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Germán Mangione presentó ¿Por qué volver a Monteagudo? en el ECU de la UNR

Este martes 23 de septiembre, el Espacio Cultural Universitario (ECU) de la Universidad Nacional de Rosario fue escenario de la presentación del libro ¿Por qué volver a Monteagudo?, del periodista e investigador Germán Mangione. El autor estuvo acompañado por el periodista Carlos del Frade, diputado provincial, candidato a diputado nacional y prologuista de la obra. La actividad, organizada por la agrupación universitaria ALDE, fue presentada por la dirigente Mercedes Meier.

Mangione agradeció a los estudiantes y a las autoridades del ECU “por la posibilidad de compartir este diálogo colectivo, tan urgente y necesario, en un espacio como el de la Universidad que es al fin y al cabo donde apunta a llegar este trabajo sobre el rol de los intelectuales en la liberación nacional”.

Un debate en clave histórica y actual

En su intervención, Carlos del Frade sostuvo que “en momentos en que la Argentina vuelve a tener virreyes de los grandes imperios”, en referencia a la relación del presidente Javier Milei con Estados Unidos, “y que se vive un saqueo que ataca nuestra soberanía, es fundamental recuperar la obra y la acción de los patriotas de las guerras de la independencia”. Además, destacó el rol de Mangione como “periodista e investigador comprometido con la defensa de los intereses de la patria”.

Mangione, por su parte, agradeció a los prologuistas del libro, Carlos del Frade y Luciano Orellano, por lo que definió como su “docencia patriótica”, y los identificó con el tipo de intelectual que representó Bernardo de Monteagudo: comprometido con los intereses de la nación y dispuesto a poner “el cuerpo y la vida en la defensa de esas ideas”.

Monteagudo y la vigencia de la revolución de las ideas

El libro recorre la vida y obra de Bernardo de Monteagudo, a quien Mangione coloca en el corazón de lo que Mariano Moreno definió como “la feliz revolución de las ideas” en 1810. Para el autor, su pensamiento mantiene plena vigencia en la tarea de “descolonizar nuestras cabezas” y acompañar los procesos de liberación de la patria.

La obra aborda la vasta producción literaria, política y periodística del patriota tucumano, así como su relación con figuras centrales de la independencia americana como José de San Martín, Bernardo O’Higgins y Simón Bolívar. En esa línea, Mangione propone un ensayo que problematiza el rol de los intelectuales en las luchas emancipadoras, no sólo en la historia, sino también en la actualidad.

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HISTORIA INDEPENDENCIA LIBROS

La escuela de cuadros de la independencia

Fuente: www.revistalanzallamas.com.ar

Mientras comenzaban a sonar los tambores de guerra de la emancipación americana, la independencia comenzó a forjarse en los claustros de una ciudad hoy casi olvidada por la historia oficial: Chuquisaca. En sus aulas y tertulias, jóvenes como Moreno, Monteagudo y Castelli se empaparon de las ideas ilustradas que luego prenderían fuego a los cimientos del orden colonial. Esta nota recorre el corazón intelectual de la emancipación: una revolución de ideas, protagonizada por una generación de cuadros forjados en la Universidad de San Francisco Xavier, que convirtió a Chuquisaca en el epicentro del pensamiento liberador de toda América.

¿Es posible entender el proceso de liberación americano del siglo IXX (o cualquier otro proceso de revolución)  solo desde el punto de vista militar o económico? Claro que no, o por lo menos no de manera completa abarcando toda su complejidad. Esta pregunta en realidad tiene como objetivo poder pensar otro plano de la liberación americana, el de la liberación de las ideas.

Y si bien está claro que no se gana una guerra sin balas ni ejércitos, y que detrás de las guerras subyace inevitablemente un choque de intereses económicos, de lucha de clases (que es lo que mueve la historia) no es menos cierto que es muy complejo pelear una guerra (y ganarla) sin tener claro por qué ideas se pelea.

Es más, difícilmente esas ideas puedan convocar a los protagonistas necesarios del cambio sino están preñadas de algún proyecto más o menos claro de futuro.

Tratar de entender momentos históricos aislados en el tiempo y de su contexto mundial puede ser un callejón sin salida, y pensarlo sin intentar captar las ideas predominantes puede transformarse directamente en una catástrofe interpretativa.

Estas concepciones nos convocan a la hora de intentar pensar el rol de los intelectuales, las instituciones que los formaron, y las expresiones políticas de esos pensamientos (como puede haber sido por ejemplo la prensa revolucionaria) en el proceso independentista de América

¿Cómo llegaban los jóvenes como Monteagudo, como Moreno o como Castelli, representantes de las ideas más radicales de la llamada “izquierda de mayo”, a tomar contacto con las lejanas ideas de la revolución francesa y el iluminismo europeo? Estamos hablando, para contextualizar, de tiempos de lentas comunicaciones y feroz censura monárquica y eclesiástica.

El rol de la Universidad

Sin duda que uno de los caminos era el de los libros, y el del contacto con algunos profesores alojados en centros de estudio. Pero hubo uno de esos centros de estudio que tuvo un rol central, el de la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca.

La institución educativa a la que nos referimos es una universidad pública ubicada en Sucre, capital del actual territorio del Estado Plurinacional de Bolivia, ciudad que por entonces era denominada La Plata y pertenecía a La Real Audiencia de Charcas (oficialmente conocida como Audiencia y Cancillería Real de La Plata de los Charcas).

Fundada el 27 de marzo de 1624 por impulso de los sacerdotes jesuitas Juan Frías de Herrán, y Luis de Santillán, quien sería su primer rector. Herrán creó la Universidad sobre la base de un colegio jesuita, aprovechando el permiso real que permitía a estos colegios dar títulos académicos a sus alumnos. Impulsada por los jesuitas de La Compañía de Jesús, en sus comienzos estuvo dedicada a los estudios teológicos pero como sucedió en otras instituciones educativas regenteadas por la orden jesuita, la educación se extendía a otras áreas como “filosofía, lógica, física, literatura clásica y también una cátedra de ‘lengua índica’, donde se estudia ba aimara, quechua y guaraní.

En 1681 se agregaron los estudios jurídicos, inicialmente de derecho canónico pero pronto se extendieron a lo civil, con lo que la Universidad de Chuquisaca se convirtió en el principal centro de formación de abogado de una vasta región”, como explica Felipe Pigna en “La vida por la Patria”. Ideas jesuíticas como las del teólogo español Francisco Suárez (1548-1617), quien en su “Tratado sobre las leyes y sobre Dios legislador” afirmaba que la “potestad política otorgada por Dios como orden superior no corresponde a una persona determinada, sino que le toca de suyo a la comunidad establecer el régimen gubernativo y aplicar la potestad a una persona determinada, sobre la guerra justa de la rebelión frente a la tiranía”, antecedieron a las ideas de la ilustración y tiñeron parte de la enseñanza incluso en las colonias.

En 1767 fue expulsada la orden jesuítica por el rey Carlos III. La orden se había transformado en una corriente cada vez más profunda de cuestionamiento del absolutismo en Europa. Con su expulsión de los feudos coloniales y su salida de la Universidad se produjo un cambio de rumbo de la casa de altos estudios, pero nunca se alejó de su espíritu crítico y sus sedimentos vendrían a reavivarse algunas décadas después con la llegada de las ideas antimonárquicas de la ilustración.

Como explica Javier Mendoza Pizarro en su trabajo “La Universidad de San Francisco Xavier en los sucesos de 1809 en el Alto Perú”, mientras en Chuquisaca se mantenían los corsets ideológicos de la iglesia, iban floreciendo en Europa las ideas de la Ilustración que daban lugar a nuevas formas de interpretar el derecho. Esto empujó a que durante la segunda mitad del siglo XVIII se establecieran en España diferentes academias dedicadas a los estudios jurídicos siguiendo esa nueva orientación. De una de ellas, que funcionaba en La Coruña, egresó don Ramón de Rivera y Peña, que emigró hasta Chuquisaca, donde fundó en 1776 la Academia Carolina.

La nueva institución comenzó a funcionar dentro de la Universidad de San Francisco Xavier, aunque dependiendo de la Audiencia en cuestiones importantes como la designación de los profesores y del presidente de la Academia, que debía ser siempre un oidor (funcionarios de la corona española que se centraban en lo relacionado a la administración de la justicia).

Desde 1776 a 1809 se formaron en Charcas por lo me nos 362 abogados, que fueron conformando una masa crítica intelectual ilustrada que fue parte fundamental de las guerras independentistas, lo que el historiador francés Clément Thibaud denominó una “escuela de cuadros para la independencia

El historiador francés incluso hace en su estudio una lista de “miembros de la escuela de cuadros” que luego ten dría incidencia directa en el proceso revolucionario. “Bernardo Monteagudo, Mariano Moreno, Juan José Castelli, Jaime Zudañez (quien se encuentra entre los presuntos autores del manifiesto escrito en Chile en 1810 ‘Catecismo político cristiano’ y fue asesor de O›Higgins), o el 35% de los miembros de la junta insurreccional de La Paz en 1809, tres miembros de la junta de Buenos Aires en 1810, al menos 13 de los 31 diputados que proclamaron la independencia argentina en 1816”.

La Academia Carolina

El prestigio alcanzado por la modernización que implicó el desarrollo de la Academia Carolina se esparció por toda la América del Sur y atrajo a estudiantes de todas las latitudes en busca de la excelencia educativa y la formación en el derecho. La Audiencia de Buenos Aires no se fundó hasta 1785, y no fue hasta 1791 que se creó en Córdoba una facultad de derecho, pero ninguna de ellas alcanzaría la influencia de Chuquisaca.

La entrada a la universidad no era sencilla, no solo por condiciones económicas, sino por el carácter elitista de la misma. En la etapa posterior a la expulsión de los jesuitas se habían levantado algunas barreras de ingreso argumentando que durante ese período habían estudiado allí “toda clase de personas”. Es decir: mestizos, caciques indios y expósitos cuya “pureza de sangre no pudo ser probada”.

Es por eso que era muy común que estudiantes como Monteagudo, sin halos de nobleza, llegasen apadrinados a la casa de estudios.

