  París y Moscú. Hay que atravesar pampas, montañas, mesetas y vencer  a los  mejores ejércitos  realistas. Ejércitos que ya han vencido las expediciones patriotas y ahora reforzados por tropas vencedoras de Napoleón. Se puede  confiar en una táctica de guerrillas que San Martín conoce pero no es su fuerte. La conocen, y se mueven en ella como pez en el agua: Güemes, Padilla, Azurduy, Warnes, Muñecas, Arenales.

La noche del 7 de junio se reúne con su hermana Macacha mientras el partido de la mal llamada Patria Nueva conspira. Allí, en  una emboscada, Güemes es herido de muerte. Los realistas, los que  añoraban la colonia, odiaban los impuestos para sostener la guerra y despreciaban el fuero gaucho, fueron los responsables.

Güemes agonizó diez días y fallece el 17 de junio de 1821.

El 12 de Julio de ese mismo año San Martín entraba en Lima pero Güemes no   pudo acudir a la cita y, tras su muerte, el partido de la “patria nueva”  firma un armisticio con los realistas.  San Martín, en inferioridad de medios, abandonado por una Buenos Aires que preparaba el nacimiento de la deuda externa con la Baring Brothers y los ingleses, fue a la entrevista con Bolívar en Guayaquil. Güemes no llegó a Lima, no estuvo en Guayaquil, y a la guerra  de independencia la finalizó Bolívar en el mando.

 

(*) Sergio Coppoli. Psicólogo. Miembro de Foro por la recuperación del Paraná.

Categorías
HISTORIA RIO PARANÁ SOBERANÍA

Sobre mares, ríos, puertas a la tierra y “soberanía”…

Por Sergio Coppoli*

“Del mar los vieron llegar mis hermanos emplumados,

eran los hombres barbados de la profecía esperada…”

Así comienza  “La maldición de Malinche”, canción de Gabino Palomares.

Los Invasores siempre llegaron por mar a nuestras tierras.

Vinieron por mar… Pero se encontraron con los grandes ríos navegables y por  esos ríos se internaron en tierra americana. Cuando llegaron a la  desembocadura del Paraná en el Atlántico, lo nombraron Mar Dulce. Después fue Río de la Plata, ya que por sus aguas pensaban llegar a la ciudad  de los césares, construida en plata, oro y piedras preciosas.

No había ciudad de los césares ¡pero había un Potosí!

Juan de Garay decidió abrir “puertas a la tierra”, puertos que permitieran llegar a ese Potosí y su mineral de plata, y fundó Santa Fe para que ese puerto permitiera unir  Asunción con el Potosí. Después fundó Buenos Aires para que esa puerta a la tierra también fuera una “puerta al mar” por donde llevarse las riquezas  rapiñadas.

Vinieron por mar… Tanto aquellos que supuestamente “descubrieron” nuevas tierras y las invadieron, en nombre del rey, como la task force inglesa que vino para usurpar nuevamente Malvinas.

Vinieron por mar… Tanto aquellos que venían buscando especias y metales preciosos para nutrir la avidez europea y el capitalismo naciente, como los  que ayer venían a traer sus manufacturas y llevarse nuestras materias primas en un negocio fabuloso para los poderosos de la tierra. Para ello pretendieron y pretenden hacerse dueños de puertos, ríos y barcos. Para que el negocio, de las potencias que mandan, sea más “completito”.

La guerra del Paraná, con hitos en la Vuelta de Obligado el 20 de noviembre  de 1845, en una derrota gloriosa de las fuerzas criollas, y en la Angostura del  Quebracho el 4 de junio de 1846, con una victoria decisiva de las fuerzas  comandadas por Lucio Mansilla, aseguró durante un tiempo el dominio  nacional sobre ríos y puertos. San Martín, con toda razón, equiparó estas acciones con la “guerra de independencia”.

Hoy, nos encontramos nuevamente en lucha por el dominio nacional de ríos, puertos, mares, barcos y astilleros. Una nueva etapa en esta larga lucha,  también equiparable con la guerra de independencia y la guerra del Paraná.

Soberanía es el dominio nacional sobre nuestras tierras, nuestros puertos, nuestros ríos, y nuestros mares. Y por una flota nacional, fluvial y marítima, que los navegue.

 

(*) Sergio Cópolli. Integrante del Foro por la recuperación del Paraná. Psicólogo.

 

Verified by MonsterInsights