Fueron las bibliotecas de algunos de los clérigos de la época, oidores, y profesores con nuevas ideas, las que con libros salvados de las hogueras y la censura, alimentaron la curiosidad y la sed de conocimiento de personajes como Mariano Moreno o Bernardo de Monteagudo.

Así como el joven Mariano Moreno, que luego tendría un rol fundamental en la Revolución de Mayo y fundaría La Gazeta de Buenos Ayres, se metió de lleno en los textos de Montesquieu, DÀguessau o Reynal (entre otros), gracias a la biblioteca del canónigo Matías Terrazas. Monteagudo disfrutaría de la invalorable lectura de las nuevas ideas en la biblioteca del oidor Ussoz y Mozi. Se conoce con certeza que circulaban obras como “El Contrato Social” de Rousseau o “El Espíritu de las Leyes” de Montesquieu, al igual que las de Locke o Diderot.

Según relata Manuel Moreno, hermano y biógrafo de Mariano: “Todos los mejores autores de Europa en cuanto a política, moral, religión, historia, etc. que pasaban de tiempo en tiempo por las severas prohibiciones del despotismo inquisitorial hasta Buenos Aires, terminaban en el Perú donde eran mejor recibidas, ya sea por el mejor precio a que se vendían, o porque el espionaje era menos severo allí, porque los responsables de entorpecer la circulación de tales obras les solicitaban que las colocaran en su biblioteca”. Moreno, 1812.

Ideas argentinas

Sobre la relación del clero americano con las nuevas ideas, y desde allí con las nuevas generaciones que iban anidando las semillas de la libertad americana, quien da una clara explicación de esa dinámica es José Ingenieros (médico, polí tico y periodista socialista) en su libro “La evolución de las ideas argentinas”, publicado en 1918, explicando cómo era esa relación en los distintos “estratos” de la iglesia, y cómo se iba conformando “el clima de época”:

 “La revolución argentina –y, en general la americana, pues ‘expulsados los jesuitas y relajadas las órdenes monásticas, el cetro literario pasó a manos de clérigos nacidos en Ámérica… que fueron el centro de las nuevas tendencias, escogiendo como medio adecuado el cultivo de las letras profanas’- tuvo el concurso de los nativos que en busca de una carrera liberal habían entrado al sacerdocio y se veían defraudados en su adelanto profesional por la situación de privilegio en que se hallaban los altos dignatarios, peninsulares todos. ‘Si la parte más numerosa y humilde del clero americano no fue hostil a la revolución, no puede decirse lo mismo del clero superior, de los obispos y arzobispos, entre los cuales no hubo uno solo, desde el Istmo hasta el Cabo, que no permaneciera leal a Fernando VII y a la bandera de la monarquía… Todos conocemos el rasgo de audacia que salvó a nuestra revolución en territorio cordobés’: la cabeza de la reacción española fue el obispo Orellana y a punto se estuvo de suprimir esa cabeza

Inglaterra había mandado a Buenos Aires, desde 1795, un agente secreto, real o supuesto fraile dominico, que es tuvo algunos años alujado en el convento con propósitos confesados de espionaje; en un panfleto que dio a luz en Londres a su regreso, en 1805, dice ‘que notó en la juventud mucha exaltación y odio contra la dominación española, no garantiéndoles la vida a los partidarios del rey y prometiendo colgar al último de ellos con las tripas del último fraile, como era la frase aceptada del republicanismo francés’”.

La Universidad se transformó en forjadora de juventudes revolucionarias y allí macerarían las ideas que luego da rían base intelectual a la gesta emancipadora. Transformada en la meca de las nuevas ideas a la que peregrinaban jóvenes de todo el Virreinato, la Universidad, y por tanto la ciudad, no tardó en transformarse en un hervidero de concepciones revolucionarias, que pronto tendrían su bautizo de fuego con la revuelta de 1809, la antesala de la Revolución de Mayo.

Vale una aclaración. Comúnmente se cita a la ilustración europea y a la Constitución de los Estados Unidos (un modelo que tiñó incluso algunos de los documentos fundacionales de la patria) como antecedentes “ideológicos” de los revolucionarios de Mayo, algo que si bien es cierto, es por seguro una concepción in completa.

Esta idea deja fuera de análisis un factor determinante en la conformación de las ideas revolucionarias de la época, como lo fueron los antecedentes de las rebeliones ocurridas durante toda la conquista con el protagonismo de los pueblos originarios. El estallido de Chuquisaca de 1809, que se cita como “el primer grito independentista”, tiene sus raíces en “otros gritos”, los de los pueblos que resistieron desde el comienzo la invasión española con gloriosos capítulos de resistencia y triunfos frente al colonialismo.

Los pueblos originarios, a los que se sumarían después los negros esclavizados traídos a América y los criollos ex pulsados de la tierra, dejaron una huella rebelde que llega hasta nuestros días y que sin dudas marcaron internamente gran parte de las ideas de los principales líderes revolucionarios de Mayo, como puede leerse incluso en los documentos y planes de gobierno escritos por Belgrano, Moreno, Castelli, Monteagudo y hasta el mismo General San Martín.

La revolución de los doctores (La otra revolución de mayo)

Volvamos a Chuquisaca. Como un ágora europea, la ciudad se constituyó en un foro de discusión sobre cuestiones jurídicas pero también filosóficas y por supuesto políticas. El cuestionamiento al origen de la autoridad de los monarcas, el derecho a la soberanía popular y otras ideas núcleo, corrían como regueros de pólvora. “En el seno de una élite de estudiosos se creó una comunidad homogénea por el conocimiento y el interés por la especulación, más o menos jerarquizada, y cuyos lugares de encuentro vieron nacer los inicios de una sociabilidad de tipo democrático (tertulias, salones académicos, etc.)…”, afirma Clément Thibaud en su trabajo “La Academia Carolina y la independencia de América”, quien continúa diciendo que “la conversación tenía una importancia decisiva para la circulación de las ideas locales, y desdramatizaba las opiniones ‘avanzadas’ por el hecho mismo de que no se podía hacer una amplia difusión de ellas.

Los intelectuales charqueños se opusieron a sus concepciones sólo verbalmente, límite que no es muy incapacitante si recordamos la extrema concentración de las élites norteamericanas. Por lo tanto, la práctica de la carta abierta y la lectura de la disertación en público juegan un papel muy importante en este contexto”.

El fermento revolucionario que se fue gestando entre la intelectualidad de Chuquisaca comenzaba a dar vida a lo que luego se llamó “la revolución de los doctores”, el primer grito criollo de independencia de América del Sur que tuvo lugar un 25 de mayo de 1809, un año exacto antes de nuestra conocida revolución de mayo.

Entre los oidores, los profesores y alumnos universitarios, comenzaba a cundir la insurgencia que se iba organizando (como sería a lo largo de todo el proceso independentista americano) en logias secretas que, en algunos casos, actuaban como verdaderos partidos revolucionarios de vanguardia.

La Sociedad de Independientes era el nombre que la organización había adoptado en Chuquisaca, y era conforma da por los sectores intelectuales, teniendo gran influencia en la conformación del Estado y en la introducción de sus miembros en las estructuras gubernamentales, de la justicia y militares.

Javier Garin, en su libro “El discípulo del diablo” explica que “aprovechando el influjo de la Universidad, cooptaba entre los estudiantes a sus cuadros juveniles para que, al graduarse y regresar a sus ciudades de origen, diseminaran por toda América el espíritu de la subversión.

Pertenecían a ella Moldes, Monteagudo, Lemoine, Michel, Mer cado, Alzérreca, Álvarez de Arenales, Sibilat, Malavia, los Zuldáñez y otros futuros patriotas. Casi con seguridad, eran agentes de este núcleo duro en la capital del Virreinato los graduados Mariano Moreno y Juan José Castelli, a quienes pronto tendremos oportunidad de ver en acción, del mismo modo que le reportaba en Quito el patriota ecuatoriano Manuel Rodríguez de Quiroga, también egresado de Chuquisaca”.

El historiador Gabriel René Moreno asegura que “los alumnos en Charcas, tenían sus reuniones secretas a las que concurría un grupo de elegidos iniciados y que fraternizaban entre sí con el vínculo de la más perfecta unidad de ideas y sentimientos contra la metrópoli”.

Y la “sociedad de los independientes” tuvo su oportunidad en 1809 ante las pretensiones de José Goyeneche, enviado desde España por la Junta de Sevilla, con pliegos de instrucciones para asegurar la fidelidad de las colonias al recientemente depuesto rey Fernando VII, pero también con acuerdos con la Infanta Carlota Joaquina, hija de Carlos III, hermana de Fernando y Reina de Portugal con sede en el Brasil, quien tenía pretensiones sobre las posesiones españolas.

Estas pretensiones eran rechazadas por las colonias, y fueron aprovechadas por “los doctores” para, en nombre de la fidelidad al rey de España, azuzar el espíritu independentista que comenzaba a crecer en el Virreinato.

La inmediata reacción del pueblo, que comandado entre otros por Monteagudo, dio inicio a la Revolución preparada desde antes por los alumnos y abogados de la Academia Carolina. Sobre el suceso, el historiador René Moreno dice: “Y su cedió lo que quería y esperaba que sucediese; alborotóse el pueblo, de por sí levantisco y en la ciudad hubo gran movimiento de gente que acudía a la plaza principal y a la Audiencia. Muchos se subieron a los campanarios y comenzaron a echar a vuelo las campanas; otros prendían fogatas en las calles. Desde la Audiencia disparaban cañonazos y descargas de fusilería para amedrentar al pueblo.

Pizarro ordena la libertad de Zudáñez, pero ya el pueblo se había amotinado y atacaron la Audiencia y tomaron pre so a Pizarro; salió éste escoltado por la muchedumbre y conducido por los revolucionarios…”

Luego de la revuelta que depuso al presidente de la Audiencia, del claustro universitario fueron enviados a la ciudad de La Paz como emisarios: el Dr. Manuel Moreno a Buenos Aires, el Dr. Bernardo Monteagudo a Potosí, el Dr. Alzérreca a Cochabamba, el Dr. José Manuel Lemoine a Santa Cruz y el Dr. Mariano Michel a La Paz, quienes lan zaron la “Proclama de la ciudad de La Plata a los valerosos habitantes de la ciudad de La Paz“, llamando a la rebelión abierta contra el yugo español.

La revolución de los doctores sería sofocada cruelmente, por la traición de algunos sectores que querían que los cambios no fuesen tan profundos ni de un rasgo tan popular como el que insinuaban los rebeldes patriotas, y por la todavía precaria organización revolucionaria, pero la mecha independentista no volvería a apagarse y se esparciría por toda América, que entraba así en una nueva fase: la de la liberación.

En una época como la actual, donde se intenta prohibir libros en las escuelas, se desfinancia la educación y se pauperiza el trabajo de los educadores, recordar y repetir su prédica de la ilustración como arma liberadora de los pueblos es una obligación moral para aquellos que soñamos con un pueblo soberano y dueño de su destino. La tarea de descolonizar las cabezas para descolonizar a la patria, es uno de sus más valiosos legados que debemos retomar en la tarea de la “docencia patriótica” que reclama nuestra hora. Finalmente, hoy se revela más actual que nunca su labor en la construcción de la unidad americana frente a las divisiones que planifican y concretan diariamente los imperialismos y sus lacayos locales para avanzar en el saqueo de nuestras riquezas. Reformulando las palabras que algunas vez pronunció Ernesto Che Guevara, hoy más que nunca es necesario crear una… dos… tres… ¡mil!… “Chuquisacas y Sociedades Patrióticas” que den nacimiento a miles de Belgranos, Monteagudos, Castellis o Morenos,  que aporten sus ideas para parir el futuro que soñamos.

Fragmentos del libro “¿Por qué volver a Monteagudo?, de Germán Mangione (*)

(*) Periodista, integrante del Foro por la Recuperación del Paraná y Encuentro Federal por la Soberanía

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HISTORIA

Rescatar al San Martín revolucionario

Ante un nuevo aniversario del fallecimiento del Libertador, analicemos algunas de sus frases que expresan la coherencia de los revolucionarios que no disocian lo que dicen de lo que hacen.

“Conozca el mundo que el genio americano abjura con horror los crueles hábitos de sus antiguos opresores y que el nuevo aire de libertad que empieza a respirarse extiende su benigno influjo a todas las clases del Estado”. Este oficio de San Martín al Cabildo de Mendoza refleja su pensamiento, propio de un hijo de la época revolucionaria burguesa. En su paso por ciudades y puertos, adquiere libros “prohibidos” como los de Rousseau, Voltaire y Montesquieu, que justificaban la legítima rebelión contra el poder tiránico.

“Veo el odio cordial con que me favorecen los diputados de Buenos Aires”.  La oligarquía porteña difamó, enfrentó y atentó contra San Martín. Se opuso sistemáticamente a sus planes emancipadores, saboteándolos de todas las formas posibles. Esta élite criolla no buscaba una verdadera emancipación, sino romper los lazos con España para mantener intactas las relaciones esclavistas y feudales. Como buenos invertebrados de la dependencia, no dudaron en someterse al mejor postor. Alvear, que acusaba a San Martín de “rey impostor”, había llegado a ofrecer el territorio nacional a los ingleses. Rivadavia, el primer endeudador del país, lo calificaba de corrupto. Lo trataban de aventurero, usurpador, de espía francés o inglés. También lo denigraban con motes como “cholo” o “indio”, buscando desprestigiarlo desde un racismo vergonzoso. No se trata solo de un conflicto del pasado. El asesor original de Milei, Emilio Ocampo, llegó a afirmar: “San Martín no fue el Padre de la Patria ni el Libertador de América”. El propio Milei, en un acto protocolar, lo llamó “Juan”, dejando en evidencia que ni conoce su nombre ni su obra.

“Lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a la patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en el tiempo de la dominación española: una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”. Carta a Rosas con motivo de la invasión anglo-francesa, expresando su apoyo incondicional a la defensa de la soberanía. Teléfono para Milei y compañía.

“La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes”. Esta máxima formaba parte del Código de Honor del Ejército de los Andes y expresa con claridad el tipo de ejército que pensaba Don José. San Martín fue un formidable militar que unía el arte de la guerra con el arte de la política. Se incorporó al ejército español a los 11 años y, durante su estadía en la península, participó en 31 acciones de guerra. Combatió tanto en ejércitos regulares como en guerrillas, experiencia que luego aplicaría y fomentaría en suelo americano. La formación militar y política era un pilar esencial en todos sus regimientos. Pero el elemento central era la concepción que tenía del ejército: no como un instrumento de tiranía, sino de liberación. Por eso, no dudó en desobedecer las órdenes fratricidas del Directorio, que le exigía enfrentar a los caudillos federales. ¿Qué diría hoy San Martín al ver la represión contra los jubilados?

“Ustedes son los verdaderos dueños de este país”. El vínculo de San Martín con los pueblos originarios fue profundo. Rosa Guarú, su niñera y ama de leche, era guaraní. Le debe haber enseñado palabras en su lengua y la cosmovisión originaria. A su regreso a Buenos Aires, San Martín fundó la Logia Lautaro en honor al gran cacique mapuche. Al formar el Regimiento de Granaderos a Caballo, incorporó a guaraníes, como el misionero Miguel Chepoya, quien combatió hasta la batalla de Ayacucho. Ya en Mendoza, durante los preparativos para el cruce de los Andes, el Libertador llevó a cabo el Parlamento de San Carlos con los caciques pehuenches, a quienes solicitó permiso para pasar por sus tierras. Es admirable cómo el General describe ese parlamento y la profunda democracia de los pueblos originarios, comandados por el anciano Ñacuñan. Como es sabido, en el Congreso de Tucumán apoyó la propuesta de Belgrano de establecer una monarquía parlamentaria dirigida por un inca. No se trataba de una simple especulación, se llegó a buscar a descendientes de Túpac Amaru. Una postura diametralmente opuesta a las visiones xenófobas de la oligarquía, tanto del pasado como del presente.

“Dejen de alucinar por rótulos extranjeros”. Esta frase fue pronunciada por San Martín en Mendoza. Pueyrredón recuerda que, estando de visita en la provincia, San Martín (gran conocedor de vinos) les jugó una broma a sus oficiales, cambió las etiquetas de un vino mendocino por la de uno español. Al probarlo, la mayoría afirmó que el vino con etiqueta española (aunque en realidad era mendocino) era mejor. La frase de San Martín expresa su profunda defensa de lo nacional frente a quienes se deslumbran con las sirenas foráneas. El Libertador creó la primera ley de protección del vino solicitando aranceles para las aguas ardientes extranjeras. Teléfono para Milei II.

“La guerra de zapa que les hago es terrible”. Cuando San Martín fue designado gobernador de Cuyo, los realistas acababan de reconquistar Chile y el peligro de una invasión era inminente. En ese contexto, el general desplegó un plan para ganar tiempo, obtener información, desconcertar al enemigo y promover la insurrección. Para ello, organizó una red de espionaje con células compartimentadas e imprentas clandestinas. En esa red participaron niños, jóvenes y mujeres, como Eulalia Calderón, quien obtuvo valiosa información. Su red llegó a infiltrarse en las altas esferas del ejército enemigo. Paralelamente, desplegó una red de contraespionaje destinada a suministrar información engañosa al enemigo. Un caso emblemático fue el de Pedro Vargas, vecino ilustre de Mendoza. San Martín le pidió que se declarara contra la revolución, explicándole que sería encarcelado y castigado para mantener la fachada. Así, Vargas fue reclutado por los realistas y accedió a información clave sobre sus movimientos en Cuyo. Esta táctica demuestra el profundo criterio estratégico del general, siempre lejos de la improvisación. En San Martín siempre hubo un plan de acción. “Necesitamos pensar en grande”, decía, como quien nos invita a levantar la vista, a que el árbol no nos tape el bosque.

“Odio todo lo que es lujo y aristocracia”. Esta frase, devenida en ricotera, fue expresada en múltiples ocasiones por San Martín, en oposición a la vulgaridad de las clases parasitarias que no producen nada y se apropian de todo. “Los hombres han comprado a los hombres y no se han avergonzado”, afirmaba al reflexionar sobre la esclavitud. En contraposición, se definía como “amante del bien público”, y sostenía que por ese bien todo debía sacrificarse. Lo público entendido como lo colectivo, no como lo estatal en términos burocráticos, sino como lo común, lo compartido. “Seamos libres, lo demás no importa nada”. Una libertad pensada para un pueblo, no para un individuo aislado. Teléfono para Milei III.

“Un día se sabrá que esta Patria fue liberada por los pobres, nuestros indios y los negros”. La participación popular en el proceso revolucionario fue decisiva. Las donaciones y contribuciones al ejército, el trabajo gratuito como el que realizó Martina Chapanay actuando como chasqui del general y el alistamiento secreto de mujeres como Pascuala Meneses y Josefa Tenorio, evidencian el compromiso del pueblo. Estas acciones contrastaban con las tensiones existentes con sectores de la élite criolla, que se oponían a la libertad de los esclavos cuando estos se sumaban al ejército, así como a las políticas impositivas que recaían sobre ellos. Pueblos originarios y afrodescendientes, aun habiendo tenido enfrentamientos con el ejército criollo, participaron activamente en la causa revolucionaria. Si bien no ocuparon los espacios de dirección, lo que limitó el alcance del propio proceso, San Martín impulsó medidas que rompían con el orden social de la época, como ascenderlos a cargos de cabos y sargentos. Lamentablemente, muchos de estos héroes anónimos murieron durante las guerras o nunca recibieron reconocimiento. Un dato curioso: Diego Maradona desciende de un esclavo sanjuanino que formó parte del Ejército de los Andes. Reflexión final: el pueblo está dispuesto a realizar los máximos sacrificios cuando existe una dirección política que también está dispuesta a hacerlo.

“No hay revolución sin revolucionarios”. Esta afirmación nos remite al planteo del Che, quien sostenía que la primera tarea de un revolucionario es hacer la revolución. No se trata solo de un llamado, sino de una profunda reflexión sobre las tareas y el camino necesario para enfrentar un sistema tiránico. Es, además, todo lo contrario a la actitud de los moderados, los vacilantes y los condescendientes con el poder de turno. Es una invitación a recuperar la claridad y levantar la cabeza. Concluyamos lo que se inició en 1810. “Cuando la Patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

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ENSAYO HISTORIA

El combate de San Lorenzo y una cuestión ocultada

Por Sergio Juan Coppoli

El siguiente es un pequeño ensayo o un borrador sobre un tema que, a mi entender, es importante. El 3 de febrero es aniversario del combate de San Lorenzo; un pequeño combate para algunos y que sirvió como un simple ensayo para los Granaderos a Caballo, regimiento recientemente creado por San Martín. Un ensayo qué sirvió para probar su capacidad de combate y la eficiencia del arma de caballería en la guerra de Independencia.

Pero fue mucho más que eso, fue parte del proceso de defensa de las costas del río Paraná, frente a las incursiones de la flota realista que, desde Montevideo, operaba contra la revolución y abastecía la plaza sitiada por las tropas patriotas.

La consecuencia inmediata del combate fue que los realistas, dueños de la navegación hasta el momento, ya no podían reabastecerse ni hostigar la población insurrecta. Hay fundadas hipótesis acerca del intento de crear una cabeza de playa en una zona que los realistas estimaban poco defendida. Si las fuerzas realistas al mando de Pío Tristán, lograban finalmente derrotar al ejército auxiliar comandado por Belgrano podían unirse y avanzar sobre la rebelde Buenos Aires. Esto haría aún más importante la victoria en el pequeño combate.

Pero hay una cuestión que me interesa señalar: el combate de San Lorenzo, no fue el único de San Martín y sus granaderos en tierras que actualmente son parte de la Argentina. Después de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, Belgrano es reemplazado por San Martín en el mando del ejército auxiliar al Alto Perú. Con San Martín al mando, se libran algunos combates y se inicia la guerra gaucha. San Martín nombró a Güemes, comandante de la fuerza de vanguardia a la altura de Guachipas y el Río Pasaje y, reitero, los primeros combates de la guerra gaucha se libraron con San Martín al mando.

Batalla del Tuscal de Velarde

En una de las pocas batallas campales librada por Güemes, la de Tuscal de Velarde, es San Martín quién informa a Buenos Aires los resultados de este combate y la victoria obtenida mediante lo que San Martín describe como un “ataque a la brusca” de Güemes y sus gauchos.

Batalla del Tuscal de Velarde

 

Por otra parte, en los primeros momentos de la jefatura de San Martín, cuando aún se encontraba con Belgrano en cercanías del río Pasaje, se produjo un combate en las Lomas de San Lorenzo, cercanías de Salta, entre la vanguardia realista y la retaguardia patriota comandada por Dorrego, donde participó un escuadrón de Granaderos a Caballo.

Posteriormente, cuando el Ejército del Alto Perú se hallaba bajo el comando del General Rondeau, yal mando directo de Martín Rodríguez y de Güemes, los granaderos combatieron en El Tejar y en Puesto del Marqués, respectivamente.

Batalla de Puesto del Marqués

Batalla de Puesto del Marqués

¿Por qué se esconde esta participación de San Martín y sus granaderos en estos hechos importantes de nuestra historia?

Quizás por qué se esconde el abandono del Alto Perú por parte sectores, que si bien fueron protagonistas de los hechos de mayo y de la guerra de Independencia, comenzaban a preparar otras alianzas y otras dependencias.

El cuero y el tasajo eran buen negocio para comerciar con los ingleses para proveer su industria y alimentar esclavos en sus plantaciones.

Para justificar esta defección, era necesario crear la idea de un San Martín que consideró imposible avanzar hacia Lima por el Alto Perú, borrando parte del plan sanmartiniano de avanzar en pinzas sobre la capital virreinal. Y había que borrar la actuación sanmartiniana en el Ejército del Norte.

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HISTORIA INDEPENDENCIA LIBROS

Monteagudo: intelectual revolucionario

Por Germán Mangione (*)

“El que con la espada, la pluma o el incensario en la mano conspira contra el saludable dogma de la igualdad, éste es el que cubre la tierra de horrores y la historia de ignominiosas páginas”. Bernardo de Monteagudo, “Continúan las observaciones didácticas”, La Gazeta (21 de febrero de 1812)

Hace doscientos años, un 28 de enero de 1825, en una callejuela del Lima (Perú) se apagaba, o al menos eso creían, la llama de la pluma más filosa de la revolución americana. Ese día era asesinado por encargo Bernardo de Monteagudo, el intelectual revolucionario que siguiendo los pasos de Mariano Moreno llevó a través de toda la América “mestiza” la prensa independentista y la propaganda revolucionaria con la síntesis de las mejores ideas de libertad y soberanía popular que, germinadas por la concepciones de la ilustración antimonárquica y anti feudal europea, se fundían con la experiencia de los pueblos originarios y las clases oprimidas que pugnaban por liberarse a lo largo del continente.

En su breve pero intensa vida política y periodística (que en personajes como Monteagudo, precursores de lo que hoy los sectores más reaccionarios denominan despectivamente “periodismo militante”, no son más que dos dimensiones de la misma perspectiva) estuvo siempre a la par de los grandes héroes Libertadores de América y protagonizó, desde su rol de intelectual al servicio de la independencia. 

¿Por qué volver a Monteagudo? 

Pasó desde las primeras revueltas de Chuquisaca en 1809, por las campañas del norte posteriores a la “Revolución de Mayo” junto a Castelli, para luego integrar los primeros gobiernos patrios en Chile y luego en el Protectorado sanmartiniano en Perú, siendo pieza indispensable para en tender la Asamblea del Año XIII, y sentando las bases de los posteriores proyectos constitucionales, hasta ser la pluma que San Martín y O’Higgins eligieron como espada de las ideas en sus campañas para liberar Chile y Perú, y Simón Bolívar en su proyecto de unión de los pueblos americanos.

Dueño de un intelecto que obnubilaba a quien se cruzara en su camino, su pasión por la libertad americana y las ideas de la revolución le granjearon una innumerable cantidad de enemigos y detractores.

Convencido de que en los momentos decisivos de la historia la práctica política es a todo o nada, que las medias tintas son en esos casos no solo impotentes de transformación sino el mejor camino para la victoria de los enemigos de la libertad de los pueblos, no dudó en hacer lo necesario, o lo que las organizaciones revolucionarias de entonces consideraban necesario y le ordenasen hacer, contra aquellos que intentaban por intereses extraños a la patria, intereses propios, comodidad o simple cobardía, atemperar las llamas de la liberación.

Estudioso y partidario del rol central de la educación y la formación en el camino liberador de los pueblos, fue forjando su pensamiento a lo largo de su vida política. Pero no solo alimentado de libros y grandes pensamientos precedentes, sino de la amalgama de esas ideas con la práctica real de la construcción revolucionaria, lo que hace de su pensamiento y su legado un manantial de enseñanzas que trascienden su tiempo y llegan hasta nuestros días como un tesoro para quienes anhelamos la definitiva independencia de nuestras naciones frente a los intereses de las grandes potencias extranjeras.

Su vasto arco de pensamiento y desarrollo de ideas y su pulsión de estar donde la historia se está escribiendo, generan un sinnúmero de posibles abordajes biográficos. Muchos de esos abordajes ya han sido realizados con antelación a este intento, y con muy buenos resultados.

En nuestro caso, la mirada sobre Monteagudo, su vida, su acción y su pensamiento, está posada sobre su rol de intelectual de la revolución en América. Dicho rol ha quedado, no casualmente, muchas veces escondido a la sombra de las grandes figuras de nuestras revoluciones, o detrás de relatos que fuera de tiempo y contexto sobredimensionan episodios polémicos muy difíciles de entender con miradas de este tiempo y aislados del momento en que se desarrollaron.

Recuperar la trayectoria y los escritos del joven tucumano, un ciudadano de América toda, es no solo una reivindicación histórica sino esencialmente la posibilidad de brindar herramientas para pensar el rol de los intelectuales en los procesos de liberación nacional y social tan urgentes en nuestro tiempo. En su figura se condensa además un tipo de intelectual revolucionario en particular, el de aquel que se compromete a riesgo de su vida misma en los procesos que estudia e intenta comprender para sintetizar y transformar.

Un intelectual, un periodista, un propagandista, un político, al que le quema el corazón no solo por explicar y relatar las injusticias que observa e interpreta, sino por crear y poner en práctica las ideas y herramientas necesarias para transformar esa realidad y extirpar para siempre esas injus ticias. Ese fue Bernardo de Monteagudo.

¿Por qué recuperar ahora a Monteagudo?

Hoy nuestro país asiste al avance de lo más concentrado y reaccionario del poder oligárquico y colonial, personificado en los representantes directos de los principales imperialismos que se disputan el mundo, y de sus lacayos locales.

Vemos cómo avanzan imponiendo su plan económico de saqueo y extranjerización de nuestros bienes comunes, y para hacerlo han logrado una lógica colonizada de pensamiento que da sostén cultural e ideológico a ese plan, que en esta oportunidad y ante el fracaso de otras corrientes políticas, ha logrado penetrar en grandes sectores de nuestra sociedad.

Es por esto que para pensar cualquier proyecto de país que pueda lograr la felicidad de nuestro pueblo es necesario más que nunca concebir una nueva y definitiva “feliz revolución de las ideas”, como conceptualizó Mariano Moreno a la Revolución de Mayo de 1810.

En la lucha emancipadora, antes y ahora, indudablemente es primordial descolonizar nuestras cabezas, para allanar el camino de la liberación de nuestra patria.

Así lo entendieron, y actuaron en consecuencia, muchos de nuestros patriotas de mayo, entre quienes se encontraba ese inigualable intelectual revolucionario de la independencia, Bernardo de Monteagudo, que construyó allí, en el periodismo, la educación y la propaganda revolucionaria, su principal trinchera de lucha y aporte a la causa independentista.

Así nos lo necesitamos plantear hoy quienes anhelamos un futuro construido sobre una patria justa, libre y soberana.

Así también lo entendieron y lo entienden siempre los enemigos de la patria que trabajan de forma incansable para imponer sus intereses no solo con la fuerza, sino conjuntamente asentados sobre el control y la “imposición de las ideas”.

Lejos de una mirada nostálgica, rescatar la obra y sobre todo la vida de personajes como Monteagudo es poner la mirada en el futuro que queremos construir, un futuro en que las ideas y los intelectuales estén comprometidos en cuerpo y alma con la liberación de nuestra patria y la construcción de una Argentina justa y soberana

https://www.instagram.com/p/DFXjYResQT3/

*Fragmentos de la introducción del libro ¿Por qué volver a Monteagudo? de Germán Mangione.

Nota publicada en Rosario/12

 

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HISTORIA

Bolívar y Guevara

Por: Carlos del Frade (*)

Fuente: Pelota de Trapo

Bolívar, que moría un 17 de diciembre de 1830, era un hombre atormentado por las dudas. La única duda que no tenía era la de una América integrada y autónoma. Muchas décadas y mundos más adelante, Ernesto Che Guevara escribía a sus hijos “sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo”.

El 17 de diciembre de 1830, hace mucho tiempo y a muchos mundos, sueños, dioses y pesadillas de distancia, moría Simón Bolívar, una de las encarnaciones individuales de luchas colectivas sudamericanas todavía inconclusas.

En abril de 1989, Gabriel García Márquez, ahora revisitado por la serie de “Netflix” sobre su obra cumbre “Cien años de soledad”, respondió en una entrevista vinculada a su libro sobre Bolívar que en las cartas del general, “en los testimonios de sus contemporáneos, en todo lo que tiene que ver con él se descubren las contradicciones de su carácter. La mayoría de sus biógrafos escogieron un aspecto de su personalidad y descartaron los otros para construir un hombre homogéneo. Yo pensé que lo justo era construirlo como era, atormentado por las dudas, menos por una: su idea de una América integrada y autónoma. Así que este libro debe ser un paraíso para los cazadores de contradicciones”.

No tenía dudas, Bolívar, en la idea de una América integrada y autónoma.

En este nuevo aniversario que parece estar a años luz de aquellos conceptos colectivos sudamericanos y que alguna vez también fueron los que impulsaban a miles y miles de argentinos y argentinas, es necesario reparar en los últimos días de aquel muchacho que con solamente 47 años sintetizaba el vendaval de pasiones de estos atribulados, saqueados e increíblemente tozudos arrabales del cosmos.

Una semana antes del adiós definitivo, Bolívar le escribió una carta dirigida a los pueblos de Colombia.

“…Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiáis de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.

“Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales.

“¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”, terminaba su carta escrita en Santa Marta.

Mucho tiempo y muchos mundos después, Ernesto Guevara le decía a sus hijos, Hildita, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto, que “si alguna vez tienen que leer esta carta, será porque yo no esté entre ustedes. Casi no se acordarán de mí y los más chiquitos no recordarán nada. Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones. Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la Revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario…”.

Ahora, mientras se extingue 2024, en medio de una renovada voracidad saqueadora enancada en feroces principios consumistas e individualistas, aquellos mundos, sueños e ideales latentes en los nombres de Bolívar y Guevara parecen olvidados en otras tantas formas de sepulcro distintos a los imaginados por ambos revolucionarios.

Pero están allí, en el exacto lugar que espera ser descubierto cuando la conciencia empieza a preguntarse sobre el origen de tanto dolor en estos días crepusculares.

Fuentes: “Gabo responde a las críticas”. Proceso, abril de 1989; carta de Bolívar a los pueblos de Colombia, Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, a 10 de diciembre de 1830; carta de Ernesto Guevara a sus hijos, 1965.

(*) Periodista – Diputado prov. Frente Amplio por la Soberanía

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HISTORIA INDEPENDENCIA

 A 200 años de la Batalla de Ayacucho. Por la segunda y definitiva independencia

Por Luis Molinas (*) 

Este 9 de diciembre se cumplen doscientos años de la Batalla de Ayacucho. 

El combate, que culminó el largo proceso de liberación de América del Sur de la dominación española.

En 1824, habían transcurrido más de 300 años desde la conquista. 

300 años de crueles matanzas y brutal opresión de los pueblos originarios.

Y por eso mismo, 300 años de resistencia y lucha permanente por la libertad.

Finalizando el siglo XVIII, en 1770, se desató la más formidable de esas insurrecciones bajo el mando del cacique TUPAC AMARU, José Gabriel Condorcanqui, que alcanzó a la mayor parte de América del Sur. Mas de 100.000 hombres y mujeres sublevados/as  hirieron profundamente el dominio español, particularmente en los virreinatos del Perú y el Rio de la Plata.

La sublevación profundizó al máximo la resistencia de otros sectores criollos y negros, también sometidos. Nada fue igual después del grito final: “Volveré y seré millones”.

La lucha siguió con picos como la insurrección de Chuquisaca (Sucre) el 25 de mayo de 1809, seguida de la de La Paz (16 de julio), ambas en el Alto Perú, hoy Estado Plurinacional de Bolivia.

También el territorio actual de Perú fue sacudido por una serie de alzamientos. En 1811 en Tacna se subleva Fco. De Zela, en 1812 Huánuco se levanta bajo las órdenes de un originario (Ara) y en 1814  se conmueve el Cuzo con los Pumacahua.  Y la declaración de la independencia de Cangallo.

Casi quince años de lucha sin tregua del pueblo peruano. De sus hombres y sus mujeres: Micaela Bastidas (al mando de tropas), Brígida de Ochoa, Ventura Ccalamaqui (originaria),  María Parado de Bellido (mártir), entre las miles de ignoradas por la historia.

A lo que se suma el desembarco en Paracas del Ejercito Libertador argentino chileno al mando del General San Martin que acelera el proceso independentista.

Primero Lima y después  Cuzco, los bastiones  del imperio español, herido por las luchas en su territorio de los liberales de Riego contra Fernando VII y los invasores franceses, tambalean.

Bolívar y Sucre, triunfantes en la Gran Colombia, desde el norte. Los restos del Ejército Libertador por el Este. Y la lucha de republiquetas de los 200 caudillos del Alto Perú (Güemes, Juana Azurduy, Warnes, los Lanza, etc), que presionan desde el sur.  Obligan a las tropas de élite del imperio español, veteranas de las guerras europeas a presentar las batallas decisivas.

Primero en Junín el 6 de agosto de 1824, donde se produce una gran victoria. A 4000 m sobre el nivel del mar, en las alturas de donde salió a raudales el oro, la plata, el mercurio, para mantener el atrasado feudalismo español.

Para volver a encontrarse los ejércitos patriotas y realistas en los alrededores de la centenaria ciudad de Ayacucho. Entre 6000 y 8000 hombres por bando. El patriota con 4000 combatientes de la Gran Colombia, 2000 peruanos, 1000 chilenos, unos pocos centenares de argentinos y un puñado de voluntarios ingleses con el General Miller.

Allí se logró el triunfo que aseguró la independencia de América del Sur del imperio español. Si bien la guerra tendrá todavía algunos episodios como la batalla de Tumusla (Potosi) el 1 de abril de 1825, la caída de los puertos del Callao y Chiloé (1826) , el levantamiento de Aguilera en Vallegrande en 1828.

Habían sido necesarios 300 años de resistencia y quince años de guerra sin cuartel para que los ejércitos de criollos, originarios y negros, derrotaran el poder de una de las más poderosas potencias del planeta, el reino de España.

La traición

Los pueblos exhaustos, la mayor parte de los dirigentes revolucionarios muertos, algunos asesinados como Sucre y Moreno, otros perseguidos, desterrados o aislados como Castelli, Belgrano, Juana Azurduy.

Los originarios y los negros de nuevo a la mita y el trabajo casi esclavo, las mujeres a la doble opresión.

Mientras son  promovidos generales que hasta ayer nomas eran oficiales de los sanguinarios ejércitos españoles, como Santa Cruz. Los grandes dueños de la tierra y los agentes de las nuevas potencias europeas como Inglaterra y luego EEUU, garantizaran las nuevas dependencias.

No sin lucha y resistencia. No sin combates por la soberanía y un desarrollo económico e industrial independiente, como el Paraguay de los López y de Francia, la Revolución boliviana de 1952 con la expropiación de las minas y las reformas educativa y agraria, el modelo de desarrollo de los mejores años de Perón en nuestro país, la revolución cubana, etc.

Sin embargo hoy, a doscientos años de Ayacucho, nuestros pueblos americanos siguen esclavizados a modelos económicos y políticos subordinados en lo fundamental como proveedores dependientes de materias primas para las grandes potencias, que en su feroz disputa colocan al mundo al bode de la guerra.

Mientras reinan soberanos, el hambre, el desempleo, la explotación y la opresión nacional.

Actualmente, en la zona de Ayacucho el 60% de los niños de la región sufren anemia, y reina la peor situación de salud y trabajo. Habiendo sufrido con Fujimori, las campañas de esterilización forzosa de las originarias, para eliminar el “excedente poblacional nocivo”.

Las nuevas dependencias.

Tiene un dramática carga simbólica que en estos días en Perú una dictadorzuela golpista y represora, festeje más la inauguración del puerto de Chancay que el aniversario de Ayacucho.

Dina Boluarte, fue impuesta en el poder por un golpe de estado asesino que derrocó con un disfraz constitucional al presidente Castillo elegido democráticamente por el pueblo. Golpe en que mostraron las garras muchos militares proyanquis, pero que ha asegurado un camino a favor de todas las potencias, en particular China. El tradicional dominio del imperialismo yanqui, está siendo confrontado crecientemente por el voraz imperialismo chino.

China ya es desde hace años el principal socio comercial del Perú. Y tiene un proyecto muy avanzado para consolidar ese predominio a través de las crecientes inversiones directas de capital sobre todo en la nueva minería y una carta brava: el puerto de Chancay.

El Puerto de Chancay

Se ha inaugurado en estos días en Perú, un nuevo superpuerto a 90Km al norte de Lima y no mas de 500 km del campo de batalla de Ayacucho, que desplazará al tradicional puerto de El Callao que fue el emblema del Virreinato del Perú por donde sangraban las riquezas  del pueblo peruano.

La  construcción, la propiedad y la administración pertenecen en lo fundamental a empresas chinas, como la Cosco.

Su objetivo primordial es asegurar el monopolio del comercio exterior, el embarque de las principales riquezas del Perú, que desde hace  años exporta a China lo fundamental de sus productos: el cobre, y en el futuro litio y otros minerales.

Sera el principal puerto de América del Sur sobre el Pacifico, por donde pasará el 50% del comercio de China con América Latina que ya es de  580.000 millones de dólares anuales.

En Chancay habrá 15 puestos de atraque para los mayores portacontenedores del mundo. Pueden atracar además los súper graneleros y súper tanques, que no pueden pasar por el canal de Panamá.

Nadie dice si además pasará por Chancay el grueso de la cocaína que sale hoy para EEUU desde El Callao, Paita, etc.

China tiene además la propiedad de la mayoría de las minas, las concesiones de electricidad, y disputa muchas de las concesiones de Fujimori que vencen (como acá las de Menem). Más el proyecto de tren costero del pacifico que iría de Tumbes (frontera con Ecuador) a Tacna (frontera con Chile). Ferrocarril  que se podría unir con Puno y de ahí a Bolivia y a Argentina. Y teniendo en cuenta que ya existe un camino pavimentado de San Pablo a Lima, pasando por el Cuzco.

Además de los terribles sufrimientos que ha impuesto al pueblo peruano la monoproducción, la subordinación a las exportaciones, etc., es difícil creer que EE.UU, otrora privilegiado en la dependencia del Perú, acepte en calma este cambio de rumbo. Lo que está y estará en el fondo de la inestabilidad del Parlamento y el gobierno peruanos.

Además de quedar, como nuestro país, sujetos al agravamiento en la disputa del mundo, incluida la guerra.

A 200 años continúa la lucha por la segunda y definitiva independencia de América.

El sueño de los originarios, criollos y negros combatientes por la independencia, del Che Guevara, de los pueblos, atraviesa momentos complicados, pero la historia con su terquedad se vuelve a imponer.

Cuando Dina Boluarte y Javier Milei nos hacen acordar al Virrey de la Serna y al general Goyeneche, sintiendo hasta placer por la entrega y la sumisión, la marcha de los pueblos no se ha detenido nunca.

La lucha y la unidad de las resistencias de América contra las viejas y  nuevas dependencias, sigue siendo como hace doscientos años, una necesidad y la única posibilidad  de libertad y felicidad de sus pueblos.

Ayacucho es un faro que  sigue encendido en la memoria histórica americana.

(*) Luis Molinas
Sec. PCR Reg Santa Fe. Autor del libro “El Che y Bolivia” Ed. Ágora

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HISTORIA SOBERANÍA

Juan Manuel de Rosas y la soberanía

Deuda externa, las Malvinas, la salida al mar, y el río Paraná en tiempos de la “restauración”

Por Ezequiel Nant (*)

Hilos infinitos entre nuestro pasado y nuestro presente…

Hay ciertas constantes que perviven en toda la historia de nuestra patria, hay hilos infinitos que comunican el pasado con el presente. Desde cierta perspectiva, si seguimos alguno de esos hilos fundamentales, las centurias se nos presentan como días. Todavía resuenan los cañonazos de Punta Quebracho en el lecho del río Paraná.

Nuestro territorio, nuestra pampa, nuestros ríos, nuestro mar, son constituyentes de nuestra argentinidad, y nos definen.

Somos un país con el 63% de territorio marítimo: sin puerto con salida al mar, nuestras islas Malvinas ocupadas por los ingleses, el río Paraná privatizado, y enormes riquezas enajenadas por los imperialismos.

Nuestro territorio está “taponado”, no es libre. Indio sin idioma, gaucho sin cimarrón, nuestra patria tiene puesto un bozal. Su garganta, nuestro Paraná, tiene atragantado un grito de rebeldía: ¡soberanía!

A lo largo de su devenir, ese grito contenido intenta apoderarse de las almas de los paisanos para poder salir pa’ fuera. Va atando nuditos en los hilos de nuestra historia para recuperarlos y que sirvan a los paisanos que vienen detrás.

La patria es “baguala”, y no reconoce prejuicios para desatar sus “corcoveos”.

El que hoy traemos al cuento es uno de esos nudos. Un gran nudo en el que se encuentran condensadas las tramas en nuestra tierra.

Esta bandera azul y blanca fue desplegada en 1845 en una de las baterías defensivas durante la batalla de la Vuelta de Obligado

Juan Manuel de Rosas…“el sublevado”

 “Me voy sin llevar nada de lo que no es mío” es la frase que dejó escrita el pequeño Juan al partir de su casa.

Su infancia fue un presagio de su destino, una inquebrantable voluntad lo determinó y lo desarraigó muy tempranamente.

Cuentan que, siendo muy pequeño, tras un castigo propiciado por su madre por no querer hacer un mandado, rompió el encierro al que lo habían sometido y se escapó casi desnudo a buscar ropas, asilo, y trabajo, a la casa de sus primos, “los Anchorena”, dejando una breve nota, como un presagio de su destino, donde comunicaba su partida.

El enfrentamiento con su madre, su decisión de emanciparse, no era suya, sino que era uno de esos infinitos hilos que conectan nuestra historia. En él se hacía carne el espíritu de bravura e independencia de los gauchos argentinos que no reconocen patrón ni amo, que se valen de sus propias manos y herramientas para hacerse dueños de su vida.

En Juan Manuel de Rosas, esos hilos se transformarían en fuertes cadenas que jalonarían toda su persona volviéndolo hacia su predestinación, repitiendo su propia sentencia originaria me voy sin llevar nada de lo que no es mío”.

Él, que sabía de vacas y granos, que hubiera podido hacer trascender su propia sangre siguiendo su linaje de acumulación de ganado y territorio. Él, que creció negociando, robando y matando a las comunidades originarias, organizando y mandando a los peones en la producción. Él, que no solo conocía el arte de la violencia sino también el de la persuasión. Él, que podía proyectar su apellido y su poder a lo largo de toda nuestra historia, precursor de la oligarquía terrateniente, se fue sin llevar nada, desnudo, por la patria.

Ese desarraigo que lo persiguió toda su vida tampoco era suyo, era el desarraigo del paisano argentino. El de los mismos indios despojados, el de los gauchos devenidos en siervos de la tierra, el desarraigo de la misma patria “sanmartiniana” que sufría la fragmentación y ocupación de su territorio por parte de los imperios europeos. El de una revolución “inconclusa” en la cual, dependientes de Inglaterra, nunca se repartió la tierra ni se desarrolló la industria.

Las mismas cadenas que lo determinaban en su rumbo, son las que bloquearon el paso por nuestro río en la “guerra del Paraná”.

La Guerra del Paraná 1845 – 1849

Francia e Inglaterra, las dos superpotencias, con las naves más avanzadas y poderosas del mundo, acorazados a vapor y armados con los mejores cañones, pretendían consolidar la libre navegabilidad de los ríos interiores. Lograron una victoria militar en la Vuelta de Obligado, rompiendo las cadenas que bloqueaban el paso. Pero una infinita cadena unió a todo el sur.

Uruguay, Paraguay, Bolivia, todas las provincias se unieron bajo la bandera de la “soberanía” y lo que el enemigo había logrado en la batalla de la Vuelta de Obligado, lo perdió política y económicamente y en decenas de emboscadas tendidas por los gauchos argentinos, hasta por fin caer rendido en la batalla de Punta Quebracho frente a los cañones del general Lucio Norberto Mansilla. Un bloqueo comercial implícito y cientos de escaramuzas de los paisanos a lo largo de nuestro río hicieron retroceder a los invasores y reconocer nuestra soberanía sobre el Paraná.

Retrato de Lucio Norberto Mansilla. Pintura al oleo ejecutada por Juan Goulú, a mediados del siglo XIX

Juan Manuel de Rosas ya había enfrentado las provocaciones del imperio francés, que pergeñó la ocupación de Jujuy y Salta por parte de Bolivia y simultáneamente bloqueó el puerto de Buenos Aires. Había enfrentado las provocaciones de portugueses, ingleses y franceses, bloqueando el puerto de Uruguay. El plan de las potencias era seguir partiendo el antiguo virreinato apoyados en las corrientes afines tanto de unitarios como de federales, dividir Corrientes y Entre Ríos (creando la república de la Mesopotamia), el NOA, y el sur a través de las islas Malvinas. Empujado por la determinación de su carácter, chocó una y otra vez al no querer arrodillarse ante nadie. Quedó revelado ante sus ojos que los imperios tenían un plan muy definido de antemano para todo el continente y que lo que no conseguían por la sumisión de los gobiernos locales lo harían por la fuerza de las armas “a cañonazos limpios” desde sus barcos acorazados.

En su tenacidad, se negó a pagar la “deuda externa” ya fraudulenta con la Baring Brothers mientras tenga que enfrentar una deuda interna y puso como condición el resarcimiento por la ocupación de las Malvinas.

Retrato de Juan Manuel de Rosas con la bandera de la Confederación Argentina

La batalla de Caseros

“¡Al arma, argentinos, cartucho al cañón! /que Brasil regenta la negra traición. / Por la callejuela, / por el callejón, que a Urquiza compraron / por un patacón, / el sable a la mano, al brazo el fusil, sangre quiere Urquiza, balas el Brasil.” Así “La división de Aquino” se preparaba para la batalla de Caseros, una tragedia histórica que dio riendas sueltas a los imperios y selló la alianza y subordinación de la clase terrateniente.

Su tragedia no fue suya, fue de la misma patria que sufrió la ocupación del imperio portugués desde su colonia (Brasil), las tropas portuguesas llegaron hasta la ciudad de Buenos Aires. Quedó sellado el plan de los ingleses de separar Uruguay de las Provincias Unidas. Se perdió nuevamente la soberanía sobre nuestro río Paraná y comenzó la época en la que se definió la fisonomía de un Estado Nacional subordinado a las potencias extranjeras.

La oligarquía ganadera de Buenos Aires, que Juan Manuel de Rosas representaba, los comerciantes criollos, sus aliados, recibieron una lección que les dejaría una marca indeleble. Y una advertencia… sea quien sea quien defienda a la patria lo puede perder todo, no hay clemencia. Si tenés vacas perdés las vacas, si tenés tierras perdés tierras, si tenés historia te borran de la historia. Sus mejores aliados huían de su lado y se cobijaban bajo el ala de sus enemigos.

Más allá de Rosas: La herencia de la soberanía

Se cerraba así una etapa que se había inaugurado con el rechazo de las invasiones inglesas y con el debilitamiento europeo producto de las guerras napoleónicas que tuvo su máxima expresión con la liberación de nuestros pueblos del dominio colonial. Así se apagaba uno de los fuegos de una generación de indomables como San Martín, Belgrano, y tantos otros.

El sable corvo, una de las armas emblemáticas de San Martín, fue entregado a Rosas en 1848 “Te entrego mi sable, confiando en que sabrás usarlo para la defensa de la patria”, José de San Martín.

Sin embargo, la tenacidad, las ansias de independencia no se desterraron con Rosas, porque en definitiva no eran patrimonio suyo, sino que es el patrimonio del pueblo argentino.  A veces olvidado, a veces oculto, pero ahí está…

Con el nuevo debilitamiento de las potencias imperiales, producto de las guerras, entrando el siglo XX, hombres como el general Mosconi encontraron una brecha para abrir un nuevo camino independentista e inauguraron una nueva etapa que coronaría en el gobierno peronista del 1945, donde la palabra soberanía volvió a resplandecer. Pero esa… es otra historia.

Nosotros tenemos el deber de encender nuevamente ese fuego, que está en nuestra esencia. La soberanía sobre el río Paraná, nuestra salida al mar y la recuperación de las Islas Malvinas, la reforma agraria, la industrialización del país y el control de los recursos naturales estratégicos. La lucha por la soberanía “crece desde el pie” como la musiquita que se pega a nuestros oídos.

Referencias:

  • Horacio E. Gilverti, Historia económica de la ganadería, Buenos Aires, Rigal, 1954.
  • Montoya, A., Historia de los saladeros argentinos. Buenos Aires, El Coloquio, 1970.
  • Los Oligarcas Juan J. Sebreli – La Historia Popular, Tomo 15 – Vidas y Milagros de Nuestro Pueblo.
  • http://www.trascarton. com.ar/aniversarios/los-saladeros-del-rio-de-la-plata
  • Mansilla, Lucio V. Mis Memorias: Infancia, Adolescencia . París: H. Garnier, 1913.
  • Gálvez, Manuel. “Vida de Juan Manuel de Rosas”. Buenos Aires: Editorial Tor, 1940.
  • Otto Vargas, “Sobre el modo de producción dominante en el Virreinato del Río de la Plata”, EA, 1983.
  • https://www.lanacion.com.ar/politica/murio-el-ex-embajador-manuel-de-anchorena-nid706828/

La imagen de portada pertenece a Damián Monti Falicoff. Dibujo parte del archivo “Ejercicios de soberanía (2018)”

(*) Ezequiel Nant, miembro del Foro por la Recuperación del Paraná

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HISTORIA

Cuestión calle Balcarce en Rosario

Por Sergio J. Coppoli

En este 2024, se cumple el bicentenario de Ayacucho, batalla que cierra el proceso de guerras de independencia de las nacientes naciones sudamericanas respecto a la corona española. Sí bien aún se librarían combates como la batalla de Tumusla, en la hermana República plurinacional de Bolivia,  entonces Alto Perú, Ayacucho fue decisiva. En este contexto  recordamos la batalla de Suipacha y este escrito va a manera de homenaje a quien  encabezó el Ejército Auxiliar al Alto Perú, en el primer triunfo de las armas de la patria, el general Antonio González Balcarce, un 7 de noviembre de 1810. Lo hacemos aclarando una confusión frecuente respecto al nombre de una calle de la ciudad de Rosario. Luego de Suipacha, Antonio González Balcarce fue parte del cruce de Los Andes  y la independencia de Chile, motivos más que suficientes para justificar el homenaje.

En otro ensayo retomaremos la Batalla de Suipacha, el papel de Martín  Miguel de Güemes y su figura opacada en el parte de batalla, las contradicciones en las fuerzas Patriotas y cómo estas contradicciones afectaron el desarrollo posterior de la guerra de Independencia y la constitución de la nueva nación a través de un proceso de guerras civiles.

 

Rosario posee, entre sus calles, una con un nombre muy particular: Balcarce. Así, sin más, solo el apellido Balcarce. En casi toda la cartelería, no hay un nombre de pila que pueda diferenciar o dar claridad respecto al protagonista de nuestra historia, al cual, la ciudad y la calle rinden homenaje. No sería tan importante este tema, si no fuera por un “pequeño” detalle: un Balcarce, incendió la Villa del Rosario en enero de 1819.  Si fuera este Balcarce, el general Juan Ramón Balcarce, la ciudad estaría homenajeando a su incendiario, quien, más allá de los méritos que hubiera acumulado a lo largo de su vida, tiene esta mancha en su trayectoria.

Fue don Juan Ramón quien incendió la villa. Un militar que participó heroica y meritoriamente en el Ejército Auxiliar del Perú, en las victorias de Tucumán y Salta y las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, durante la segunda expedición al Alto Perú. Después, convocado por el Directorio para enfrentar al Brigadier López, en el contexto de las iniciales guerras civiles, no tuvo mejor idea que aplicar la tea incendiaria, ante la impotencia y la imposibilidad de vencer al ilustre santafesino. (1)

Pero Juan Ramón no es el único Balcarce. Hubo varios.  Antonio González Balcarce, hermano menor  de aquel y segundo hijo de los Balcarce, participó en la primera Expedición al Alto Perú y estuvo al mando en la primera victoria de las armas de la patria en Suipacha y después en la derrota de Huaqui. Destinado al Ejército de los Andes, fue el segundo de San Martín en Cancha Rayada y Maipú, reemplazó a San Martín en su ausencia y después, comandó la campaña al sur de Chile, donde obtuvo la victoria en la Batalla de Bio Bio, el 19 de enero de 1819, diez días antes de que Juan Ramón, incendiara la villa. Regresa a Buenos Aires por problemas de salud, donde fallece y sus restos están sepultados en Santo Domingo, donde también se encuentran los restos de Belgrano.

Son muchos más los Balcarce, pero nos quedamos con estos dos que son los que nos interesan.

La ordenanza de 1905, que modifica la denominación de varias calles de Rosario, denomina a la antigua calle De las Conquistas o 32, como calle Balcarce, sin aclarar a cuál de los Balcarce se refiere. (2)

Casi todas las consideraciones encontradas, hacen referencia a que la calle, lleva el nombre del incendiario, Juan Ramón.

En una nota de Alfredo Montenegro en Redacción Rosario, leemos: “El 29 enero de 1819, en medio de las guerras entre el centralismo porteño y los federales litoraleños, el general Juan Ramón González Balcarce (1773-1836) incendió la villa de Rosario. Sólo se salvó la capilla en la que hoy se erige la Catedral. Sin embargo, por eso de la falsificación de la historia que denunciaba don Arturo, una calle rosarina aún lleva el nombre de Balcarce (entre Oroño y Moreno, para ser más precisos). En tanto, quienes defendieron y corrieron a la tropa porteña, fueron ocultados.” (3)

Lo mismo sostiene Horacio Vargas, periodista rosarino, autor de “Desde el Rosario”, donde noveliza parte de la historia de la ciudad: “¿Cómo puede ser que una de las calles más importantes de la ciudad, más grandes de la ciudad, lleve como nombre, un militar que incendió la aldea, que se llamó Balcarce?”. (4)

Finalmente, la profesora Guadalupe Palacio de Gómez, en su página web sobre las calles de Rosario, adjudica la denominación de la calle en cuestión al General Juan Ramón Balcarce, dedicando buena parte del texto sobre su biografía al episodio del incendio. (5 y 6)

Pero, en el folleto hecho imprimir por el intendente Luís Lamas en 1903, con el estudio realizado por una comisión nombrada ese mismo año, “sobre los hechos y personajes históricos que han motivado  la designación de calles y plazas de la ciudad”, encontramos la siguiente información: ‘Balcarce-calle-Por Antonio González Balcarce, guerrero de la Independencia Argentina que al mando del ejército patriota luchó en el Alto Perú (Bolivia)y obtuvo en Suipacha la primera victoria de la revolución (noviembre 7 de 1810). Fue también Director Supremo del Estado.’  (7)

Si leemos en la página web de Silvia Greco, Rosario y sus calles, encontramos:

“BALCARCE, ANTONIO GONZÁLEZ

Calle (N-S) Córdoba 2000/Arijón 2000

Ver Normativa

(1774-1819) Militar y político argentino. Derrotó en la batalla de Suipacha a las tropas realistas (1810). Fue gobernador intendente de Buenos Aires (1814) y Director de las Provincias Unidas del Río de la Plata (1816). Fue segundo del general San Martín en las batallas de Cancha Rayada y Maipú.” (8)

Finalmente, si recorremos calle Balcarce, en el cartel señalizador del cruce  con calle Catamarca,  veremos el nombre completo: Antonio G. Balcarce, el muy meritorio jefe, vencedor en Suipacha y segundo de San Martín en la campaña de Chile ¿Por qué es la única cuadra con el nombre completo? O casi completo, ya que de González solo aparece la inicial ¿Hay alguna ordenanza que lo disponga? No he hallado nada al respecto. Pero allí está el cartel de señalización, clarito para quien quiera llegarse a esa esquina.

Está en discusión el cambio de nombre de la calle. Entiendo que si la calle homenajeara a Juan Ramón, sería más que correcto el cambio de nombre. Más allá de toda consideración, homenajear al que la incendió, no parece adecuado, más aún en un contexto absolutamente injusto. Pero la designación de esta calle, sin dudas homenajea al General Antonio González Balcarce, y ello resulta en un muy merecido homenaje a quien venció a los realistas en Suipacha, logrando el primer triunfo patriota en las guerras de independencia y secundó a San Martín, colaborando para que el Ejército de Los Andes se reorganizara luego de la derrota de Cancha Rayada. En este caso, creo necesario ratificar el nombre y  conveniente dejar esclarecido,  documentado el verdadero nombre de la calle y a quien verdaderamente homenajea y dar la difusión necesaria para evitar la confusión entre ambos Balcarce.

Esquina de Balcarce y Catamarca, con el nombre de Antonio G. Balcarce en el cartel indicador.

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(1) El día que quemaron el Rosario  por Horacio Vargas

https://www.pagina12.com.ar/167868-el-dia-que-quemaron-el-rosario

(2) Ordenanza Modificando la denominación de varias calles del Municipio – 7 de Abril de 1905

https://www.rosario.gob.ar/normativa/verArchivo?tipo=pdf&id=48754#:~:text=Modificando%20la%20denominaci%C3%B3n%20de%20varias%20calles%20del%20Municipio%20La%20Municipalidad

(3) La olvidada y cobriza flota que defendió a Santa Fe por Alfredo Montenegro

https://redaccionrosario.com/2017/11/29/la-olvidada-y-cobriza-flota-que-defendio-a-santa-fe/

(4) “Calle Balcarce debería llevar el nombre del Brigadier López” El periodista Horacio Vargas pasó por Mesa de Diálogo Nota de A Simonetto en Rosario 3

https://www.rosario3.com/especiales/1724-es-el-ano-de-origen-de-la-ciudad-de-Rosario-20190326-0012.html

(5) “Historias en las calles y calles en la historia” por la profesora Guadalupe Palacio de Gómez

http://www.callesderosario.com.ar/index2.html

(6) “Historias en las calles y calles en la historia” por la profesora Guadalupe Palacio de Gómez Calle BALCARCE JUAN RAMÓN (1773 – 1836)

http://www.callesderosario.com.ar/balcarce%20juan%20ramon.htm

(7) “Nomenclatura de las calles y plazas del municipio”  – Municipalidad de Rosario – 1903. Folleto hecho imprimir por el intendente Luís Lamas. Información mencionada en el grupo de Facebook: Fotografías y Estampas del Rosario Antiguo – FyERA, donde fue publicada la información y la foto de la tapa del folleto.

https://www.facebook.com/groups/fotografias.estampas.rosario.antiguo/posts/2604918659543187/

(8) Rosario y sus calles  (Pagína web) de Fátima Silvia Greco, autora del libro “Rosario y sus calles”

https://rosarioysuscalles.com/

https://rosarioysuscalles.com/street_book/street/159/

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HISTORIA INDEPENDENCIA

San Martín, Milei y la patria

Por Facundo Guerra (*)

“En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras los acosan constantemente, reciben sus doctrinas con la perversidad más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más inescrupulosa de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por así decirlo, y santificar hasta cierto punto sus nombres para “consuelo” de las clases oprimidas y con el fin de engañarlas, despojando al mismo tiempo, a la teoría revolucionaria de su esencia, mellando su filo revolucionario y vulgarizándola”. LENINEl estado y la revolución.

Esta cita de Lenin, en referencia a Marx, es aplicable al caso de San Martín, no sólo en relación con su época contemporánea, sino también para las interpretaciones posteriores sobre su legado. Durante su vida, la élite criolla lo acusó de robarse el Ejército de los Andes o de buscar convertirse en un déspota cuando fue nombrado Protector del Perú. Rivadavia, responsable de contraer y malversar la primera deuda externa de nuestro territorio, lo acusó de corrupto. Alvear, quien estando al frente del Directorio ofreció al Imperio Británico la custodia de las Provincias Unidas, lo calificó de traidor a la patria.

Algunas de estas acusaciones fueron ciertas. San Martín fue un ideólogo de la desobediencia debida: cada vez que recibió órdenes para enfrentarse a los federales o para usar las armas contra el pueblo, no las cumplió. Sostenía: «la patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes».

Después de su fallecimiento, comenzó una campaña para «canonizar» a San Martín y despojarlo de su esencia revolucionaria. El revolucionario integral fue reducido a un «santo de la espada», un militar sin pensamiento político. Las clases dominantes se preocuparon por transformarlo en un ser moral abstracto; en las escuelas se nos reprodujeron, una y otra vez, las «Máximas a Merceditas», ocultando su pensamiento integral y, sobre todo, su obra política. Un pensamiento que provenía de un hombre con una biblioteca de más de 600 volúmenes, adherente de la Revolución Francesa y conocedor de las ideas revolucionarias de Rousseau, Montesquieu y Voltaire.

San Martín vs Milei

Las deformaciones o críticas no son solo del pasado; repercuten y reproducen en el presente. Como diría Alberdi, tan citado como incomprendido por el presidente: «la falsa historia es el origen de la falsa política». Su asesor original, Emilio Ocampo, descendiente de Alvear, afirmó durante la campaña: “San Martín no fue el Padre de la Patria ni el Libertador de América”.

Es muy difícil saber qué habría hecho San Martín en la actualidad, ya que los hombres y mujeres somos hijos de nuestro tiempo, como sostuvo Marx. Sin embargo, la obra y el pensamiento de San Martín están en las antípodas de Milei.

La idea de libertad. Milei pregona un liberalismo estrecho, centrado en la libertad individual: la libertad de mercado, de vender y comprar, incluso hasta los propios órganos del cuerpo. Es el individualismo más extremo. Por el contrario, San Martín aborda el concepto de libertad de manera diferente. Su famosa frase, «Seamos libres, lo demás no importa nada», refleja una visión de la libertad no como un asunto individual, sino colectivo. Para el Libertador, la libertad significaba liberarse del dominio español. En este sentido, la libertad es un llamado a la independencia y a la emancipación.

Soberanía o dependencia. Para el presidente, las potencias imperialistas y sus monopolios son el horizonte y modelo a seguir. Milei promueve la subordinación más directa al capital internacional. Según él, cuanto más subordinado esté el país, mayores beneficios obtendrá. Sus leyes y reformas implican una profunda declinación de nuestra soberanía. Hemos visto, consternados, a embajadores participando en reuniones de gabinete y a una canciller que reconoce los derechos de los kelpers en las Islas Malvinas. Incluso se trasladaron las reservas de oro a Inglaterra. La lista sería extensa. Por el contrario, San Martín enfrentó a una de las principales potencias extranjeras de su tiempo. Para el General, la dominación externa era la causa principal de los problemas regionales. Fue clave su participación, a través del delegado por Mendoza, Tomás Godoy Cruz, en la declaración de la independencia y en el agregado «de toda dominación extranjera».

Industria y liberalismo. La Ley de Bases y el Pacto de Mayo implican una profunda entrega nacional: apertura externa indiscriminada a los productos extranjeros, beneficios y facilidades extraordinarias para que los monopolios saquen nuestras riquezas. Es una política orientada a la destrucción de la producción nacional. Por el contrario, cuando San Martín fue gobernador de Cuyo, impulsó la industria local como parte de un proyecto general. Desarrolló la minería y creó el taller metalúrgico más importante del Cono Sur, a cargo de Fray Luis Beltrán, donde se producían armas y municiones y trabajaban 700 personas. Apoyó la agricultura local y generó planes de acceso a la tierra. El General defendió la producción local de vinos y cuestionó la apertura externa que permitía la entrada de vinos extranjeros, creando la primera ley de protección del vino argentino.

Sistema impositivo. Milei redujo los impuestos para los grandes monopolios y los bienes personales, mientras reintrodujo el impuesto a las ganancias para los trabajadores y aplicó un brutal aumento impositivo sobre la población en general. De tal forma que un trabajador minero paga impuestos a las ganancias, pero la minera no. Por el contrario, San Martín implementó una política impositiva en la que quien más tenía, más pagaba. Necesitaba reunir fondos para la formación del Ejército de los Andes, por lo que confiscó bienes de los contrarrevolucionarios, estableció un impuesto del 2% sobre las riquezas, expropió el diezmo de la Iglesia y obligó a las familias adineradas a «donar» sus joyas.

Élite o mayorías. Para Milei, la «gente de bien» son los generadores de ganancia. Explotar, saquear para generar plata, no importa cómo sino cuánto. “Elon Musk es un tipo genial. Qué importa si gana más plata”, sostuvo. Según él, las mayorías son aquellas que no se adaptan, los que no quieren trabajar 12 horas. No es casualidad que sus modelos sean Roca y Sarmiento, y que busque configurar una nueva versión de «civilización o barbarie». Por el contrario, en la acción de San Martín se observa una búsqueda por reconocer a las mayorías y a los sectores populares de la América profunda. En Mendoza, dictó la primera ley protectora de los derechos de los peones rurales. Consideraba a los pueblos originarios como “los verdaderos dueños de esta tierra” y les pidió permiso para realizar el cruce de los Andes. Apoyó a Belgrano en su propuesta de coronar a un descendiente de los incas. Aunque las presiones y limitaciones propias del general condicionaron la eliminación total de la esclavitud, estableció la libertad de vientres y la abolición de los servicios personales. “Un día se sabrá que esta Patria fue liberada por los pobres, y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros que ya no volverán a ser esclavos” (San Martín).

La patria no se vende, se defiende y se libera

Hay un hilo conductor en quienes creen que la patria está afuera y se ofrecen como mediadores de la dependencia. Aunque puedan tener diferentes apariencias, comparten una esencia cipaya o vendepatria. “La denigración de lo propio y la exaltación de lo ajeno”, habría sintetizado Jauretche.

La campaña de San Martín nos dejó varias enseñanzas. Identificó la dependencia colonial como la principal traba para el desarrollo de los pueblos y la patria. Llevó adelante un proyecto de liberación y de Patria Grande, protagonizado y sustentado por las masas populares, y enfrentó las continuas claudicaciones de las élites oligárquicas que impulsaban nuevas formas de dependencia.

En un nuevo aniversario de su muerte, es necesario rescatar el plan soberano que se ha gestado durante siglos para lograr un verdadero desarrollo independiente. Es imprescindible una segunda y definitiva independencia que haga realidad la “noble igualdad”. Como decía San Martín, “cuando la Patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

(*) Licenciado en Sociología

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